Crítica
Por Miguel Alvarado Natali, Editor de Cultura
“Arpeggione” es una pieza teatral que corresponde a una trilogía escrita en 1962 por el médico, actor y dramaturgo chileno Luis Alberto Heiremans, quien en su corta existencia de 36 años nos dejo una gran cantidad de obras que están fuertemente influida por el existencialismo. Jesús Urqueta, quien ya la había dirigido en el 2018 ahora asume estas nuevas presentaciones en la Sala La Comedia del Teatro Ictus hasta hoy 13 de Enero.
Lorenzo es un violonchelista consagrado al cual le recomiendan a una pianista que le sirva de compañera de ensayos en ausencia de su músico de giras, que está fuera del país. Roselin o Rosa no es una profesional, pero aprendió piano con su padre que fue un músico clásico. Ambos comienzan a juntarse diariamente en un auditorio para interpretar la Sonata en La menor para arpeggione y piano, de Franz Schubert, creada en 1823 para este instrumento (Un mestizo de guitarra y violonchelo). Ella es un poco insegura, lo admira, quiere hacerlo bien, cada sonido en el piano es un pensamiento de su vida un poco solitaria y aburrida. Él es perfeccionista, poco sociabilizador. No quiere perder el tiempo en conversaciones, si no que encontrar la nota exacta en esa tecla y rechazar la invitación a tomar once de Rosa. Dos almas que vibran con la música y que poco a poco van encontrando algo en común entre ellos, como reírse juntos de la palabra zanahoria.
Las actuaciones están conmovedoras y graciosas. Tienen ese acercamiento íntimo con el público. De hecho en algunas escenas los actores interactúan desde la platea. La actriz Claudia Cabezas interpreta a Rosa. Su actuación es delicada, sublime. Transmite un aire melancólico, de búsqueda, de sueños y de una soledad, pero no esa soledad triste, más bien jubilosa. En tanto Nicolás Zárate, es Lorenzo. Un interprete de Shubert, un poco obsesionado con las notas perfectas, introvertido y perturbado por el miedo a que su compañero pianista no vuelva del extranjero. Su rol es sólido, sosteniendo un personaje hasta su última frase inesperada y por un segundo hasta cruel con Rosa.
Arpeggione es una obra que se tiene que vivir. Está llena de sentidos, donde la música juega una importancia y va bordeando lo dramático. Hay una mirada distinta de lo que entendemos por soledad. Aquí hay una felicidad a medias de los protagonistas, una especie de búsqueda en un bosque imaginario que ambos observan bajo una palabra esperanzadora, como una cábala, pero que es el nombre de un perro regalón -Buenaventura-. Arpeggione es una puesta en escena notable, con unos monólogos que por momentos parecieran tan ligeros, sin embargo, la trama va tomando relevancia al entrar en un viaje al interior de estos seres iluminados por la música y a la vez oscurecidos por una soledad casi escrita en las propias partituras de Schubert y su “Guitarra d´amor”. Una historia de un encuentro y desencuentro a la cual le faltó la última nota para el amor.
Por Miguel Alvarado Natali
@miguel.a.natali
Santiago de Chile, Crónica Digital, 13 de Enero 2024