Recordando a Michelle Peña Herreros

Por Luis Cifuentes Seves

Estas líneas están dedicadas a homenajear a mi querida amiga Michelle Peña, alumna de ingeniería eléctrica de la Universidad Técnica del Estado (UTE), destacada militante socialista y dirigente estudiantil, detenida desaparecida, con ocho meses de embarazo, desde junio de 1975.

Michelle Marguerite Peña Herreros nació el 26 de julio de 1947 en Toulouse, Francia. Hija de una exiliada española de la guerra civil, tenía las nacionalidades francesa y española. Fue inscrita como hija de sus abuelos Gabriel Peña y Micaela Herreros. Su madre, Gregoria Peña Herreros, tenía 15 años a la fecha de su embarazo. Su padre, Roger Icart, era dos años mayor, hijo de una familia francesa acomodada. Dado que ambos eran menores de edad, la familia Icart se opuso a que se casaran. Gregoria y Roger vivían en el pueblo de Lezat sur Leze y la joven se mudó a Toulouse, donde nació su hija.

Michelle creció creyendo que su madre era su hermana mayor. Llegó a Chile en 1951 y recién a los cinco años de edad le fue revelada la verdad de su origen. Su infancia y adolescencia transcurrieron en un círculo de refugiados españoles que hablaban de la guerra civil (1936-1939) y entonaban las canciones de la República, que ella aprendió y cantaba con entusiasmo.

Su enseñanza básica la hizo en una escuela pública y la media, en el Liceo de Niñas No. 1, Javiera Carrera, donde fue activa en la organización estudiantil, como dirigenta de curso y organizadora de la primera convención de estudiantes para crear los estatutos del Centro de Alumnas. Participó también en la organización del primer Festival de la Canción del Liceo. En este periodo se hizo amiga muy cercana de Patricia Abarzúa y Aileen Griffith, quienes compartían su entusiasmo.

En 1967 ingresó a la Universidad Técnica del Estado (UTE), Sede Antofagasta, a estudiar ingeniería eléctrica. Al año siguiente se trasladó a Santiago a continuar estudios en la misma carrera.

Militó en la Juventud Socialista (JS), donde de inmediato se destacó. En las palabras de su madre, Michelle era “alegre, inteligente, especialmente hábil y rápida para las matemáticas… pero prefería leer, escuchar música y tocar guitarra”. Era “alta, fornida, de tez blanca, ojos muy grandes de color café, expresivos y de mirada firme, la nariz respingona. Hablaba con sus manos y con sus gestos, era muy discutidora y no se quedaba callada frente a las injusticias sociales”.

Como consecuencia de estas virtudes y de manera inusual, a fines de su primer año de estudios en Santiago fue designada candidata a delegada estudiantil ante el Honorable Consejo Universitario de la UTE en representación de los estudiantes de Ingeniería de Ejecución de las nueve Sedes universitarias: Antofagasta, Copiapó, La Serena, Santiago, Talca, Concepción, Temuco, Valdivia y Punta Arenas.

El movimiento por la Reforma Universitaria había tenido grandes avances en la UTE: en octubre de 1967 se había constituido una Comisión de Reforma con participación estudiantil, la primera en Chile, y en agosto de 1968 habíamos elegido rector, en claustro pleno de profesores y estudiantes, a don Enrique Kirberg, militante comunista y candidato de la Reforma.

Fue en estas circunstancias que conocí a Michelle, dado que yo fui su contendor, en representación de las Juventudes Comunistas (JJCC, la Jota), en esas elecciones. Yo la ubicaba de vista, así como a su amiga de liceo, Patricia Abarzúa. Paty era también militante de la JS y había ingresado a la UTE en 1967. Hacia fines de 1968 entablé un contacto más cercano con ambas.

En algún momento, Michelle se acercó a mí con una pregunta: “No conozco las Sedes provinciales. ¿Tú las conoces?”. Como dirigente de la Jota en la UTE, me había correspondido visitar la mayoría de las Sedes y estaba enterado del avance de la Reforma en cada una de ellas.

Ofrecí entonces entregarle esta información, lo que ella acogió con agrado. Nos fuimos a una de las salas de estudio de la Escuela de Ingenieros Industriales y allí le compartí mi mirada de la situación sede por sede. Nos juntamos dos veces. Michelle anotaba todo lo que yo le contaba y hacía muy buenas preguntas. De vez en cuando intercambiábamos bromas. Desde entonces se forjó una amistad muy sincera y de gran afecto.

A los pocos días, fue a buscarme al departamento donde yo estudiaba y, con una luminosa sonrisa, dijo: “¿Sería mucha frescura proponerte que fuéramos juntos Sede por Sede presentando nuestras candidaturas ante los estudiantes?”.

Su propuesta me sorprendió como una gran demostración de confianza, pero debí responderle: “Me encantaría hacer lo que propones, pero hay un problema: yo no voy a hacer campaña. En la mayoría de las Sedes me conocen y en otras, la Jota hará el trabajo de dar a conocer mi postulación por medio de carteles y otros medios”.

Michelle pareció asombrada ante mi respuesta, pero la aceptó sin problema. Pues bien, la elección se realizó.  En Santiago, donde era muy valorada, obtuvo una alta votación, pero no ocurrió lo mismo en las sedes provinciales. Fue la primera en felicitarme por mi victoria y nuestra amistad quedó bien asentada. De allí en adelante nos saludábamos de abrazo y beso en la mejilla y conversábamos cariñosamente cada vez que nos encontrábamos en los interminables corredores y antiguos vericuetos del campus de la UTE.

En 1969 tuvo lugar un gran acontecimiento estudiantil: el 7º Congreso de la Federación de Estudiantes de la UTE (FEUT), realizado en la Sede de Antofagasta, en el que participaron 2 mil estudiantes provenientes de todas las sedes. Fue una cruzada masiva por discutir la problemática más trascendente a nivel universitario, nacional y mundial, enriquecida por una ocupación cultural de la ciudad de Antofagasta en la que el estudiantado de la UTE presentó sus conjuntos musicales, de teatro, de danza, circos estudiantiles, brigadas muralistas, etc. y donde fuimos acogidos por el alcalde de la ciudad, Germán Miric.

Michelle y yo fuimos delegados al congreso y, como se sabía que éramos amigos, se nos encargó el trabajo de “coordinar” acciones entre las juventudes socialista y comunista a objeto de minimizar los problemas que a veces surgían entre ambas organizaciones.

Si bien estaba claro que la unidad de la izquierda y la posible conquista de un gobierno popular (que se conseguiría al año siguiente con la candidatura de Allende) tenían como columna vertebral a la unidad socialista-comunista, entre ambas organizaciones juveniles existía una rivalidad que de tanto en tanto adquiría toques de sectarismo de ambas partes.

No recuerdo hasta qué punto la “coordinación” tuvo carácter oficial, pero Michelle y yo la cumplimos religiosamente y nos reuníamos a diario a conversar acerca de problemas que surgían en las comisiones y a proponer medidas para resolverlos. Nunca vi en ella actitudes sectarias.

Al año siguiente (1970), Michelle encabezó un esfuerzo por conseguir que la JS conquistara la presidencia del Centro de Alumnos del Grado Oficios (enseñanza media técnica dependiente de la UTE), que culminó exitosamente cuando el militante socialista Juan Carlos Ruiz se impuso a Hugo Munizaga, candidato de las JJCC. Después del golpe de Estado, ambos dirigentes fueron presos políticos en el campo de concentración de Chacabuco.

En 1969 me convertí en profesor a jornada completa de la UTE, lo que incidió en que comencé a ver a Michelle con menor frecuencia y, desde fines de 1970, perdí todo contacto con ella. Esto se debió tanto a mi nueva dedicación profesional como al hecho de que ella comenzó a emplear una mayor fracción de su tiempo en actividades extra universitarias. Durante sus años de estudiante, Michelle trabajó en el Instituto Chileno-Vietnamita de Cultura y en el Chileno-Checoeslovaco de Cultura y también apoyando al sindicato de Mademsa y como secretaria del interventor de Cristalerías Chile. Su dedicación política y laboral hizo que no le fuera posible finalizar sus estudios en la UTE.

En marzo de 1973, Michelle y sus amigas Patricia Abarzúa y Marisol Bravo, todas militantes socialistas, emprendieron un viaje de vacaciones al Norte de Chile, que dejó muchas anécdotas, disfrutaron a plenitud y que marcó una suerte de despedida a la normalidad de las vidas de las tres jóvenes, que pocos meses después se vería profundamente alterada por el golpe de Estado.

El 11 de septiembre del 73, Michelle estuvo en su trabajo en Cristalerías Chile. En los meses que siguieron, ya desatada la salvaje represión dictatorial, algunos de sus cercanos le advirtieron que, en su condición de activista reconocida, corría peligro de muerte y le propusieron que aprovechara sus nacionalidades francesa y española para exiliarse en Europa. Ella se negó, aduciendo que la dictadura era tan aberrante que no podía durar mucho tiempo.

A partir de febrero de 1974, Michelle inició un periplo de supervivencia en la clandestinidad. Vivió en varias casas de seguridad con distintas personas, sin que yo haya podido establecer a ciencia cierta los tiempos, la secuencia ni otros detalles.

  • Casa en calle Nueva Uno, Paradero 24 de la Gran Avenida que pertenecía a una tía de Michelle. Allí ella habría conocido al dirigente socialista Ricardo Lagos Salinas, cuya familia se había exiliado en Alemania. Compartieron esa casa con Patricia Abarzúa, Marisol Bravo y Carlos Lorca durante cerca de un año. Lagos Salinas y Carlos Lorca eran altos dirigentes del PS.
  • Departamento en la Villa Olímpica, junto a Lagos Salinas, durante dos meses.
  • Pensión en Tocornal 557 junto a Lagos Salinas.
  • Casa en calle Santa Laura, Plaza Chacabuco, de un hermano de Paty Abarzúa. Michelle estuvo varias veces en esta casa.
  • Casa de Aileen Griffith (Luis Zegers 772, Las Condes), con Lagos Salinas. Para entonces, Michelle ya tenía un embarazo avanzado (1975).
  • Casa en Tiros 122, Villa Japón (Las Rejas), donde Michelle habría sido detenida en junio de 1975.

Diversos testimonios sugieren que la persona que cuidó de la seguridad de Michelle en el periodo previo a su detención fue Juan Carlos Ruiz, quien se encargó de encontrarle casas de seguridad y también de conseguirle transporte de un sitio a otro.

Posteriormente, la madre de Michelle, Gregoria, declaró que su casa había sido vigilada desde 1974 por agentes de civil buscando a su hija. Poco antes de la detención de Michelle, su madre se reunió con ella en el Drugstore de Providencia, advirtiendo su avanzado estado de embarazo. Durante ese encuentro, la presionó para que se asilara en la embajada de Francia, pero Michelle se negó. En junio del 75, Gregoria recibió una llamada anónima diciéndole “tu hija ya cayó”. Se supone que esta comunicación provino de agentes del Estado.

El 22 de junio, Juan Carlos Ruiz, llorando, contó a Marisol Bravo que había ido a la casa de Villa Japón y había encontrado todo destrozado, señal de que Michelle, y tal vez otras personas, habían sido detenidas. Marisol llamó a Gregoria esa noche, dándole la noticia.

Por recuentos de testigos se sabe que Lagos Salinas y Michelle fueron llevados a Villa Grimaldi y torturados. Gregoria recibió información de que su hija había sido ingresada en el Hospital Militar y que le pedía ropa y libros. Luego le comunicaron que había sido trasladada al Hospital de la Fuerza Aérea, que contaba con una Maternidad; también mencionaron la Clínica Santa Lucía.

Una persona, que se supone era enfermera del Hospital Militar, llamó a Gregoria para decirle que el hijo de Michelle había nacido y era hombre. Otra versión se originó en una militante del MIR, quien declaró que, a comienzos de julio de 1975, vio en Villa Grimaldi a Michelle, quien entre sollozos le habría contado que el hijo que esperaba había muerto a causa de las torturas sufridas.

Gregoria, familiares y amigos iniciaron el doloroso camino de múltiples gestiones y trámites legales procurando dar con el paradero de Michelle y, después, para identificar a sus torturadores y victimarios y exigir justicia. Cabe destacar que cuando Augusto Pinochet fue detenido en Londres, una de las víctimas incluidas en la orden de detención del juez Garzón fue Michelle, quien aparecía como ciudadana francesa.

El Partido Socialista ha honrado de diversas maneras su memoria y también sus compañeros de la UTE.

Querida Michelle: guardaré por siempre tu recuerdo y me cabe el grande y emocionado honor de haber conocido tu amistad y tu afecto. Quisiera abrazarte con todo el cariño y admiración que sentí y siento por ti. Que estas líneas contribuyan modestamente a atesorar la memoria de tu vida fulgurante.

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Agradecimientos: A Patricia Abarzúa, Marisol Bravo y Aileen Griffith por sus aportes a este artículo. Cualquier error u omisión es de mi exclusiva responsabilidad.

Santiago de Chile, 7 de enero 2022
Crónica Digital

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