La recurrente Crónica de una muerte anunciada que nos legó Gabriel García Márquez voló en las últimas horas con el Amén del Vaticano, con dureza y verticalidad.
De la mano del propio papa Francisco, el remezón en la Iglesia católica de Chile está en el ambiente y si bien los tiempos de implementación de medidas pueden ralentizarse por los ritmos eclesiales, sobresale el sabor a escarmiento.
Muchas cosas cambiaron respecto al accionar del Vaticano y de su actual máximo representante, el antiguo obispo argentino Jorge Mario Bergoglio. El secretismo fue trasgredido, evidentemente con toda intención.
La renuncia masiva de los obispos chilenos convocados a Roma durante tres días esta semana terminó siendo una noticia relativamente menor. Se conocieron detalles de un texto entregado por el sumo pontífice.
Hay detalles o luces de las consecuencias que traerá para la iglesia chilena los casos de encubrimientos de abusos sexuales en general, pederastia, manipulación de pruebas, mentiras y hasta incineración de evidencias.
Parece obvio que de alguna forma, el mismísimo Vaticano permitió que se deslizaran detalles de lo ocurrido al interior de sus puertas, cuando en un inicio su portavoz dijo que no habría declaraciones ni comunicados de cierre.
La cadena local de televisión T13 tuvo acceso a un texto de 10 cuartillas entregado por Francisco a los 34 obispos chilenos en el que entre otros aspectos subraya: «hay una herida abierta, dolorosa y hasta ahora «ha sido tratada con una medicina que, lejos de curar, parece haberla ahondado más en su espesura y dolor».
Antes de los tres días de reuniones, llamados a las meditaciones con votos de silencio e intercambios entre Francisco y los obispos, tres víctimas de abusos sexuales de la Iglesia Católica chilena visitaron, invitados por el Sumo Pontífice.
Juan Carlos Cruz, James Hamilton y Juan Andrés Murillo, quienes sufrieron los actos de pederastia del defenestrado cura Fernando Karadima, se mostraron satisfechos con las posturas del papa y confiaron en castigos ejemplares.
Fueron ellos los más enérgicos denunciantes del obispo de la sureña localidad de Osorno, Juan Barros, detonante del escándalo que hizo cambiar de opinión a Francisco tras una atropellada visita a Chile en enero.
Barros y el cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo emérito de Santiago, son sindicados por ocultar evidencias sobre el caso Karadima.
En una de las partes del documento revelado por T13, Francisco escribe:
«La Iglesia chilena se ensimismó de tal forma que las consecuencias de todo este proceso tuvieron un precio muy elevado: su pecado se volvió el centro de atención».
«La dolorosa y vergonzosa constatación de abusos sexuales a menores, de abusos de poder y de conciencia por parte de ministros de la Iglesia, así como la forma en que estas situaciones han sido abordadas, deja en evidencia este cambio de centro eclesial», completó.
Pero hay más. Según medios chilenos, se comprobó que hicieron desaparecer pruebas y el papa Francisco calificó los sucesos de hechos delictivos, escándalo y hasta de la necesidad de «ir más allá» de la remoción de personas para solucionar la crisis.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 18 de mayo 2018
Crónica Digital /PL