Dilo, antes que sea demasiado tarde

Por Iris Aceitón Venegas

Debo dejar en claro primeramente que esta no es una crítica literaria. No tengo la experticia para hacerla; se la dejaré a los que saben de estas cosas y se dedican a ella. A mí me mueve el deseo de comentar el libro escrito por mi amigo Luis Cifuentes Seves,  sus recuerdos que se hilvanan y se entretejen junto a los  míos, su deambular por  las calles ajenas de un exilio de barrotes dorados, pero igualmente prisión, que te aleja de los afectos más cercanos,  las sensaciones y el posible conocimiento del hombre detrás de sus palabras que despertaron en mí efectos de toda naturaleza.

“Dilo, antes que sea demasiado tarde” (Cuarto Propio, 2020), es un potente título. Me lleva a la reflexión sobre la edad que estamos viviendo. Ya han partido muchos de nuestres pares, muy temprano, demasiado temprano para nuestra aceptación de la muerte. ¿Habrán alcanzado a decirlo? No me cabe la menor duda que la mayoría no lo hizo, fue muy intempestivo el viaje sin regreso.

Lucho, como científico es un hombre organizado y riguroso; no quiere dejar nada al azar, que nadie escriba palabras que él nunca pronunció, que nadie se atreva a dudar de quién es la mujer que más amó, le dedica, enamorado, este libro a Gricelda.

En la ocupación de los golpistas en la Universidad Técnica del Estado (UTE), precisa recuerdos que son vivencias subjetivas, acordes a las experiencias masivas que experimentamos todes los que nos encontrábamos ese 11 de septiembre de 1973 en la UTE. Después, el Estadio Chile donde nos reencontramos, compartiendo el horror y la muerte.  Luego, el Estadio Nacional, donde el aparato de la tortura se sofisticó hasta el aniquilamiento total de la vida.

En Chacabuco, el campo de prisioneros donde “Julio” fue prisionero se puede advertir la grandeza y la pequeñez del ser humano. El acto heroico de Alberto Corvalán y la distribución de los panes a los detenidos hambrientos, emulando el milagro bíblico. La supervivencia organizada y pragmática. La segregación que aparece hasta en una situación límite: intelectuales y profesionales por un lado, obreros y campesinos por otro… El desarrollo del arte y la cultura como bálsamo para soportar el cautiverio y potenciar el deseo de sobrevivir. El humor de Filistoque y su performance que lleva a los soldados hasta las afueras del campo de concentración. El gran eslogan que les permitió ganarle a la muerte: “Ganamos porque salimos vivos”

Julio es Lucho en todo el libro, no hay doble lectura; la realidad y la ficción se entremezclan haciendo una mixtura donde aparece el Lucho integral, ese ser humano de carne y hueso con sus debilidades y pequeñeces que todes escondemos en los recónditos rincones de nuestras almas. Aquí Lucho habla con la voz de Julio, dejando entrever toda su arrogancia intelectual, de la que muchas veces hace gala, reconociéndola de manera valiente y coloquial.

Ya en el exilio, en Inglaterra, formó parte de la creación de un grupo de cinco intelectuales que se autodenominaron “La Elite”. Su nombre lo grafica entero. Están por sobre la media del intelecto de un gran grupo de chilenes igualmente perseguidos y trasplantados a una cultura que muchas veces les es dolorosamente ajena; obreros, campesinos, empleados, que no están en condiciones de debatir sobre las tesis de  grandes  filósofos y científicos. Se mofan sin pudor de los discursos añejos y lejanos de la realidad que los circunda, pronunciados por sus compatriotas en las asambleas de los refugiades chilenes. 

En una rueda de confesiones íntimas de La Elite, nuestro Julio confiesa: “Mi mayor pecado ha sido siempre lucirme en el ámbito intelectual. Me ha traído ventajas y problemas, pero me temo que con eso trato de compensar otras fortalezas que creo no tener. Al mismo tiempo he evitado el autoelogio”, termina con sinceridad. Ese es un “secreto a voces”, le interpelan los demás miembros de su cofradía entre carcajadas.

De su exilio en Inglaterra se atreve a enumerar valiosas premisas que antes vivió casi como certezas: desconfianza de las ideologías, repugnancia de las jerarquías, nula justificación por la dominación, cero culto a la violencia, no a los prejuicios convertidos en virtudes, no a la confusión entre ignorancia y certeza, entre el saqueo y la dádiva.

La Elite fue un club de Tobi; no tuvieron cabida las mujeres, aunque muchas de éstas le hicieron zapatear las hormonas a los miembros de esta elitista cofradía.

“Dilo, antes que sea demasiado tarde”, no es una lectura fácil de digerir para los que tengan las mismas neuronas que yo. Son las vicisitudes de un académico, de un doctor, de un becado y no de un refugiado. Es un libro que merece estar en el disco duro de nuestra memoria, como una retroalimentación de nuestra historia reciente, con todos los vicios del exilio, ese exilio que tanto tendemos a idealizar.

Santiago de Chile, 12 de diciembre 2021
Crónica Digital

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Me han preguntado si podía indicar la razón principal de mi decisión de voto

Dom Dic 12 , 2021
Por Mauricio Hidalgo Me han preguntado si podía indicar la razón principal de mis decisión de voto para estas elecciones presidenciales. Le he dado algunas vueltas a esa solicitud y luego de un rato he sentido la necesidad de responder. Quizá no sea la respuesta esperada, pero es la mejor respuesta que podría dar en esta red y en este contexto. Enfrentados a una disyuntiva (ej., votar por uno u otro candidato) que podría cambiar nuestras vidas, el puro razonamiento lógico es necesario mas no suficiente. Una lección que podemos extraer desde la investigación neurocientífica es el papel fundamental de las emociones y sentimientos al navegar por las, a veces, tormentosas corrientes de esto del vivir. Y el vivir nos obliga a tomar día a día diferentes decisiones que impactarán no solo en nuestra vida personal, sino que en ocaciones en la vida social y en la vida de la comunidad. Y en este derrotero llamado vida que nos obliga a tomar decisiones día a día, las emociones y sentimientos son ese pegamento mágico que le da coherencia, sentido y dirección al vivir. Así como en algunos casos los sentimientos fuertes pueden hacer estragos en el razonamiento, en otros la falta de consciencia de los sentimientos también puede ser ruinosa, sobre todo cuando se trata de sopesar las decisiones de las que depende en gran medida nuestro posible «destino». Decisiones tales como: qué carrera estudiar, conservar un trabajo seguro o cambiar a uno que supone más riesgos pero es más interesante, con quién casarse, dónde vivir, y así… nuestra vida está llena de grandes preguntas que buscan grandes respuestas. Y en cada respuesta, se toman decisiones que no podrían tomarse correctamente solo gracias a la racionalidad (apelando a esa dualidad cartesiana ya decimonónica); exigen emociones, diríamos exige la participación de la sabiduría emocional acumulada gracias a las experiencias pasadas tanto ontogénicas como inter/transgeneracionales. En definitiva, la sola lógica formal, la razón neocortical, nunca podrá funcionar como la única base para decidir cosas realmente importantes en nuestras vidas, éstas son esferas en las que la razón siendo necesaria es ciega sin las emociones. Y ahora, ¿Cuál es mi principal razón para votar por uno de los candidatos? No existe una principal razón, lo que existen son muchas pequeñas principales razones, quizá entre todas ellas pueda construir una gran principal razón. Y creo haberla encontrado. Espero estimado lector, usted también pueda encontrarla. Mauricio Hidalgo: Biólogo PhD. Investigador Independiente. Intereses: Neurociencias, neuroepigenética, aprendizaje y epigenética biopsicosocial. Aprendiz en esto del vivir. Divulgador y Escritor. Autor de los libros: Ayurveda en una era post-genómica (2018). Epigenética: (Re)pensar el aprendizaje y la educación (2018). Neurociencias, Aprendizaje y Bienestar (2019). Santiago de Chile, 12 de diciembre 2021 Crónica Digital

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