Crisis de Octubre: el mundo al borde de la guerra nuclear

El 22 de octubre de 1962, el militar y escritor Rubén Jiménez disfrutaba de una película en el cine La Rampa, cuando el líder Fidel Castro ordenaba la implantación de una alarma de combate en Cuba.

Por Danay Galletti Hernández
Redacción Cuba

De acuerdo con su testimonio, el sistema de audio transmitió que, debido a las noticias procedentes de Estados Unidos y a las movilizaciones de fuerzas militares norteamericanas contra la isla, los militares debían acudir a sus unidades y los milicianos a las casas de los batallones.

Ese fue el preludio de la conocida en la historiografía cubana como Crisis de Octubre, aunque para los estadounidenses fue la Crisis de los Misiles y la entonces Unión Soviética, otra de las potencias involucradas, reseñara aquellos hechos que estremecieron a la humanidad como Crisis del Caribe.

Por aquella época, el país caribeño cumplía poco más de tres años del triunfo de la Revolución, el 1 de enero de 1959, tras una fuerte lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958) y el enfrentamiento a numerosos sabotajes, actos terroristas, asesinatos y una invasión, financiada desde Washington.

En declaraciones a esta periodista, Jiménez, teniente coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y autor del libro Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear, situó los orígenes de este conflicto diplomático a la incursión en Playa Girón de mil 500 emigrados de la isla.

Aquellos acontecimientos de abril de 1961, en la occidental provincia de Matanzas, no buscaban el derrocamiento de la Revolución, la misión consistía en el establecimiento de una cabeza de playa en territorio nacional y traer un gobierno preparado de antemano.

El también graduado como ingeniero en Estación de Conducción de Cohetes Antiaéreos en la antigua URSS añadió que, como parte de aquel plan, Estados Unidos y otras naciones de América Latina reconocerían y ayudarían a esa nueva dirección, similar a lo que ocurrió luego en República Dominicana.

Sin embargo, esa estrategia, aprobada y materializada por la administración del demócrata John F. Kennedy (1961-1963), fue catalogada como un desastre total, por ello, “las arenas de Playa Girón y los pantanos de la Ciénaga de Zapata marcaron el surgimiento de la Crisis de Octubre”.

¿DEFENDER LA REVOLUCIÓN?

Numerosos expertos mencionan la obsesión de Kennedy con Cuba, tras el estrepitoso fracaso de Bahía de Cochinos, de ahí que junto a su hermano Robert, «Bobby», en aquella época fiscal general del país norteño, conformaran un plan para derrotar a la Revolución.

En esta oportunidad, la incursión sería con las propias fuerzas estadounidenses, para ello organizaron numerosas maniobras encubiertas, financiadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y con el propósito de ocasionar una crisis de grandes proporciones en la isla.

Esa estrategia diseñada por la Casa Blanca, bajo el nombre de Operación Mangosta, fue del conocimiento, de manera paulatina, de los máximos dirigentes de La Habana y Moscú, especialmente luego del comienzo de grandes ejercicios militares de preparación en el Caribe.

La amenaza real de invasión, sumado a los más de cinco mil sabotajes en los meses previos a octubre de 1962, 18 atentados contra Fidel Castro, asesinatos a jóvenes alfabetizadores y el aporte logístico a más de 300 bandas contrarrevolucionarias, determinaron la propuesta soviética de colocar tropas y cohetes.

Después de varias reuniones entre el alto mando de la URSS y la dirección cubana, finalmente decidieron la ubicación de los misiles en la nación caribeña, que partieron desde diversos puntos en julio, con una travesía de aproximadamente 76 días.

Desde el punto de vista histórico, refirió Jiménez Gómez, emergen algunas causas del emplazamiento de los cohetes en territorio cubano, la primera fue que pondrían a Estados Unidos en igual riesgo, porque ellos, como parte de la OTAN, tenían armas similares de alcance medio en Turquía e Italia.

«La URSS poseía cierto desbalance con Washington respecto a la correlación de fuerzas nucleares y la ubicación de los misiles en la isla concedía cierto equilibrio en ese sentido. La otra variante fue salvar a la Revolución Cubana e impedir la invasión de tropas estadounidenses», indicó.

En total, Cuba recibió varios regimientos de cohetes de alcance medio, conocidos como R-12, e intermedio, denominados R-14, alrededor de 41 mil soldados soviéticos, aviones, batallones de tanques, una división de infantería motorizada, brigadas de artillería antiaérea y unas 250 mil toneladas de carga.

COHETES EN CUBA

Las tropas soviéticas cooperarían en la defensa del país con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) cubanas, que contaban en ese momento con 100 mil efectivos en tiempos de paz y alrededor de 250 mil durante el período de guerra, incluidos reservistas y movilizados en caso de ser necesario.

Durante el traslado por territorio soviético de múltiples convoyes militares hacia los mares Negro, Báltico y de Barents, se prestó especial atención al carácter encubierto de la operación a la cual denominaron Anadir, en alusión al río que une el norte de Siberia con Alaska.

«Algunos oficiales intrigados preguntaban ¿para qué región solicito los documentos de navegación? y quedaban anonadados con la respuesta: ‘para todo el mundo’. Luego recibían lo necesario para sinnúmeros de itinerarios, dentro de los cuales la mayor de las Antillas era uno más de ellos», reveló el especialista.

Una vez que llegaron a costas cubanas, el traslado por tierra despertó la curiosidad de no pocos; “eran demasiado grandes” y su desplazamiento implicaba el acordonamiento de caminos, la retirada del servicio eléctrico y la inmovilización de los residentes.

A petición de la CIA y los militares norteamericanos, Kennedy aprobó el día 9 de octubre un vuelo del avión espía U-2 sobre Cuba, con una duración de seis minutos y en una trayectoria de sur a norte, finalmente materializado cinco días más tarde y durante el cual tomaron más de 900 fotografías en la zona occidental.

En algunas de ellas, aparece el despliegue de rampas de lanzamiento de cohetes de alcance medio, con capacidad de alcanzar el corazón de Estados Unidos en pocos minutos y un poder destructivo 100 veces superior a la bomba de Hiroshima, en Japón.

«Había un coronel de la inteligencia militar soviética, Oleg Penkovski, que se brindó de manera voluntaria para facilitarle información a Washington sobre los cohetes y entregó copias de los manuales de los R-12. El 16 de octubre comenzó sus sesiones el Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional», detalló.

Cuatro días después, el grupo de expertos aprobó con 11 votos a favor y 6 en contra la variante del bloqueo naval a la nación caribeña y el 22 de octubre Kennedy pronunció un discurso para comunicar esa decisión a la opinión pública bajo el eufemismo de «cuarentena».

Una vez conocido que el presidente estadounidense emitiría declaraciones, Fidel Castro decretó la situación de alerta y luego alarma de combate en todo el país, lo que significó la movilización de entre 350 mil y 400 mil efectivos y, al día siguiente, compareció en televisión nacional para refutar los planteamientos de Kennedy.

PELIGRO NUCLEAR

Estados Unidos incrementó los vuelos rasantes sobre la isla cada dos horas, ante ese escenario Fidel dio la orden de disparar contra todo avión que violara el espacio aéreo cubano, decisión materializada el 27 de octubre con el derribo de un U-2 pilotado por el mayor Rudolf Anderson.

La tarde anterior Nikita Jrushchov envió una carta al presidente norteamericano que, entre otras cuestiones, dejaba entrever el regreso de los cohetes soviéticos, bajo el compromiso de la no invasión a Cuba y la suspensión inmediata del bloqueo naval. «Kennedy le contesta que es correcto y útil su planteamiento, manifiesta su compromiso a no intervenir y a la detención del bloqueo, a cambio de que los soviéticos retiren los cohetes, no los vuelvan a introducir y permitan una inspección internacional durante el repliegue», explicó Jiménez.

Para el especialista, el dirigente de la URSS cometió tres graves errores: llegar a un acuerdo sin contar con el gobierno cubano, del cual supieron por las ondas de Radio Moscú; aprobar la inspección foránea y el desmantelamiento inmediato de los misiles, «perdieron la palanca para ejercer presión».

Por su parte, Fidel Castro planteó cinco puntos, que no fueron tenidos en cuenta, referidos al cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y de las actividades subversivas, ataques piratas, sabotajes, violaciones al espacio aéreo y marítimo, y la devolución de la Base Naval de Guantánamo.

La permanencia, en las décadas siguientes, de esas violaciones cometidas por Estados Unidos refuerzan las declaraciones posteriores del Comandante en Jefe para quien la solución de la Crisis preservó la paz mundial, pero no la paz para Cuba.

La Habana, 12 de octubre 2022
Crónica Digital/PL

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