El expresidente Lagos ha mostrado que es capaz de hacer una encachada. No es novedad, le hemos visto varias en el pasado y nunca pasan de allí. Ese es todo el significado de su supuesta decisión de competir de verdad en las primarias presidenciales, lo que no hará jamás.
Como era de esperar, ha provocado algarabía en la vieja concertación y la derecha. Los opinólogos que creen que la política se reduce a acuerdos en las alturas y una farándula de candidaturas, no caben en sí de gozo. Una vez más, Lagos ha contribuido irresponsablemente al desconcierto y peligroso letargo del gobierno y la Nueva Mayoría en su deber de impulsar las reformas comprometidas.
Pero todo ello durará lo que un suspiro. La delicada situación política del país no ha variado un ápice. Como ha sucedido regularmente en el pasado, la gigantesca ola de agitación popular en alza continuará irrumpiendo en la escena política.
Forzará a los de arriba a apurar el tranco. No les quedará otra que hacer lo que hay que hacer. Es decir, avanzar con toda decisión, enderezar y completar las tímidas reformas en curso, y abordar las pendientes que son las principales.
El único que puede y debe encabezar aquello es el gobierno y la amplia coalición que lo sustenta, con la prudente venia de la oposición. Si continúan aletargados o pretendiendo escapar hacia atrás como pretenden Lagos y su corte, será el sistema político en su conjunto el que correrá la misma suerte que en Argentina hace pocos años o en Brasil en estos precisos momentos.
Eso no le conviene a nadie y no sucederá.
Por Manuel Riesco
Santiago de Chile, 8 de septiembre 2016
Crónica Digital
