La derrota de Estados Unidos en Afganistán no es huérfana de responsabilidades políticas

Estados Unidos está inundado de recriminaciones, culpas y dimes y diretes sobre la crisis en Afganistán, en los que abundan comparaciones con la huida estadounidense tras la derrota en Vietnam en 1975.

Las opiniones sobre ejemplos de liderazgo fallido, oportunidades perdidas y suposiciones erróneas, se encuentran en los más diversos análisis que abordan la actuación de la Casa Blanca, desde que iniciaron la invasión y ocupación de la nación centroasiática y expulsaron del poder al movimiento Talibán.

“El desastre en Afganistán nos seguirá a casa” y “La clase guerrera de Estados Unidos se enfrenta al abyecto fracaso de su proyecto en Afganistán”, son algunos de los titulares que acompañan las valoraciones de los medios, sin contar que los republicanos, encabezados por Donald Trump, hablan de la “’salida chapucera” de Joe Biden de Afganistán.

Doug Bandow, investigador principal del Instituto Cato, uno de los llamados “tanques pensantes” estadounidenses y ex asistente especial de Ronald Reagan, en un amplio análisis sobre el caso airea informes sobre culpas y culpables.

“Mientras las ambiciones imperiales de Estados Unidos se derrumban, Washington debería preguntarse: ¿Quién perdió Afganistán?”, planteó en su reflexión, en la que defiende la decisión del Presidente Joe Biden de poner fin a la guerra de 20 años y la califica de correcta. Pero sostuvo que debió ocurrir durante el período de transición entre su gobierno y el de Trump.

Bandow puntualizó que la implosión de Afganistán es una tragedia y la culpa recae en los que engañaron al pueblo estadounidense mientras construían castillos en el cielo afgano.

Los eternos halcones, la élite política de Washington, los mandos militares con vocación de ascenso y la llamada comunidad internacional querían que los estadounidenses se quedaran en Asia Central para siempre, en caso de ser necesario.

Biden llegó a la conclusión de que 20 años eran suficientes. “Fue una decisión valiente”, pese a la avalancha de comentarios críticos, puntualizó Bandow.

La velocidad del colapso fue sorprendente: el Ejecutivo afgano –se suponía– contaba con un ejército más numeroso, mejor equipamiento, entrenamiento y organización, una fuerza aérea con dominio de los cielos y apoyo popular.

“Las causas del fracaso fueron muchas. Un factor fue la incompetencia del gobierno, que no reabasteció ni respaldó a las unidades vulnerables. Este no era un problema nuevo, pero no se resolvió, y dejó a algunas tropas sin voluntad o incapaces de luchar. Sin embargo, lo más importante era el carácter del gobierno y la causa que representaba”, anotó el experto.

Precisó que años de investigaciones de los inspectores generales estadounidenses descubrieron un sinfín de despilfarros, fraudes, incompetencia, ineficacia e indiferencia.

Por otra parte, aseveró, por desgracia, esperar que los estadounidenses llenaran para siempre el vacío del ejército afgano nunca fue una estrategia viable. Aunque el futuro del Gobierno de Kabul parecía sombrío cuando Biden anunció su decisión de retirada, todavía había motivos para la esperanza. El régimen gobernante estaba bien armado. Las grandes zonas urbanas eran antes objetivos difíciles para los insurgentes, expuso el experto.

Al hacer una comparación dijo que “el régimen de Mohammad Najibullah, apoyado por los soviéticos, sobrevivió tres años a la retirada de Moscú, hasta que el dinero y el combustible se cortaron por el colapso de la Unión Soviética. Ahora, los que apoyaron el gobierno de Ghani no hicieron lo mismo y entregaron el poder sin luchar”, subrayó el analista.

Por supuesto, acotó, cuando comenzó el colapso, los partidarios de la “guerra para siempre” redoblaron sus críticas a la decisión de Biden de retirarse e instaron a que se diera marcha atrás. Hay mucho que criticar sobre cómo manejó la retirada, según los críticos.

El Presidente Biden debería haber tomado su decisión durante la transición, y ponerla en práctica inmediatamente después de su toma de posesión, y debería además haber tenido preparados planes de evacuación para los ciudadanos estadounidenses, los extranjeros rezagados y los aliados afganos, antes de anunciar su decisión, opinó Bandow.

Sin embargo, la decisión de poner fin a la guerra de 20 años sigue siendo correcta. De hecho, “la experiencia de las dos últimas semanas demuestra que no había nada que apoyar en Afganistán”, puntualizó.

Algunos analistas sostienen que dos décadas de intervención estadounidense crearon una nación fallida, un gobierno ilusorio y unas fuerzas armadas de mentira en ese país asiático.

Tanto los funcionarios políticos como los oficiales militares estadounidenses, remarcó, pasaron dos décadas disimulando ante su pueblo, afirmando que había progresos y prometiendo mejoras, mientras despilfarraban vidas y dinero.

“Estas mentiras serán pronto todo lo que quede de la experiencia de los estadounidenses y afganos”, subrayó Bandow.

Hace dos años, Craig Whitlock, del diario “Washington Post”, informó sobre los “Papeles de Afganistán” que airearon aspectos comprometedores.

Utilizando los resultados de una investigación del gobierno sobre los fracasos de la misión, el periodista señaló que funcionarios estadounidenses no dijeron la verdad sobre la guerra a lo largo de los 18 años que duró.

Resaltó que hicieron declaraciones optimistas a sabiendas de que eran falsas y ocultaron pruebas inequívocas de que la contienda se había vuelto imposible de ganar. Las mentiras continuaron cuando los halcones que apoyan al complejo militar en torno a Afganistán instaron a mantener las tropas en el país durante unos meses o años más.

Bandow argumentó que las alternativas reales eran irse o quedarse para siempre, lo cual no era ninguna opción.

Llama la atención que, como trasfondo del problema, Bandow aseveró que Afganistán es una región de escasa importancia geopolítica para los Estados Unidos y que su retirada debe afectar la estabilidad regional de sus rivales Rusia y China.

Más adelante el experto planteó que, al cabo de dos décadas, el proyecto de “construir un país” acabó por derrumbarse, dejando al descubierto la arrogancia de tres Administraciones sucesivas de Estados Unidos.

Pese a las críticas en su contra en un inicio, no es de extrañar que en las próximas semanas Biden tenga a la opinión pública de su lado, pese a que los neoconservadores belicistas y los halcones de la derecha siempre estarán dispuestos a lanzar dudosas cruzadas con vidas ajenas, pero siete de cada diez estadounidenses quieren que las tropas estadounidenses se retiren.

Sobre la política estadounidense en el territorio afgano hay muchos “trapos sucios” que ventilar. Hace dos años, Andrew Cordesman, del Center for Strategic and International Studies (CSIS), sostuvo que “los informes de fuentes abiertas sobre el curso de los combates son muy controvertidos, hasta el punto de que el mando dirigido por los Estados Unidos ha cancelado los informes sobre el control y la influencia del gobierno afgano frente a los talibanes”. De este modo, Washington trató de ocultar su fracaso a la opinión pública.

En sus valoraciones sobre lo que se tiene que hacer después del fracaso, el experto de Cato sugirió pedir cuentas a los responsables de la debacle afgana. “Los arquitectos de dos décadas de fracaso en Afganistán no deberían poder escapar tan fácilmente”, puntualizó.

Afganistán es a la vez un desastre y una tragedia. Las fuerzas estadounidenses entraron por razones presuntamente correctas (acabar con el terrorismo, al Qaeda y Osama bin Laden) y lograron casi inmediatamente sus objetivos en el último de los casos. Luego se quedaron y fracasaron estrepitosamente. Se olvidó demasiado rápido la dolorosa lección de Vietnam. Los responsables políticos de Washington deben asimilar mejor el significado de Afganistán, no sea que repitan trágicamente la historia.

Por lo pronto, la derrota es huérfana, pese a que se culpa a Joe Biden, y tal vez alguna investigación del Congreso arroje luz sobre semejante fracaso de los Estados Unidos como gendarme mundial.

Washington, 20 de agosto 2021.

Crónica Digital / Prensa Latina.

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