Hace unos días conversaba con un grupo de jóvenes varones entre 20 y 25 años. Estudiantes universitarios, para más datos. No obstante poseer un nivel cultural general bastante elevado, conocer acerca de las diferencias genéricas que marcan a mujeres y hombres, cinco de ocho remarcaron su masculinidad infalible: siempre tienen deseos sexuales.
Aunque mucho insistí en el tema para que fueran totalmente sinceros acerca de ese siempre tan rotundo, nada saqué en concreto. Lógicamente, no puede ser que un hombre siempre tenga deseos sexuales porque tendría que actuar como una especie de robot que penetra y eyacula sin más ni más.
El placer sexual no es puro instinto animal. Requiere de un encuentro erótico donde haya una conexión, al menos agradable.
Dicen las abuelas que: Lo que no entra por los ojos… Y en parte tienen razón. Si una mujer no atrae a un hombre y viceversa, es difícil que puedan tener un encuentro sexual que les deje alguna satisfacción emocional.
La sexualidad humana es fuente de placer y bienestar psíquico cuando anda de la mano con sus aliados imprescindibles: el amor o al menos el enamoramiento, la confianza, el respeto, la solidaridad
Sin embargo, la masculinidad hegemónica todavía marca a numerosos hombres. Involucrados con un modelo que no suele postergar una relación sexual ocasional con una mujer desconocida. Tales actitudes un tanto suicidas, los ponen en riesgo muy a menudo de contraer cualquier infección de transmisión sexual, incluido el VIH/ SIDA.
Los mitos que rondan la sexualidad masculina requieren de una reelaboración a nivel consciente, no solo para evitar los peligros que acechan en esos encuentros sexuales sin garantías, sino para que ellos mismos disfruten de una sexualidad más segura y enriquecedora.
Pero este placer no es fácil alcanzarlo cuando estamos llenos de lastres sexuales y tenemos en nuestras cabezas toda una lista de ideas erróneas relacionadas con la sexualidad.
Creo que es oportuno hablar de ellos.
Bernie Zilbergeld, sexólogo argentino, autor de Sexualidad masculina, menciona en su libro diez de los grandes mitos que surgen a partir de esos modelos sexuales que afectan, de una u otra manera, a la mayoría de los hombres y forman parte también de la cultura sexual femenina:
1. Los hombres no tienen, o al menos no deben expresar ciertos sentimientos. Sentimientos de debilidad, confusión, temor, vulnerabilidad, ternura, sensualidad sólo están permitidos a las niñas y a las mujeres.
2. En sexo, como en cualquier otra actividad, lo que importa es el rendimiento. Mientras más aventuras se tienen más hombre se es y para ello se trazan metas de conquistas continuas, sin meditar mucho en lo que me gusta o no la chica. En estos casos, el coito y el orgasmo son lo único importante. Y uno hace lo máximo necesario para llegar a ellos.
3. El hombre debe tomar a su cargo y orquestar el sexo. Hemos aprendido que el sexo es responsabilidad del varón y que de él depende su calidad. Debemos iniciar a las muchachas, exitarlas, después exitarnos nosotros mismos; hacer de modo que ellas tengan al menos un orgasmo, y finalmente tener el propio. No necesitamos ayuda de ellas, muchas gracias.
4. Un hombre siempre quiere y siempre está dispuesto a tener sexo. Muchos de nosotros creemos firmemente esto, deberíamos ser capaces siempre de responder sexualmente, sin tener en cuenta el momento, el lugar ni nuestros sentimientos.
5. Todo contacto físico debe conducir al acto sexual. Según el modelo, cualquier beso, caricia o abrazo es, o una demanda o un preludio del acto sexual. Nada es valioso ni placentero en sí sino en la medida en que facilita llegar a la meta.
6. Sexo equivale a coito. Tanto hombre como mujeres hemos aprendido que lo principal en el sexo es el coito, por lo cual ambos términos prácticamente son sinónimos. Los besos, las caricias, la estimulación de los genitales, no son más que adornos. De aquí se desprende el próximo mito.
7. Todo contacto sexual requiere una erección. La mayoría de los hombres consideran la erección como la estrella del show en materia de sexo. Lógicamente, según este esquema, si la estrella no aparece, el espectáculo no tiene lucidez, es más, hay que suspenderlo. Este mito ejerce una tremenda presión sobre muchos hombres provocando estados de angustia y miedo.
8. Una buena relación sexual es una progresión lineal de creciente excitación que sólo puede terminar en el orgasmo. Esta idea aparece claramente en las publicaciones eróticas. Según ella, el sexo no puede transcurrir tranquilamente, charlando, riendo, debe ser un crescendo dramático, intenso, y si no termina en un orgasmo es un rotundo fracaso. Otra vez la ansiedad por el rendimiento.
9. El sexo debe ser natural y espontáneo. Según este modelo fantasioso, los hombres nacemos sabiendo, todo saldrá naturalmente. Quizás necesitamos a alguien experimentado para iniciarnos, quizás aprendemos algunos trucos para hacerlo más divertido, pero básicamente no necesitamos nada más dejarlo surgir espontáneamente.
10. En esta época tan evolucionada, todos los mitos enumerados no tienen ninguna influencia sobre nosotros. Muchos piensan que con toda la información que maneja, con la apertura y el destape, el viejo modelo va perdiendo su fuerza y está siendo reemplazado por modelos más realistas y sanos.
Sin embargo, esto no es así. Tanto hombres como mujeres, muchachas y muchachos seguimos sintiéndonos muy presionados y exigidos por estos esquemas.
Por: Aloyma Ravelo de Revista Mujeres
Santiago de Chile, 21 de febrero 2006
Crónica Digital
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