(En recuerdo y homenaje a Alvar Herrera, que me advirtió pocos días antes de su partida, de la necesidad de estar alertas ante la actividad de los enemigos de la democracia, activos en determinados poderes fácticos , complotando como siempre y afilando sus garras).
No hay que ser muy suspicaz ni políticamente irresponsable para no percibir que el ambiente político y social nacional está crispado.
No se puede ocultar que en el escenario se mueven fuerzas, cuyos objetivos se enfilan a generar incertidumbre, desgobierno, inseguridad. No hay que ser ingenuo de no percibir en palabras y acciones, la intencionalidad de una desestabilización , una ruptura del orden social e institucional, que lleve al país a una crisis que busque justificar la violencia insurgente , de muchos colores, y la tentación autoritaria.
El Cristo roto (una metáfora dramática y alarmante del momento), las invocaciones a la lucha armada de Llaitul, las advertencias de algunos líderes estudiantiles secundario de que “No los dejaremos gobernar”, el asalto a La Moneda de jóvenes “idealistas”, la iracundia verbal de algunos líderes políticos, los ataques incendiarios en la Araucanía, el saqueo a comercios en medio de motines callejeros, conforman un escenario de franco desafío a la institucionalidad y al orden democrático.
A lo anterior se suma la inacción o franca desidia, o por lo menos la incapacidad operativa mostrada por las fuerzas policiales en la labor de prevenir actos de violencia que lindan en la delincuencia o el terrorismo, e intervenir con oportunidad, celeridad y eficacia, y la franca altanería y actitud desafiante ante la autoridad política, y la sociedad en su conjunto de algunos oficiales generales de Carabineros, rayanas también en la insubordinación.
Junto a todo ello -de por si alarmantes síntomas de inestabilidad político social- los gremios empresariales, los partidos de la Derecha Política, hacen lo suyo, generando el caos económico, el malestar social, una amenaza constante contra las reformas, y contra los valores de la democracia.
Pero quizás lo más grave es que la ciudanía no percibe con claridad en los partidos de la gobernante
Nueva Mayoría, ni en el Gobierno, la capacidad de leer con serenidad pero con legítima preocupación los síntomas de la crispación social, de entender la gravedad del momento, y menos actuar en consecuencia, adoptar las correspondientes iniciativas políticas.
Por su parte, los medios de la derecha y algunos otros – cumplen-, una vez más como en los años 70, el rol de incendiarios.
Es en este cuadro donde se instala el montaje contra la persona de la Presidenta Michelle Bachelet, el intento de asesinato de imagen con los instrumentos de la guerra sicológica en marcha, hecha por uno de los grupos económicos y mediáticos más poderosos del país, con el episodio miserable de las denuncias de un operador político de la UDI, destinado a enlodar la honra y por cierto el buen
nombre.de la Mandataria, para el cual se utilizó desde el principio, como espolón de proa, a la revista Que Pasa.
Esta ofensiva de erosión de imagen de Michelle Bachelet, como se sabe, y advertimos con la debida anticipación, se inicio incluso antes que fuera elegida y asumiera la presidencia como una estrategia permanente de buscar desmoronamiento de la adhesión ciudadana, del cariño popular, con una dosis de encono político pocas veces vistos , discriminación por su calidad de mujer, y el machismo imperante en la sociedad, particularmente en los cerrados círculos empresariales y de los poderes fácticos nacionales.
La abrumadora derrota política propinada por los ciudadanos electores en los comicios presidenciales del 15 de diciembre de 2013, y la pérdida de su poder en el Parlamento llevo a la Derecha a declarar una “guerra a muerte”, una oposición sin cuartel, y un ataque permanente al gobierno, a su programa, y a la persona e imagen de la presidenta.
Las secuelas inmediatas y posteriores a esta agresión masiva con esta última operación, a partir de acusaciones no solo sin fundamento alguno, sino que claramente hechas con el fin de justificar y desatar la campaña ulterior, con su correspondiente estrategia de manipulación, magnificación, y repercusión a través de los medios y hasta políticos, solo constatan la coordinación desarrollada por los conspiradores. Y las estrategias de esta nueva batalla de una ”guerra sicológica” brutal y permanente.
El fantasma de la “guerra sucia” y de la “campaña del terror”, son una realidad y una práctica cotidiana.
Desde este punto de vista las fallas comunicacionales en La Moneda, son aunque inconcebibles y lamentables, una mera reacción , que como se sabe en comunicaciones, no tienen efecto, sobre todo cuando existe un control prácticamente absoluto de los medios por parte de la Derecha política y empresarial y no existe política comunicacional propia y suficiente en la materia, y sobre todo cuando , además, se sufre de un “fuego amigo” de quienes están haciendo cálculos políticos personales y de poca monta, en lugar de actuar unidos , con una estrategia conjunta, con lealtad hacia las políticas, el programa del gobierno y a los principios y los valores democráticos
En este sentido la ingenuidad de dejarse atrapar con apelaciones hipócritas a la transparencia, argumentaciones sobre a la libertad de prensa, del pensamiento, de los derechos de enjuiciar a las autoridades del país, no tiene justificación. Tampoco es comprensible que algunos pierdan el rumbo, y participen de la manipulación de los empresarios y políticos o de quienes se presentan como académicos o defensores del gremio y de los principios, cuando en la realidad son subordinados de los empresarios propietarios de los medios y coludidos con los políticos derechistas, y que en los hechos digitan el complot.
No son los complotadores de ayer y de hoy, los asesinos y cómplices de crímenes contra la democracia y los demócratas, los victimarios de periodistas, los que orientaron la represión, la clausura y la censura de medios durante la dictadura de Pinochet, y luego intentaron justificar informativa y editorialmente, con titulares miserables y argumentos falaces esos crímenes, los que pueden hoy día vestirse de Catones en estas materias.
No son de ninguna manera apóstoles de las libertades democráticas y muchos menos de la defensa de la libertad de prensa y del derecho a la información de los ciudadanos, los que monopolizan la propiedad de los medios y que defienden en realidad su concepto monopólico de “libertad de empresa” y “farandulizan” el escenario noticioso, y utilizan la información, la prensa, como un medio no solo de lucro sino de manipulación política.
Mientras tanto, y uno tiende a pensar que no por casualidad, la violencia parece enseñorearse del escenario , conveniente exacerbada, orquestada por políticos y medios de la derecha.
Hay por lo menos un origen sospechoso, y más bien parece una conjura, donde diversos actores, que aparecen como lejanos (ultras de diversa raigambre y políticos pinochetistas) juegan un rol cómplice, y no se puede descartar, concertado, y que evidentemente se retroalimentan.
El objetivo no puede ser otro que el de generar un ambiente de incertidumbre total, de desconcierto en la ciudadanía, de desgobierno, de “desorden”, de “incapacidad” de las autoridades en la gestión de la seguridad ciudadana, y por lo tanto justificar así la estrategia policíaca y represiva de “tolerancia cero”, para el cual traen desde Estados Unidos- como parte de la campaña presidencial de Sebastián Piñera- al ex alcalde republicano de Nueva York , Rudolph Giuliani (1994-2001), convertido hoy en empresario en materias de seguridad pública, una especie de “guru” para las derechas latinoamericanas.
Dicho sea de paso, embriagado en sus sueños de poder, Piñera no tiene la mínima vergüenza de su fracaso en el prometido control de la delincuencia durante su gobierno, cuando prometió para conquistar votos, poner fin a la “puerta rotatoria”, y amenazó a los delincuentes que con él “ se acabaría el recreo”.
En fin, para la Derecha “todo vale”. Y hoy aparecen embarcados en una nueva ofensiva de terror comunicacional, como metodología política con el propósito de retornar al poder presidencial y lo que está sucediendo en el escenario del país, es parte de esa estrategia única e implacable.
Lo que pasa es que el irrespeto y la violencia -dos vectores para la conjura antidemocrática- está pasando la línea de lo aceptable y lo que parece en marcha, es una inquietante y peligrosa estrategia de confrontación y una práctica de desestabilización social.
Por Marcel Gacés Muñoz
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 26 de junio 2016
Crónica Digital