El filo de su verbo puede resultar incómodo y la vehemencia de su discurso abruma, como si se tratase de un artista de espejos que impiden esquivar la mirada ante problemas cotidianos. Pablo José Montoya Campuzano, colombiano de Barrancabermeja, 53 años, flamante ganador del Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, concedido por un jurado Internacional bajo el auspicio de la Universidad de Talca y el Banco Santander en Chile. La conversación con Prensa Latina no repara en protocolos. Estamos en un salón del Centro Gabriela Mistral de Santiago, una poeta por la que guarda sincera admiración, al igual que por Donoso y Roberto Bolaño. Acaba de recibir el lauro, consistente en un cheque de 50 mil dólares, una medalla y un diploma. Dejó el auditorio «caliente», con un discurso vertical, incisivo, sobre la realidad de Colombia, pasado y presente. -No soy político, simplemente escritor interesado y comprometido con la realidad. Creo que la palabra es también un arma en busca de los cambios que necesita la sociedad. Intentarlo es una necesidad. Antes de profundizar en temas de esa índole, vale la pena saber un poco más de Montoya, primer colombiano en conquistar la distinción José Donoso que antes lograron los mexicanos José Emilio Pacheco, Jorge Volpi y Juan Villorio. También, el cubano Miguel Barnet, el nicaragüense Sergio Ramírez, los chilenos Isabel Allende y Pedro Lemebel, el español Javier Marías, el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa y el brasileño Silviano Santiago, entre otros. La pregunta gira en torno al quehacer de Montoya. -Es una obra multifacética, que se preocupa mucho por ampliar los imaginarios literarios realistas que caracterizan la literatura colombiana y latinoamericana, un poco alejada de esos referentes de la violencia, narcotraficante, del realismo sucio urbano. «Mi obra dialoga mucho con las artes, la música, la pintura, con la fotografía, con la historia». No se olvida de la violencia por supuesto, pero la asume desde una perspectiva un poco diferente. Tríptico de la Infamia, Premio Rómulo Gallegos en 2015; Habitantes; Réquiem por un fantasma; El beso de la noche; Novela histórica en Colombia, 1988-2008: entre la pompa y el fracaso; y Música de pájaros, son sus trabajos más emblemáticos. -Transito entre la novela, cuento, poema, prosa, ensayo y crónica, y me parece que es una apuesta que le he hecho a esta forma de estructura, y este premio pues corrobora que mi búsqueda no ha sido errada. INQUITUDES DE UN HOMBRE INQUIETO Aunque su estilo literario se caracteriza por las frases cortas y punzantes, no deja de asombrar la sutileza con que maneja sus ideas, apoyándose en la música y la pintura. Especial acento en la violencia y el panorama colombiano general. No podría faltar en la carpeta de interrogantes dos temas de palpitante actualidad: Donald Trump y los por ahora fallidos Acuerdos de Paz en Colombia. -Me siento muy preocupado por el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Debemos acostumbrarnos a las grandes derrotas que ocurren en un mundo tan convulsionado. -Recordemos el revés de […]

¿Cuáles son los incentivos que hoy tienen los partidos de la Nueva Mayoría para mantenerse fieles a la Presidenta? Ninguno. Es más, todos los estímulos apuntan a alejarse de ella y de su gobierno y tratar de salvar el propio pellejo. En otras palabras, los partidos están mirando hacia los comicios legislativos del próximo año. Y están actuando de manera acorde. No sería extraño que Michelle Bachelet termine su gobierno entregando la banda presidencial a la derecha. Ya lo hizo una vez, en 2010. En 2018 podría ser la segunda. De manera casi tragicómica, el escenario político y electoral parece haber retrocedido a la década pasada. Durante los cuatro años de su primer gobierno (2006-2010), la mandataria no logró posicionar a ninguno de sus ministros como candidato. Hoy tampoco. Tanto al final de su primer gobierno como ahora emergen dos ex Presidentes como candidatos presidenciales. Y tanto entonces como hoy, la coalición gobernante parece un castillo de naipes. Pero existe una gran diferencia. En 2009 Bachelet disfrutaba de la espectacular ola conformada por casi un 80% de popularidad. Hoy chapucea a la orilla de la playa con poco más de 20% de aprobación ciudadana. Y en esa diferencia puede estar el germen de su decepcionante segundo gobierno. En 2009 los asesores del llamado segundo piso de La Moneda estaban más preocupados de mantener la popularidad de la Presidenta para proyectarla hacia las presidenciales de 2013, que de asegurar la continuidad de la coalición gobernante. Si Bachelet no potenció figuras propias y no quiso participar en construir al candidato oficialista fue porque quería volver al poder. El resultado fue una pequeña guerra civil dentro del oficialismo que terminó con una primaria completamente trucha que coronó a Eduardo Frei Ruiz-Tagle, y con el ex diputado socialista Marco Enríquez-Ominami corriendo finalmente por fuera. Y, claro, con el siempre ambicioso Sebastián Piñera como Presidente. Durante su ausencia del país en los siguientes cuatro años, los bacheletistas se encargaron de mantener viva la llama de la popularidad de su ex jefa, convencidos –con justa razón- que su reelección era casi segura, sobre todo después de la protestas estudiantiles de 2011. Ahora el país parece estar viendo la misma película, sólo que esta es peor porque el espectador ya conoce la trama: es una suerte de remake al estilo de Hollywood, que casi siempre echa a perder buenas películas extranjeras. El ex presidente y candidato Ricardo Lagos ahora actúa en el rol de Frei, y el senador Alejandro Guillier podría convertirse en un ME-O si es que los poderes fácticos de la Concertación lo vetan para primarias. Y, claro, Piñera sería nuevamente Jefe de Estado. La gran diferencia es que esta vez Bachelet ya no tiene futuro político, al menos no en el ámbito presidencial. Y eso lo saben los partidos oficialistas. Y eso explica en gran parte todos las “peleas” que han tenido durante los últimos meses y en especial en lo últimos días si uno observa el accidentado reajuste salarial que la Moneda propuso […]

El experto de la Universidad de Santiago, Pablo Lacoste, afirma que el llamado del Presidente electo de Estados Unidos a dejar atrás las divisiones provocadas durante la campaña responde a un simple cálculo político que no se traducirá en una mayor ponderación de sus propuestas. “Va a ser un Gobierno de bastante tensión, división y enfrentamiento”, anticipa. -“Va a poner a prueba la calidad institucional de Estados Unidos y la convicción republicana del Parlamento, pero tiene el poder y, por eso, mil herramientas para lograr que los diputados y senadores de su partido lo apoyen”, advierte. «Es tiempo de que Estados Unidos vende las heridas de la división. Digo que es tiempo de que nos reconciliemos como un solo pueblo unido». Con estas palabras, Donald Trump enfrentó el día después de su triunfo en las urnas de Estados Unidos, país que lo eligió como nuevo Presidente para conducir el destino “de todos” los estadounidenses, según las propias palabras del magnate republicano. Diversas opiniones han leído esta señal como un viraje de su discurso, desde la agresividad a la moderación. Sin embargo, para el analista internacional de la Universidad de Santiago, Pablo Lacoste, “ese discurso de Donald Trump es meramente maquillaje. Trata de mostrar una imagen más amable, pero no es él. Ese es el juego de algunos asesores. La esencia de Trump es la que él ha mostrado en campaña y la actitud que ha mostrado durante toda su carrera como empresario, agresivo frente a sus clientes y proveedores. Representa un individualismo extremo”, sostiene. Respecto a la viabilidad de que su programa de Gobierno sea aprobado en el Congreso de la máxima potencia mundial, Lacoste anticipa “grandes batallas políticas, donde tendrá que ingeniárselas para imponer su voluntad”. No obstante, agrega que aunque “va a poner a prueba la calidad institucional de Estados Unidos y la convicción republicana del parlamento, tiene el poder y, por eso, mil herramientas para lograr que los diputados y senadores de su partido lo apoyen”. “Más de 70 millones de personas le dieron un mandato. Él es el Presidente y se sienten representados por Donald Trump. Esto es clave. Esto representa legítimamente a ese país. Ese señor, que es xenófobo, racista, que desprecia a los latinoamericanos representa a EE.UU., aceptémoslo”, enfatiza. El experto proyecta que su administración “será un Gobierno de bastante tensión, división y enfrentamiento. Va a querer imponer su voluntad porque Trump no llega con una trayectoria cívica. Un político con esta trayectoria aprende a vivir democráticamente, construir consensos, escuchar de los demás, pero él no es así, no tiene esa escuela. Tiene una formación autoritaria, de quien es dueño de una empresa, que da órdenes a sus empleados y les impone condiciones a los proveedores, explota al máximo su posición hegemónica, seduce a sus clientes para que le compren lo que vende hasta que lo hacen, y ahí ya no le importa lo que piensen. No tiene ninguna sensibilidad humana ni capacidad de ponerse límites a sí mismo”. Pese a este escenario negativo, […]

Ni las polémicas por sus insultos a las mujeres, a los inmigrantes latinos o a numerosos veteranos de guerra impidieron que Donald Trump venciera en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. El director (s) del Instituto de Estudios Internacionales, José Morandé Lavín, conversó con Prensa U. de Chile sobre las razones que explican este triunfo, el nuevo escenario que abre en el mundo, y las posibles consecuencias para América Latina. El inapelable triunfo del candidato Donald Trump en las elecciones presidenciales de este 8 de noviembre sobre Hillary Clinton sorprendió a analistas, mandatarios internacionales y a gran parte de la misma población de Estados Unidos. Ni la apelación a las minorías denostadas por el candidato, ni tampoco la oposición de históricos líderes republicanos como George Bush o John McCain lograron detenerlo. La victoria en estados clave como Ohio y Florida así como en antiguos bastiones demócratas como Pennsylvania gracias al voto masivo de trabajadores blancos que en 2012 apoyaron a Barack Obama, le permitieron al magnate inmobiliario llegar a la Casa Blanca. El director (s) del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, José Morandé Lavín, experto en Estados Unidos y América Latina y máster en Estudios Internacionales en la University of Denver, analizó los resultados y el escenario que se abre tras el resultado del martes. En su primer discurso como presidente electo, Donald Trump realizó un llamado a la unidad del Estados Unidos. ¿Es creíble su llamado tras las críticas e insultos que lanzó contra hispanos, afroamericanos y mujeres durante su campaña? Creo que hay que separar dos fases, dos Trump, el candidato y el presidente electo. Ciertamente es una señal de que busca generar cierta confianza en la ciudadanía, sobre todo entre quienes no votaron por él y que además desconfían de él. Quiere proyectar la imagen de un presidente que es también un estadista y el llamado a la unidad es lo obvio, un esfuerzo por integrar a la población y dejar atrás los resquemores e incógnitas detrás de su campaña. Durante la campaña fue posible ver un tensionamiento importante en el Partido Republicano. Varias de sus figuras se declararon en contra del candidato y a pesar de todo lograron mantener el control del Congreso, ¿esas tensiones continuarán o la responsabilidad ante el poder hará que las voluntades partidarias se unifiquen? Indudablemente que las tensiones no desaparecerán, pero la tarea de gobernar es compartida entre el Ejecutivo y el Congreso, y si quiere dar gobernabilidad a su administración Trump deberá conversar y negociar con su partido, que no necesariamente tiene consenso en todos estos temas. Además deberá tener un diálogo con la oposición demócrata. En el Partido Republicano hay divisiones, que se manifestaron en las actitudes de los lideres al dar su apoyo o no a la candidatura, pero lo que manda es la ciudadanía, quienes eligieron al candidato republicano. Es un tema que no es sencillo a pesar de tener las dos mayorías, y Trump tendrá que tenerlo en cuenta para desarrollar su […]

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La política chilena está en una crisis de sentido (por qué y para qué hacemos lo que hacemos), una crisis que lleva décadas y que estoy convencido seguirá profundizándose si no se dan giros mayores; si no se logra acceder a preguntas realmente profundas y honestas. Por lo mismo, puedo entender la “movida” de muchos políticos de hacerse los locos o de estar bajo techo hasta que concluya la tormenta. Comprendo la maniobra, pero eso no es suficiente. Estoy convencido que entre otras cosas, tres distinciones marcarán la diferencia a la hora de hacer política en el presente y el futuro de este país: la Axiología (sumar ética y valores conductuales al hacer de la política en todos sus dimensiones), la Gnoseología (integrar conocimiento y nuevos saberes a la administración del Estado y sus servicios) y la Ontología (conocernos como actores políticos, conocer nuestras creencias e identidad). Cuando estos tres conceptos dialogan en forma consciente, los resultados son otros. La política chilena en forma transversal en estas últimas décadas, se ha fundado desde la ambición y el ego (megalomanía a ratos) de sus participantes, dos conceptos que obviamente jibarizan los procesos sociales y con esto, se impacta directamente y en forma negativa en la vida de las personas. En las últimas elecciones (alcaldes y concejales) la gente dejó de votar ya que se dio cuenta que sus vidas estaban intactas… nada había cambiado. Los ciudadanos comprendieron que el poder político y los “servidores públicos” tenían como norte el poder por el poder y, a la vez, generar beneficios directos en sus familias (que son siempre las mismas) y amigos. La palabra “meritocracia” se borró del mapa, los abusos y regalías se multiplicaron para una casta de beneficiados y, como todo abuso es acumulativo, el ciudadano de a pie al final del día se agotó, ¡así de simple! Dejaron y dejamos de creer porque el truco fue descubierto… la magia se esfumó después de ver lo que había detrás del telón… y soltamos. Hoy el uso locuaz de las palabras y el marketing político no son suficientes para movilizar a las personas, la gente se mueve cuando percibe honestidad, coherencia y consistencia en la invitación (mensaje), cuando visualiza un propósito común y verosímil, cuando el llamado lo conecta con algún dolor, preocupación o desafío pendiente (AFP, salud, diversidad sexual, vivienda, medio ambiente, niñez, mujer, tercera edad, educación…). La ciudadanía, más allá que por años se le haya querido tratar desde el clientismo, este último tiempo redefinió su rol en el Chile que se viene: hoy los chilenos quieren ser tratados como ciudadanos y ya no como consumidores. Es decir, se rompió la confianza porque las palabras fueran muchas y los resultados escasos. Estoy seguro que el mundo político hoy tendrá múltiples excusas y teorías para explicar el fenómeno de la alta abstención, pero también tengamos la claridad y humildad para entender que lo que aquí ocurrió es la conclusión de un proceso sin vuelta atrás, un proceso ascendente y dinámico en […]

Después de la contundente abstención ciudadana propinada al conjunto de la clase política, resulta alentador que los ex presidentes Sebastián Piñera y Ricardo Lagos sigan empecinados en volver a La Moneda. Renuentes, como se demuestran, a aceptar que el fracaso electoral es a ellos a quienes compromete especialmente como las figuras más identificadas con los dos grandes conglomerados políticos. Pactos electorales que en estos comicios han disminuido bastante más de un millón de sufragios en relación a las municipales anteriores, cuya participación popular, como se recuerda, ya era muy precaria. En el caso de Lagos Escobar quedó de manifiesto que sus candidatos predilectos resultaron francamente derrotados, como le ocurriera a Carolina Tohá en la comuna de Santiago. En cuanto a Piñera, la UDI, el partido que más disposición tiene a apoyarlo, bajó ostensiblemente su caudal electoral dentro de la llamada centro derecha. Sin embargo, ninguno de los dos ex presidentes ha considerado hasta aquí abandonar sus pretensiones electorales, por lo que es muy posible que se empeñen y consigan, incluso, ser proclamados por los principales partidos del llamado duopolio político sin elecciones primarias. Es raro, pero explicable, que ambos exjefes de estado sean considerados como una tabla de salvación por estas colectividades, si se considera la ausencia de otros líderes que tengan la misma resolución, hasta aquí, de insistir en sus candidaturas, contra los vientos y mareas electorales. En el caso de la Nueva Mayoría, pese al malestar que le produce a muchos la candidatura Lagos, la presidenta del Partido Socialista ya renunció a postular como abanderada, al tiempo que de la figura mejor posicionada en las encuestas, como Alejandro Guillier, se habla que su nombre finalmente pudiera ser bien “negociado” a nivel de las cúpulas partidarias. Es decir por quienes, más que ungirlo como Presidente, prefieren negociar cuotas de poder en el Congreso Nacional y en los cargos de gobierno al momento de una nueva repartija. En la derecha, pese a la gran cantidad de políticos que han manifestado su interés de cruzarse la banda presidencial, se asume simplemente que Piñera es el más conocido y el que tiene mayores recursos económicos para sostener una onerosa campaña electoral. Se apuesta, además, a la posibilidad que éste recaude votos más allá de los propios adherentes del sector. Curiosamente, en favor de Lagos consta el entusiasta apoyo que concita entre algunos poderosos empresarios que, sin él, naturalmente debieran volcarse en favor de Piñera. Y cuenta, además, con respaldo que desembozadamente le han estado brindando El Mercurio y otros medios de comunicación. De la misma forma, Sebastián Piñera se ilusiona con el respaldo de sectores del centro y de la propia Democracia Cristiana desencantados con el gobierno de Michelle Bachelet, y hartos de formar parte de una coalición en la que no pueden ejercer su hegemonía. Y en la que, además, deben reconocer como aliados al Partido Comunista. En este cuadro se explica que ambas candidaturas no parezcan sinceramente dispuestas a reponer el voto obligatorio en nuestro país y facilitar, con ello, […]

El ambiente de borrasca en el ámbito de la Nueva Mayoría y del gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet parece haberse disipado y aunque la crujidera de la embarcación persiste, al naufragio que parecía inminente tras la rabieta y los malos modos post electorales, con “congelamiento” de relaciones y exigencia de degollina de ministros incluida, parece dar paso a lo único posible, necesario y conveniente para una coalición que busca reposicionarse en la perspectiva  política electoral próxima. Aunque lo cierto es que en la opinión pública queda una sensación de desasosiego por el espectáculo de recriminaciones destempladas, lamentaciones, falta de autocrítica y sobre todo la búsqueda frenética de “culpables” de algunos de los desastres sufridos en los comicios, y de una carencia de análisis, sereno y severo, de las raíces políticas y sociales de la desafección ciudadana, del descrédito de los políticos, que se expresó en el voto ciudadano y en la abstención. Tras los dimes y diretes en la coalición de gobierno, la presidenta Michelle Bachelet reafirmó este miércoles 2 de noviembre en el Consejo de Gabinete de ministros la hoja de ruta para lo que resta de administración, enfatizando lo que ha sido la constante de su discurso: mantener el rumbo de las reformas prometidas a la ciudadanía y por las cuales votó al elegirla Presidenta de la República. Tiene razón el ministro Secretario General de Gobierno, Marcelo Díaz cuando apunta a la necesidad de “diálogo y articulación“ en la Nueva Mayoría, lo que significa un debate con altura de miras, respeto mutuo, pero sobre todo lealtad con el Gobierno y el programa de reformas. Los instrumentos del diálogo político, la construcción de acuerdos, que permitieron por ejemplo la reforma tributaria y el impulso a las reformas educacional, al proceso de descentralización, salud, seguridad ciudadana, reforma laboral y otros proyectos, mantienen su prioridad para el periodo de  gobierno restante, mientras la discusión política prepara la reforma constitucional y la reforma previsional, proyecta la generación del desarrollo en conjunto con la equidad, en lo económico y social. Solo que una adecuada lectura del complejo panorama político social, constata que además de los partidos y sus acuerdos o desencuentros, han surgido en el escenario los movimientos sociales, que han mostrado su musculatura colectiva, su potencial de convocatoria y su fortaleza. Son los nuevos protagonistas que demandan su lugar en el escenario de un nuevo país, complejo, en movimiento. Ahí están el movimiento “No mas AFP”, los medioambientalistas, los regionalistas, los independientes, las nuevas fuerzas políticas surgidas del movimiento estudiantil (los triunfadores municipales de Valparaíso), y otros. Además es más que posible, y debe ser materia de estudio, que al llamado abstencionismo, sea una forma de expresión política no solo de un malestar ético, sino de una verdadera eclosión social, que, además de enrostrarle su ineptitud, corrupción y falta de sensibilidad, le dice a las elites tradicionales- entre estas los partidos, además de los entes formales de la democracia y de la “institucionalidad”- “queremos participar, ser protagonistas , actores de nuestro […]

En el territorio rural de nuestro continente, por lo tanto también en Chile, una parte muy importante de su población son los pueblos originarios, cuyas actividades contribuyen al desarrollo y aportan un valioso capital cultural  de un valor colosal que le da un plus particular a la construcción del pueblo criollo que se siente heredero de la producción indígena. En la actualidad las Naciones Unidas reconocen la existencia en América y El Caribe de 650 pueblos indígenas, que tienen una población de 50 millones de personas, los que han contribuido como nadie a la domesticación de la agrobiodiversidad que hoy alimenta a la humanidad, sin embargo, sus índices de inseguridad alimentaria superan en varias veces a los de la población no indígena. En Chile desde sus primeros tiempos de lucha del naciente movimiento sindical agrario, las organizaciones campesinas en forma creciente vienen valorando    la participación en los sindicatos de los pueblos originarios tanto en su dimensión de pequeños productores, como campesinos asalariados. Las organizaciones sindicales y gremiales,-resalta el dirigente del MUCECH Omar Jofre- reconocen que los pueblos originarios aportan una vocación muy especial para defender la naturaleza y la tierra, como un factor indispensable para pensar en el desarrollo integral de la Agricultura Familiar Campesina e Indígena (AFCeI). La práctica histórica de las organizaciones campesinas que se viene desarrollando en los pueblos rurales es una base sólida que ha permitido levantar un conjunto de propuestas para todo los que trabajan como asalariados o pequeños productores en el ámbito rural Por otra parte, los datos estadísticos oficiales que  proporciona el Estado chileno,  junto a los  entregados por los estudios de los organismos internacionales,  las iglesias cristianas   las universidades y muy especialmente los que emanan de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en un trabajo difundido a fines del 2015, informan que los   indígenas de América Latina  y el Caribe  representan el 10 % del total de la población rural del continente. Según el trabajo realizado por el organismo internacional bajo la coordinación del especialista, Alfonso Alem,  América Latina es la región que registra los mayores avances en el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas, dado que la mayoría de los países han ratificado el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que entró en vigencia el año 1991. Por su parte en Chile, de acuerdo a los datos oficiales del estatal Instituto Nacional de Estadísticas (INE), emanados del censo realizado el año 2002, en el país 692.192 personas mayores de 14 años se declararon como indígenas, lo que correspondió al 4,58% de la población total chilena que pertenecen a nueve pueblos originarios. En la actualidad, el Estado chileno, tras decretar el 24 de junio como el día de los pueblos originarios, reconoce oficialmente la existencia de los nueve pueblos aborígenes; y que son; mapuche,  aymara, atacameño, quechua, rapanui, kolla, kawésqar, diaguita y yagán. Junto a este reconocimiento, el Estado se comprometió “asumir la defensa de la lengua de los pueblos […]

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Chilito import export, aunque  lo que nuestro país exporta se llena de certificaciones de calidad y barreras de ingreso al libre mercado, la cultura gringa ingresa cada vez más potente en la mente de los consumidores.  Nuestras materias primas y sus procesos de exportación han ido a la par a las exigencias de mercado.  Normativas y procesos de gestión han generado un MADE IN CHILE potente y reconocido a nivel mundial.  Y esto se traduce en productores comprometidos en entregar los productos nacionales a los tiempos indicados y bajo las normas internacionales vigentes. Ad portas de otra fiesta Halloween, resultado de años de marketing americano, nos hemos encontrado bajo una nueva propuesta, creándonos necesidades  a raíz de una celebración cada vez más arraigada  y adaptada a nuestra identidad, un poco confusa, desde la era de los Jaguares de América.  La pomada de la época, las AFP, nuevos modelos de negocio, financieras vende sueños, políticos millonarios por casualidad y un modelo de mercado que genera felicidad a altos costos.  Empresario multimillonario y gente cada vez más pobre, tanto de billete como de conocimientos. Como decía un profe de la universidad, “existe un mundo mejor, pero es muy caro”.  Una realidad dura para algunos y fácil para otros.  En fin, con plata o sin plata, los chilenos nos hemos arreglado para ser gringos al peo, sin ofender a nadie, pero con mucho respeto. En conclusión, nos encontramos ante una sociedad abierta a celebrar una de las fiestas paganas más incorporadas a la cultura occidental de estos años.  Una fiesta de temer, una noche en que lo espiritual y lo mágico toman fuerza, en que las animas se divierten, los muertos toman vida y eso a nadie le importa. Cuenta la historia que  en la noche de brujas, Jack el tacaño, así le decían a este famoso personaje,  tuvo la mala fortuna de encontrarse cara a cara con el mismísimo diablo en una taberna.  Jack, amigo de Daniels, como siempre, había bebido durante toda la noche.  Entre borrachos del afters, invitaron al  diablo a un juego macabro, donde Jack ofrece su alma a cambio de un último trago, por cuenta del diablo, quien aceptó  y se convirtió en una moneda para pagar al camarero. Pero Jack decidió  quedarse con  la moneda y la guardó rápidamente en su bolsillo junto a una cruz de plata, para  impedir que el diablo se liberara y adoptase su forma original. El diablo prometió a Jack no pedir su alma en diez años, contar de ser liberado. Al paso de una década, Jack y el diablo se encontraron en un bosque para saldar su deuda.  El diablo había sido desafiado por un pobre hombre y esta era la oportunidad para llevarse consigo el alma de Jack. Sin embargo,  Jack muy astuto  condicionó al diablo diciéndole:  «Como último deseo… ¿podrías bajarme aquella manzana de ese árbol por favor?».  El diablo lo observó , tragó un poco de saliva, sonrió con una seguridad de poker  pensando  que no perdía nada […]

Las elecciones municipales nos obligan a mirar con ojo crítico el fenómeno de la híper-abstención electoral. Quién crea que se puede sacar una conclusión fácil respecto al 65% que no votó se equivoca. Chile ya vivió períodos de bajísima participación, concretamente entre 1925 y 1958, años en los que los votantes no pasaron nunca del 35% del padrón. En la medida en que la competencia política se hizo más determinante, esas cifras se fueron elevando, más y más. Ya en las elecciones de 1964 votó el 86.81% y en las de 1970 al 83.70%. En el plebiscito de 1988 esta cifra alcanza un récord del 97.53%, en las presidenciales de 1989 un 94.72%, y en las municipales de 1992 un 72%. Pero a partir esa fecha se empieza a constatar un incremento de la abstención por la vía de la no inscripción en los registros electorales de la población juvenil. Y entre los inscritos se constata una progresiva desafección con las propuestas políticas desde las elecciones parlamentarias de 1997, donde se contabilizó un 13,51 % de votos nulos. Elección tras elección el temor a la sanción fue disminuyendo entre la población inscrita, por lo cual la abstención empieza a subir lentamente. En respuesta a la baja inscripción electoral de los jóvenes y al creciente abstencionismo se dictó en 2012 la ley de inscripción automática y voto voluntario, que debutó en las municipales de 2012. En ese año la abstención llegó a un 56,8%. En la segunda vuelta presidencial de enero de 2014 se abstuvo un 58,21% del electorado. Por eso el 65% de abstención de 2016 confirma esta tendencia y desata las más diversas interpretaciones. Hay voces que piden reinstaurar el voto obligatorio, tratando de suprimir por la fuerza el síntoma de otra gran enfermedad. Hay voces que ven en el abstencionismo el germen de una rebelión social inminente, sin preguntarle a los abstencionistas el verdadero motivo de su ausencia a las urnas. Otros acusan a los ausentes de irresponsabilidad. Pero olvidan que la abstención también puede ser un acto de responsabilidad, si se entiende como una forma de no avalar opciones con las que no se desea cooperar de ninguna manera. En general es un fenómeno que debería estudiarse desde más la psicología social que desde el análisis político, porque las motivaciones de los abstencionistas son muy diversas y no permuten extraer un solo mensaje. La hiper-abstención produce efectos perversos: en 2012 la DC obtuvo 804.622 votos (15,07%) eligiendo 391concejales. En 2016 bajó a 580.347 votos (12,77%) pero subió a 402 concejales electos. Lo que queda claro es que los años de electorados duros y fieles se han acabado. La participación electoral se ha licuado, lo que  hace extremadamente difícil prever resultados. Las estadísticas sólo permiten extraer datos genéricos: la abstención es generalizada, pero es especialmente alta en la Región Metropolitana y el Norte Grande. A la vez, es menor en las comunas de altos ingresos. Vitacura es la única comuna del país donde subió la participación electoral, pasando […]

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