De las luchas independentistas a la militarización del Estado colombiano

El 23 de julio de 1810 fue creado el Ejército de Colombia con el Batallón Voluntarios de Guardia Nacional, bajo las órdenes del teniente coronel Antonio Baraya, primer comandante y jefe supremo.
Por: Odalys Troya Flores

Corresponsal en Colombia

Con unos 25 mil hombres, el flamante ejército libró importantes batallas como la del 28 de marzo de 1811 contra las tropas españolas y con victoria en Palacé; la expulsión de franceses en 1814 y la Campaña Libertadora, comandada por Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, dando paso así a la Gran Colombia.

En entrevista con Prensa Latina, el senador del Polo Democrático Alternativo Iván Cepeda explicó que en relación con el origen del ejército colombiano hay varias tradiciones.

“Una libertaria, que es la línea representada por Simón Bolívar, quien no solo combatió toda su vida por la independencia del yugo español colonial, sino que lo hizo, además, con un criterio integracionista, claramente con una perspectiva independentista”, detalló.

Bolívar tenía claro que el proceso latinoamericano de independencia pasaba por conformar una muy sólida alianza de los pueblos y las naciones que estaban en ese momento surgiendo, explicó.

Eso de cara a algo que él ya veía de una manera temprana y visionaria, el surgimiento de Estados Unidos como una potencia, incluso como una potencia imperial, enfatizó el reconocido político colombiano.

“Otra tradición, distinta, fue la del surgimiento temprano de una élite que en Colombia tuvo una historia muy cercana a la figura de Santander”, añadió.

 

Fue una visión en la cual, en efecto, había un deseo de independencia, pero no claramente articulada al concepto de soberanía y al surgimiento de un sistema de relaciones que ya se veía en ciernes, y esa tradición lamentablemente triunfó, recalcó.

Comentó que los proyectos de la Gran Colombia, el de la integración y el de hermanar a las naciones que fueron fruto de las guerras de independencia, en su momento fracasaron. “Y con ello apareció una élite proclive a someter a nuestras naciones y, concretamente, a Colombia, a la agenda internacional de las potencias extranjeras”.

En su opinión, la tradición libertaria de las fuerzas independentistas se vio frustrada de ese modo y subordinada a otro tipo de proyecto histórico.

Fuerzas miliares, un elemento del aparato de poder

El político considera importante rastrear todas las guerras territoriales y feudales que se dieron durante el siglo XIX, y lo que significó luego el desprendimiento de Colombia y la captura por parte de Estados Unidos de Panamá para el proyecto del canal, con el fin de comprender las simientes de la militarización del país.

Después vino la represión que las fuerzas de la policía y militares comenzaron a ejercer contra la movilización de los sindicatos de los enclaves como la multinacional UnitedFruit Company, lo que fue la Masacre de las Bananeras en 1928, añadió.

 

Mascre de las Bananera, pintura de Botero

Es decir, ya en esos orígenes históricos las fuerzas militares primero se revelaron como un elemento del aparato de poder y no solo eso, la orientación del Estado emergente fue la de un Estado militar, la de conformarse como Estado con un gran poder y una gran influencia del aparato militar, explicó a Prensa Latina.

“No me refiero solo al lugar que ocuparon los militares mismos en el incipiente Estado colombiano, sino también a que los civiles eran de una ideología y una mentalidad incluso más radical que las de los propios militares”, sostuvo.

Es decir, era una élite militarista aliada a un proyecto neocolonial que devino en lo ocurrido el 9 de abril de 1948, cuando el estallido de indignación popular por la muerte del líder Jorge Eliécer Gaitán terminó en un baño de sangre, recordó.

 

En esas acciones represivas participaron no solo fuerzas militares y de policías sino también ya desde ese momento formaciones paramilitares que recibían el nombre de “chulavitas o pájaros”, las denominaciones de las primeras organizaciones de ese tipo en Colombia, subrayó.

Geoestrategia

Durante todo el proceso anterior, en el cual el poder militar alcanzó un espacio central en la vida del país, Colombia comenzó a conformarse -desde el siglo XIX y hasta mediados del XX- en un Estado militarista con la característica, además, de ser sometido al modelo de dominación foráneo, señaló.

Por eso Colombia ha sido durante décadas una especie de laboratorio, plataforma y modelo para las peores políticas dirigidas contra los latinoamericanos, no solo contra el propio pueblo colombiano, sino contra pueblos hermanos, advirtió.

Específicamente, dijo Cepeda, contra los movimientos de oposición, de cambio político y también contra la llamada la lucha contrainsurgente o el modelo de guerra contra el narcotráfico.

“En todos esos aspectos las políticas de seguridad, la doctrina de seguridad nacional, la concepción del enemigo interno como ideología, han sido parte de un modelo exportado a otros países, lamentablemente eficaz en procesos en los que se reprime, e incluso intenta exterminar expresiones de rebeldía social y política”, añadió.

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De acuerdo con el senador, la definición de laboratorio, el lugar donde se experimenta por primera vez ese tipo de acciones como el paramilitarismo, la tortura, la desaparición forzada, del exterminio soterrado o abierto mediante la criminalidad de Estado contra sectores sindicales, movimientos juveniles, universitarios, partidos de oposición política, se experimentó por primera vez Colombia para luego ser exportado.

“Por eso digo también que es una plataforma que ha servido para introducir en el continente ese tipo de práctica”, remarcó.

La nación se convirtió en socio de la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN) en 2018 -el único de América Latina- lo cual se debe a ese modelo en que el país ha sido una especie de alfil o punta de lanza de concepciones geoestratégicas que intentan disolver cualquier integración real soberana de los países latinoamericanos, significó.

 

Al mismo tiempo, buscan entrar a una especie de estructuras geopolíticas y geoestratégicas sobre cómo se va reordenando la humanidad en torno a los ejes de poder, en un escenario en el que la crisis de la concepción de un mundo global unipolar es poco a poco desplazada por la de un mundo multilateral, agregó el congresista.

En tales distribuciones de modelo del poder internacional, Colombia ocupa ese lugar debido a las políticas adelantadas por los distintos gobiernos del país.

Militarización de los territorios y fuerzas foráneas

En 2020 Cepeda calificó de golpe al proceso de paz la llegada de militares de un grupo élite de Estados Unidos al Catatumbo y Arauca, territorios fronterizos con Venezuela, para «enfrentar el narcotráfico». Casi dos años después, se puede decir que en esas zonas hay una verdadera crisis humanitaria.

“Se cumplió nuestro vaticinio, lo que nosotros preveíamos es lo que viene aconteciendo. Es decir, reemplazar o suplantar el modelo de paz territorial, adoptado en La Habana a raíz del Acuerdo de Paz suscrito en 2016, por otro de intervención militar exclusivo”, aseveró.

En el Catatumbo, en Arauca, y en toda la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela, se ha impuesto un modelo exclusivamente de intervención militar del Estado con sus fuerzas y también con participación foránea, precisó.

No me refiero solo al ejército nacional y a los llamados asesores estadounidenses, sino también a expresiones de paramilitarismo y estructuras mercenarias, lo cual ha convertido la zona limítrofe en un verdadero polvorín, explicó.

Es evidente, dijo, que también allí está el fenómeno de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional y las llamadas disidencias de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, que transgreden la frontera y generan tensiones enormes expresadas en las situaciones en el Catatumbo y Arauca, zonas en las cuales la única presencia estatal es la intervención del Ejército y de la policía.

Papel humanitario de las fuerzas militares

Recientemente, los militares colombianos realizaron labores de apoyo a damnificados en el deslave en Pererira, en la sofocación de incendios forestales, entre otras acciones de carácter humanitario.

 

“Ojalá ese fuera el papel fundamental, pero no es la línea dominante en la intervención del Ejército y la policía”, manifestó.

La presencia militar agudiza exponencialmente la violencia en muchos territorios. Ahí resulta difícil diferenciar cuál es la causa y cuál el efecto, porque la explicación que dan los gobiernos, y este de Iván Duque en particular, es que se requiere la participación castrense frente a organizaciones armadas ilegales o del narcotráfico, comentó.

Resulta difícil determinar el motivo y la dinámica, pero lo que sí están comprobadas son la connivencia y la alianza creciente entre sectores de las fuerzas militares y esas estructuras ilegales, apuntó.

“No se explica que en ciertos lugares con muchos militares continúen las rutas del narcotráfico, la presencia de organizaciones ilegales involucradas en actividades ilícitas”, manifestó.

Para Cepeda, es necesario la desmilitarización del Estado colombiano, porque para llevar a cabo el proceso de paz de manera consecuente, se requiere de una reducción de las fuerzas militares en sus más amplios aspectos.

“No solo del lado de la entrega de armas y reincorporación de los grupos armados, sino también, y de una manera consecuente, un decrecimiento de las fuerzas militares y un cambio de doctrina. Eso debiera ser una consecuencia lógica”, acentuó.

Sin embargo, aquí lo que se quiere es la entrega de estos grupos armados insurgentes y no la desmilitarización estatal. Esa debe ser una tarea central de los procesos de paz que estoy convencido tendrán lugar en los próximos años en Colombia, concluyó.

Bogotá, 27 de febrero 2022
Crónica Digital/PL

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La Habana, 27 de febrero 2022 Crónica Digital/PL

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