En los últimos años EE.UU. y Chile han tenido una relación armónica cuya expresión más palpable es el tratado de libre comercio que rige desde 2004 y que expandió en casi 80 por ciento el comercio bilateral.
Pero esa relación podría complicarse a causa de un tercero: Venezuela. De eso se habla con insistencia en medios diplomáticos en ocasión de la visita de la Presidenta Michelle Bachelet que empezó bien y declarando que de presiones no se podía hablar porque no las hubo de parte del Presidente Bush.
En Washington muchos quisieran «promocionar» más el modelo chileno. Un gobierno de centro-izquierda que convive con una economía de mercado y que pese a mantener grandes desigualdades sociales ha logrado una importante reducción de la pobreza. No así el grave tema de la distribución de la riqueza.
Muchos creen que es la vitrina ideal para oponer al modelo alternativo, más radical y profundamente antiestadounidense, que se ofrece desde Caracas bajo la conducción de un líder innato como Chávez.
Ashley Dalman, analista del Consejo de Asuntos Hemisféricos, un centro de estudios con sede en Washington, aseguró que: «Washington quiere utilizar a Chile como una alianza para ganar la guerra ideológica que EE.UU tiene contra Venezuela».
Batalla en la ONU
Uno de los frentes de esa «guerra» se desarrollaría en torno al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en el que Venezuela aspira ocupar el puesto que dejará vacante Argentina, a fines de año.
Algunos analistas y diplomáticos comentan sobre la presión que estaría ejerciendo Washington para que Chile vote por Guatemala para ocupar ese puesto clave.
La Cancillería chilena niega que esas presiones se hayan producido, aunque en el Departamento de Estado reconocen que están pendientes de cuál será la opción chilena en este delicado tema.
Bachelet, declaró esta semana a la prensa que: «Esta presidenta puede tener una serie de características, pero hay una cosa que no tiene: yo no soy pusilánime y no me dejo presionar».
Michael Shifter, vicepresidente de Diálogo Interamericano, otro centro de estudios hemisféricos basado en Washington, considera que: «Va a ser muy difícil convencer a Bachelet a que juegue ese papel. Está muy conciente de que Venezuela tiene resonancia en América Latina, también hay relaciones económicas de por medio y creo que no va poner en riesgo esas relaciones».
En la batalla por la ONU la sangre podría no llegar al río si se encontrara un candidato de consenso alternativo. Chile y otros países se ahorrarían la disyuntiva de una votación polarizada entre EE.UU y Venezuela. Y en este punto específico ya trabajan otras importantes cancillerías latinoamericanas.
La vía chilena
En cambio un esfuerzo de largo plazo sería la venta del modelo económico chileno como el ideal para la región. En contraposición, nuevamente, al que presenta Venezuela, contrario a las políticas neoliberales y buscando seriamente la integración entre los pueblos del continente.
En los tiempos de la dictadura del general Augusto Pinochet, Chile fue el laboratorio de las políticas neoliberales, que en principio perjudicaron grandemente a la población, generando desempleo y pobreza.
Un difícil proceso de ensayos y errores, y finalmente la llegada de la democracia, mejoró la salud económica del país que hoy disfruta de un moderado crecimiento como consecuencia de un buen PIB y un precio del cobre que supera todas las expectativas hechas por organismos especializados.
El 40 por ciento de pobreza que se contaba cuando en 1990 Pinochet salió del gobierno, se ha reducido a un 18 por ciento según datos de Naciones Unidas. Pero esos mismos estudios indican una brecha cada vez más creciente entre los pobres y la clase media, y entre ésta y la clase alta. Además de altos índices de inequidad.
El éxito sería entonces relativo y muy vinculado a características específicamente chilenas, lo que lo haría difícil de exportar, expresó Michael Shifter, de Diálogo Interamericano: «Hay muchas cosas para aprender de Chile, pero no creo que todos deberían imitarlo porque es un país muy particular. Tiene características distintas a otros países, como los andinos, por ejemplo, que son más complejos y tienen estructuras sociales distintas».
«Si eso es lo que está buscando EE.UU.», dice Shifter, «creo que les va a ser difícil lograr ese objetivo que Chile sea el líder de la región. Tampoco creo que Chile lo esté buscando. A Chile no le interesa eso hoy.
Algunos analistas aseguran que Bachelet podría aprovechar la coyuntura para pedir al Presidente Bush que disminuya las tensión retórica con países como Venezuela y Bolivia, para que países como Chile o Brasil, puedan tener más margen de maniobra y acercamientos con proyección en el tiempo.
A ningún país y menos al Chile de Bachelet- con el potencial de influir efectivamente en la región le interesaría ser visto hoy como el «delegado» de Washington.
Por:Jaime Escobar Martínez. El autor es miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital y editor de la revista Reflexión y Liberación.
Santiago de Chile, 14 de junio 2006
Crónica Digital
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