Cada año, como cumpliendo con un ritual de actualización de las dinámicas de oferta y demanda a las que ha sido reducida en el país la institucionalidad educacional, el Mineduc y los grandes medios de prensa dan amplia cobertura a las brechas de resultados que se producen entre los estudiantes de las escuelas más humildes y aquéllos que pudieron acceder a la enseñanza particular o, al menos, a la particular subvencionada.
En la práctica, los datos se han convertido en un eficaz mecanismo de propaganda para profundizar la tendencia privatizadora, bajo un discurso que apuesta al cierre de establecimientos gratuitos en la misma medida en que promueve el endeudamiento de los hogares para acceder a las supuestas bondades de esos otros que exigen capacidad de pago y, además, seleccionan a sus aspirantes a objeto de mantener promedios generales suficientemente decorosos para justificar la inversión que demandan a quienes son vistos como consumidores.
Sin embargo, y más allá de las evidentes implicancias éticas de esta fórmula que, para salvaguardar el prestigio se compara con su propio ombligo, tal exitismo acaba de recibir un contundente balde de agua fría procedente de los propios aliados estratégicos de los dueños de Chile y de la educación. En efecto, la situación que vive el país en la materia no ha dejado indiferente a la OCDE, cuyo director de Educación, Andreas Schleicher, ha puesto sobre la mesa datos que echan por tierra la publicidad montada a nivel local respecto de los resultados académicos de los colegios privados. “El 10% de los estudiantes más desfavorecidos en Shanghai supera al 10% de los estudiantes más privilegiados de Chile”, señala el alto personero (El Mercurio, 23 de julio). Pero no se trata de arrojar sobre la mesa un dato aislado.
El responsable del área de Educación del bloque añade otro elemento que los sostenedores chilenos no quieren oír: que los sistemas escolares de alto nivel “observan cómo mejorar el rendimiento de los profesores que tienen dificultades y cómo estructurar las remuneraciones salariales”. En ese sentido, indica, en Francia, Italia, Japón, Suiza y Estados Unidos, los establecimientos públicos obtienen mayores logros lectivos que los particulares “y cualquier ventaja observada entre las escuelas privadas se debe exclusivamente a un efecto de composición”. De acuerdo con la OCDE, el bajo rendimiento constatado en Chile “está estrechamente vinculado a desventajas sociales, más que en cualquier otro país”.
Por eso, una auténtica reforma educacional debe implicar no sólo cambios tributarios destinados a financiar sus modelos pedagógicos, sino, sobre todo, a dar un giro en la distribución del ingreso.
Por Academia Libre
Santiago de Chile, 1 de agosto 2014
Crónica Digital