ANTECEDENTES MÁS REMOTOS DEL CANAL DE PANAMÁ

 Panamá (PL) El próximo 15 de agosto se cumplen 100 años de la inauguración del Canal de Panamá, considerado por muchos la obra ingeniera más trascendente del siglo XX, cuyos más remotos antecedentes están en la colonización española del istmo.

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Antes de la llegada de los españoles a Panamá, medio centenar de etnias aborígenes, pero principalmente los indígenas NgÃñbe Buglé con más de 12 mil años de presencia en el territorio, dominaban el mar del sur, y era una ruta obligada y muy frecuentada en sus viajes a Perú y Ecuador.

La lejana Europa ni siquiera soñaba en esa época con la existencia de lo que posteriormente se denominó océano Pacífico.

En Panamá dos tribus NgÃñbe Buglé, cada una con su cacique supremo, Quibián, en la parte del norte del Atlántico (nombrado por Cristóbal Colón El Señor de la Tierra), y Ubarragá Maní Tugrí, en el occidente (Coclé, Veragua, Bocas del Toro y Chiriquí), el indomable Urracá como lo bautizaron los españoles, dominaban el istmo.

Cuando Vasco Núñez de Balboa embarca en Santo Domingo como polizón en la expedición hacia San Sebastián de Urabá, y se proclama poco después gobernador de Santa María la Antigua de Darién, una pepita de oro ocupaba todo su cerebro casi sin dejar espacio a otro pensamiento.

De allí que no tuviera remordimientos ni escrúpulos en atacar y saquear las comarcas de los caciques Penca y Careta, a quienes encontró a su paso, a pesar de la hospitalidad recibida.

La crueldad del conquistador llegó a oídos de otro cacique, Comagre, quien, tratando de evitar una masacre, invitó a Balboa a sus tierras con el ánimo de evitar una repetición de lo sucedido con sus vecinos.

Para congraciarse con Balboa, el hijo mayor del jefe indígena, 

Panquiaco, le obsequió al español un puñado de joyas labradas en oro. Para sorpresa del joven, el conquistador ordenó derretir aquellas alhajas de rica orfebrería y repartir el oro en trozos entre la soldadesca, provocando con ello una feroz arrebatiña.

¿Por qué las ha destruido? ¿Por qué liarse a golpes por un metal?, fueron más o menos las preguntas -en el lenguaje de hoy- de Panquiaco al ver aquello, sin que Balboa se inmutara.

Pero cuando el indígena le dijo que si quería oro en cantidades 

suficientes debía ir a las tierras de Tumanamá, en el «otro mar», la pepita de oro en el cerebro del español se convirtió en un lingote que le quitó el sueño, y desde entonces su cerebro sí quedó totalmente ocupado por la obsesiva idea de planear la expedición.

Sería una aventura muy brutal, pues para llegar en aquella época a la 

línea costera indicada por Panquiaco tendría que cruzar una espesa selva con todos sus peligros naturales y habitada por tribus que defenderían hasta con las uñas sus territorios. Aún hoy, el Darién sigue siendo la jungla menos hospitalaria del mundo.

Balboa pidió apoyo a España, pero no lo recibió, más bien concitó censura de la Corona que ni imaginaba lo que Panquiaco estaba poniendo en sus manos.

La negativa no frenó al jefe conquistador, quien organizó la expedición a finales de 1513 con 190 españoles, cientos de indios y una jauría de perros, tremenda, además de los caballos traídos de Europa.

Con las fuerzas diezmadas y dejando detrás un reguero de muertos por las armas de fuego y los perros, el 25 de septiembre de ese año, a las 10 de la mañana, Balboa y Panquiaco llegaron a un monte desde el cual el indio le notificó que podrían ver el «otro mar». Era la primera vez que un europeo avistaba el océano Pacífico desde América.

Al ver la inmensidad del océano, el hombre no pudo valorar qué era más impresionante e importante, si el oro del que hablaba el indígena, o el mar que se abría a su mirada. Balboa pasaría a la historia como su descubridor, aún cuando los NgÃñbe lo surcaban hacía miles de años, y a pesar de que el héroe fue Panquiaco.

Ni el conquistador español, y mucho menos el indígena, imaginaban que Panamá era el punto más estrecho del mundo entre los dos océanos y que el istmo actuaba como un estrecho puente de tierra de apenas 80 kilómetros de ancho entre uno y otro y si se perforaba se produciría uno de los acontecimientos económico, comercial, cultural, político e incluso militar más trascendente de la humanidad.

Pero no tardó tanto tiempo para que España se diera cuenta de lo que 

Balboa había avistado, y desde entonces comenzó a elucubrarse cómo 

unir ambos mares, de manera que la idea de construir un canal interoceánico es de muy vieja data.

Dos años después de aquel suceso, en noviembre de 1515, el capitán 

Antonio Tello de Guzmán descubrió un camino que cruzaba el istmo desde el golfo de Panamá a Portobelo, pasando por Nombre de Dios, gracias también a los indígenas que lo habían usado durante siglos para trasladarse de un extremo a otro, y a que había sido bien diseñado.

Los españoles lo mejoraron e incluso adoquinaron muchas partes para 

permitir el paso de sus carromatos cargados de oro hacia el almacén de 

Portobelo, para transportarlo a España, y lo rebautizaron con el nombre de El Camino Real.

En 1526 Carlos V sugirió cortar un pedazo de tierra en algún lugar del istmo para facilitar los viajes desde Ecuador y Perú a Panamá y tratar de llegar desde el Pacífico al Caribe y no como los ngÃñbes, que se quedaban en la bahía de Panamá y luego seguían por tierra.

Carlos V pensaba que abriendo esa brecha, el oro y la plata de Perú y Ecuador le llegaría más rápido y con menos riesgos para sus buques en los viajes de ida y vuelta a España. Era entonces un sueño en una noche de verano, pero un cuarto de siglo después una inspección del Istmo y un plan de trabajo para un canal fue elaborado nuevamente.

En realidad fue un impulso más imperialista que de otra naturaleza por la obsesión de España de expandir su dominio en el Nuevo Mundo.

Mientras tanto, el camino desde Portobelo al Pacífico se fue 

deteriorando y fue sustituido en 1553 por otro desde la ciudad de Panamá a la de Cruces, a orillas del río Chagres, con la variante de que se utilizaba la parte navegable de ese afluente para que los barcos transportaran la carga hacia el Caribe. La carretera fue construida, y se conoció como El Camino de Cruces, y junto a ella se edificó la fortaleza de San Lorenzo para preservar los tesoros robados.

Pero allí estaba ya el embrión de lo que sería el Canal de Panamá. Ese camino duró muchos años, y fue utilizado incluso hasta la década de 1840 por los buscadores contagiados por la fiebre del oro que atravesaba California y que fue clave en la construcción del Canal.

Prensa Latina

Crónica Digital, 14 de agosto 2014

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