Sáb Sep 3 , 2022
Por Pablo Jofré Leal* Estados Unidos está enfrascado en una lucha por mantener una hegemonía, que día a día va a la baja o al menos muestra, en estos últimos años, un desbalance de ese poder imperial omnímodo. Una supremacía bajo el signo del unilateralismo estadounidense, visualizado desde la caída del campo socialista hasta la decisión de la República Popular China y la federación rusa de disputar palmo a palmo áreas que parecían estar dominado completamente por Washington y los suyos. Una tarea titánica pero necesaria. Esa ambición globalizante de Washington se manifiesta, en todos los continentes, con expresiones económicas, políticas, diplomáticas, con el ejercicio de presiones sobre los organismos que la propia comunidad internacional se ha dotado, como la ONU y sus instituciones que suelen ser chantajeadas con el cesar las contribuciones financieras por las administraciones estadounidenses cuando se les critica a ellos directamente o a sus aliados incondicionales. Como ha sucedido cada vez que organismos como la UNICEF, UNESCO, el Consejo de Derechos Humanos ha emitido informes condenatorios frente a las acciones de crímenes de guerra y lesa humanidad, llevadas a cabo tanto por el régimen sionista (1) como la monarquía saudí. Y, dentro de esas expresiones enumeradas se destaca, sin duda, el aspecto militar, que desde el año 1991 a la fecha ha significado por parte de Estados Unidos y sus socios, principalmente de la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN – donde suelen participar, activamente, regímenes como el sionista y la monarquía wahabita de Arabia saudí: una doble invasión y ocupación de Irak. Invasión y ocupación de Afganistán. Operaciones militares en Somalia, operaciones político-militares en el Sahel, bombardeo e intervención en Serbia, invasión y fragmentación de Libia. Guerra terrorista contra Siria, guerra contra Yemen. Las llamadas guerras suaves, plagadas de acciones desestabilizadoras contra Cuba, Venezuela, Bolivia. Una batería de acciones encaminadas al control territorial y riquezas, principalmente energéticas, rutas de oleoductos y gasoductos. Ese marco de acción occidental, liderado por Estados Unidos, suma a sus aliados de la OTAN en Europa, como también a Australia, Nueva Zelanda y naciones asiáticas, confrontadas con la República Popular China como es el caso de Corea del Sur, Japón, Filipinas, la provincia china de Taiwán, entre otras, que constituyen el referente confrontacional del papel emergente como potencia mundial que ha consolidado la República Popular China y la propia Federación Rusa. Esta última, tras años en bambalinas y sometida a una política de cerco, que tiene a las puertas de su frontera occidental a la OTAN – con una Europa, dotada de 200 bases militares de las cuales 46 de ellas se encuentran radicadas en suelo alemán. Centenares de miles de efectivos militares tanto de los ejércitos nacionales de los países limítrofes como aquellas fuerzas de acción rápida, conformadas, principalmente por unidades de las potencias más poderosas de esta Europa Otanista. Tengamos presente que Washington, bajo la presidencia del ex mandatario Donald Trump obligó a los miembros de la OTAN a aumentar el porcentaje del Producto interno Bruto (PIB) […]