El uso reiterado de inhibidores de la bomba de protones (IBP) o «antiácidos» conlleva al envejecimiento acelerado de las células en las paredes de los vasos sanguíneos, publica hoy la revista Circulation Research.
Los IBP son una familia de fármacos comúnmente utilizados para tratar la acidez y las úlceras estomacales.
El consumo de estos «antiácidos» apresura el proceso de envejecimiento natural de las células endoteliales que forman la cara interna de los vasos sanguíneos en los seres humanos, señalaron los especialistas del Instituto Metodista de Investigación de Houston, en Estados Unidos.
La investigación confirma que los IBP dañan la producción de ácidos por los lisosomas de las células de las paredes de los vasos sanguíneos.
Los lisosomas son los orgánulos encargados de eliminar los residuos de compuestos celulares, por lo tanto, sin suficientes ácidos para destruir los desechos, estos se acumulan en el interior de la célula provocando su vejez.
En individuos sanos, las células endoteliales forman una capa por la cual la sangre no se pega a las paredes; pero en las personas mayores o enfermas dicha barrera desaparece y adquiere los componentes que originan los trombos.
Según los expertos, los «antiácidos» no deben consumirse de forma prolongada y los médicos deberían considerar su empleo solo corto plazo en el tratamiento de los reflujos gastroesofágicos.
Además podrían recetar otros tipos de IBP como los «antagonistas H2» que no producen efectos secundarios.
Washington, 11 mayo 2016
Crónica Digital / PL
Jue May 12 , 2016
A pocas semanas de convocado el proceso constituyente lo cierto es que los chilenos han asumido un rol protagónico en el escenario político y social, v mal que les pese a algunos recalcitrantes enemigos de la democracia, el país está desarrollando sin duda un histórico proceso de participación ciudadana en torno a su futuro. Convocados a un proceso constitucional, en busca de una Carta Magna que de cuenta de la realidad, de las demandas democráticas y de progreso social, los ciudadanos, han asumido con entusiasmo el desafío, superando su desconfianza legitima en la clase política y dejando de lado las reticencias con que la Derecha y El Mercurio, los Piñera, los Edwards o los Larraínes y otros han intentado sabotear la iniciativa. En esta etapa inicial lo que interesa es que se escuche la voz colectiva, mayoritaria, y sobre todo organizada, de los ciudadanos, que constituye el poder y la legitimidad de la democracia. Esta es la única fórmula para, no solo expresar las demandas nacionales, ciudadanas, sino para corregir las insuficiencias o dificultades que puedan darse en un proceso inédito, de aprendizaje en el escucharse, en una discusión hecha con respeto. La extrema derecha insiste hasta ahora en negarse a la evidencia de la voluntad nacional de cambios, de la necesidad de las reformas, y rechazan con altanería y dogmatismo a figuras de su propio entorno que con pragmatismo instan a mostrar una dosis de realismo. La contradicción clave sigue siendo entre la democracia y sus enemigos, entre los partidarios de la participación ciudadana y los que siguen temiendo al pueblo soberano, y siguen intentando deslegitimar, caricaturizar y sabotear la demanda de una nueva Carta Magna. El gran objetivo nacional, patriótico, es el logro de un acuerdo constitucional que dé cuenta de lo que la sociedad nacional precisa, en calidad de normas jurídicas de convivencia, de derechos sociales e individuales, de marco institucional para una ciudadanía empoderada, participativa y protagónica, para un Chile democrático, justo, soberano. La responsabilidad, derecho y deber, que no podemos eludir, en nuestra calidad de ciudadanos, es participar, opinar, tomar la palabra, tomar partido, ya sea individual como colectivamente en la instancia social que nos corresponda, en el cabildo y en todas las tribunas a nuestro alcance, para que con el aporte de todos lleguemos a la formulación de acuerdos y propuestas comunes. La vieja Constitución, impuesta por la dictadura militar derechista que asaltó al poder el 11 de septiembre de 1973,se implantó manu militari y con la complicidad de algunos “expertos” subordinados a la bota castrense, un modelo política y cultural fascista, neoliberal en lo económico y ultraconservadora en lo valórico. Es decir es un instrumento dictatorial, antidemocrático, ilegitimo de origen y de ejercicio, que se ha mantenido por el chantaje, que simplemente no resiste las exigencias del siglo 21. La Constitución debe ser el marco jurídico fundamental que se de democráticamente la ciudadanía para regir la vida política y social de la nación, representando los intereses, necesidades, demandas, derechos y deberes, proyectos y […]