Ha muerto Manuel Contreras, el esbirro principal de la dictadura militar derechista de Augusto Pinochet.
Pero su desaparición física no significa el alivio del dolor sembrado por sus crímenes. Al contrario el hecho desgraciado de que murió ostentando el grado de General es una ofensa a la institucionalidad democrática chilena, una afrenta a las víctimas de las brutales violaciones a los derechos humanos, y una vergüenza para el Ejército, las Fuerzas Armadas, las elites políticas y la sociedad chilena en su conjunto.
La muerte de Contreras, alias “el Mamo”, provoca su sobreseimiento de los casos aún pendientes en que aparece como acusado, pero no libera a su figura del juicio público y de la condena de la historia . sobre todo porque en su figura, se resume no solo una personalidad criminal, desalmada y cruel.
Sus condenas a 526 años de cárcel en 59 sentencias a firme por violaciones a los Derechos Humanos, y otras condenas a otros 578 años, en sentencias aun con recursos pendiente reflejan la magnitud de sus delitos y la política de extermino de la dictadura militar derechista encabezada por Pinochet.
Fue el instrumento perfecto, sin dudas ni vacilaciones, de una política de muerte a nivel local y regional (recordemos la Operación Cóndor para eliminar insurgentes, demócratas, en Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, Paraguay, y Brasil), de la Doctrina de la Seguridad Nacional, y de una guerra contrainsurgente regional, en los marcos estratégicos globales de la Guerra Fría.
En 1967, una época cuando Washington combatía en Vietnam y contra movimientos insurgentes en América Latina, Contreras fue un calificado alumno en un pos grado de Estado Mayor, en Fort Benning, Estados Unidos.
Tras su regreso al país, según recordó en La Tercera el director de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado, Juan Cristóbal Peña, Contreras resume su aprendizaje detallando en el Memorial del Ejército de julio de 1968 su “doctrina”: “La guerra de guerrillas se gana matando guerrilleros y conquistando a sangre y fuego sus guaridas, sometiendo a estricta vigilancia a la población, que es la base de la cual la guerrilla vive y crece”.
En su abyecta tarea tras el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 se puso a la tarea, matando líderes populares , figuras democráticas, incluyendo generales ( el que fuera su Comandante en Jefe del Ejército, General Carlos Prats), oficiales y soldados, y sembrando el terror a sangre y fuego en la población, que es, según la lección aprendida, ”la base de la cual la guerrilla vive y crece”.
Es la receta del terror sin medida, aplicada por los torturadores en Argelia, en el Medio Oriente, en Guatemala, sobre la base de manuales escritos por sus principales teóricos y prácticos colonialistas, ocupantes, invasores, y que aplicada mas tarde en Brasil, Argentina , Centroamérica y Chile, Manuel Contreras no es precisamente de Marte, o de otra galaxia, a pesar de que terminó sus días obnubilado por lecturas esotéricas, leyendo , según Juan Cristóbal Peña, El Libro de Urantia, que se dice , ”habría sido dictado por seres de otro planeta”.
El hoy fallecido ex jefe de la Dirección Nacional de Inteligencia fue el esbirro necesario para imponer la dictadura militar derechista que Nixon, Kissinguer, Agustín Edwards y los clanes económicos chilenos encargaron instalar a Augusto Pinochet y otros que aun escapan al juicio de los tribunales y de la historia.
En este sentido Contreras fue funcional al modelo político (la Constitución de Pinochet incluida) y al modelo económico que tanto enorgullece a nuestros hombres de empresa . Necesitaron, los que hoy se proclaman demócratas, de la dictadura y del terror represivo para imponer el modelo. Es decir necesitaron a Contreras.
El mismo lo declaró en tribunales al ministro en visita Adolfo Banados, a quien le senaló ”que hizo lo que se le mandó hacer”.
De todas formas se puede valorar que el senador Hernán Larraín, presidente de la UDI, donde también imperan Moreira y Novoa, haya señalado el jueves 30 de julio , que Contreras“ no debería morir como general”, y que “ suena violento que no se le degrade a alguien que no merece ese trato”.
Se trata de un tema que la muerte de Contreras puso en la mesa, pero también se refiere a otros.
Lo cierto es que hay otras tareas pendientes para la democracia chilena, las que muchos han recordado ante la muerte de este símbolo emblemático de la barbarie represiva dictatorial y que son fundamentales para una real convivencia nacional, pero sobre todo para la verdad, justicia y reparación.
Lo primero es el fin de la impunidad, del encubrimiento y protección institucional de los violadores de Derechos Humanos y de la instalación de una doctrina de Derechos Humanos en la formación de los soldados y en el Estado, de un compromiso irrenunciable con la democracia.
Al contrario se renueva el dolor, no se garantiza que el “nunca más”, no se transforme en una frase más, sin contenido ni compromiso real, y no vuelvan los fantasmas de la conspiración sediciosa, la guerra sucia, el terrorismo de Estado.
Y lo que hace inevitable es que la mano de la justicia llegue también a los “generales civiles” del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, y a los colaboradores civiles de la dictadura y a quienes hicieron sus fortunas, mientras Contreras y los suyos hacían el ”trabajo sucio” en su favor.
Por Marcel Garcés
Crónica Digital, 8 de Agosto 2015
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