RESOLUCIONES DEL SEGUNDO CONGRESO NACIONAL DE LA IZQUIERDA CRISTIANA DE CHILE

RESOLUCIONES DEL SEGUNDO CONGRESO NACIONAL DE LA IZQUIERDA CRISTIANA DE CHILE

Santiago de Chile, Diciembre de 2006

La Izquierda Cristiana de Chile nació en octubre de 1971 para “contribuir a la construcción del socialismo en Chile mediante el aporte de fuerzas de inspiración cristiana o humanista que amplíen la base de apoyo de este proceso”, como señalaban los Fundamentos Ideológicos que fueron aprobados en su Asamblea Constituyente.

Eran los tiempos del Gobierno de la Unidad Popular y del Presidente Salvador Allende. Tiempos determinados por las esperanzas de construir la patria socialista, como “oportunidad histórica y material” para concretar la “profecía de igualdad y fraternidad entre los seres humanos” del mensaje cristiano.

El golpe de Estado ejecutado por las Fuerzas Armadas, expresión de los intereses de la burguesía y el imperialismo, abortó por la violencia ese proceso creativo y heroico. Vinieron los tiempos de la persecución y el terrorismo de Estado. Para la izquierda chilena, comenzaron los tiempos de la clandestinidad y la resistencia.

En estas condiciones, la Izquierda Cristiana desarrolló su Primer Congreso Nacional, convocado en 1977 y terminado al año siguiente, el que cual bautizado con el nombre de Arturo Riveros en homenaje a nuestro hermano y compañero que fue Gobernador de Constitución por resolución de la Asamblea Popular, detenido el 14 de septiembre de 1973 tras intentar organizar la resistencia al golpe y que hasta hoy permanece desaparecido. Este evento reafirmó el compromiso socialista de la Izquierda Cristiana.

Más tarde, vinieron los tiempos de la rearticulación del tejido social y político, de la irrupción de la protesta y la rebeldía creciente y generalizada desde mayo de 1983, cuando el pueblo logró posicionar en el espacio de la nación el horizonte de la democratización profunda de la sociedad chilena. Fueron los tiempos, también, de la reconstrucción de la IC y de su protagonismo en el desafío a la dictadura.

Luego, se impuso una salida pactada e intrasistema a la dictadura. Pinochet debió abandonar La Moneda sobre la base de la continuidad del modelo político–institucional y económico–social que fue impuesto por el proyecto refundacional de la tiranía. Vinieron entonces los tiempos de la democracia restringida y sustentada en dispositivos de exclusión, para garantizar la reproducción del sistema. La Izquierda Cristiana, en este escenario, no fue ajena a la crisis que experimentaron la totalidad de las fuerzas que persistían en la crítica al proyecto neoliberal.

La Izquierda Cristiana derrotó los intentos de imponer su extinción y se mantuvo en la búsqueda de caminos para reinstalar la esperanza socialista como alternativa nacional de poder. Este fue el sentido de su participación en diversas iniciativas políticas y sociales en los 90 hasta culminar en la fundación del Poder Democrático y Social (Podemos) en el 2003, como nuevo espacio para la convergencia de los demócratas y los revolucionarios, un salto adelante en el reagrupamiento de los que luchan.

En este contexto, la Izquierda Cristiana dio el paso histórico de convocar al Segundo Congreso Nacional el 23 de junio de 2006, para abrir un profundo debate de carácter ideológico, político y programático. Habían transcurrido 28 años desde el primer evento de esta naturaleza, por lo que este proceso representaba un desafío necesario, en virtud de asumir desde una perspectiva crítica los acontecimientos de los últimos años, tanto a nivel mundial, latinoamericano y nacional, como a nivel partidario.

El primer acuerdo del Congreso fue designarlo con el nombre Pedro Mariqueo, como homenaje a un estudiante secundario asesinado por la dictadura mientras participaba en una barricada en la Población Lo Hermida, un símbolo del coraje y entrega de los hombres y mujeres de la Izquierda en esos aciagos años y que hoy deben continuar inspirando nuestro camino.

I. NUESTRO COMPROMISO CON LA ESPERANZA SOCIALISTA

El Congreso Nacional asume la revalidación histórica de nuestros Fundamentos Ideológicos, la carta fundacional del partido, y que también fueron asumidos por el Primer Congreso Nacional. En primer término, porque constituyen el “acta de nacimiento” de la Izquierda Cristiana. Pero, además, tenemos la convicción de que sus contenidos originarios contienen claves pertinentes para el desarrollo de una concepción y una praxis democrática, emancipadora y revolucionaria actualizada a los nuevos tiempos.

Frente a la realidad del mundo contemporáneo, la Izquierda Cristiana pone su mirada ideológica a disposición de Chile y de su pueblo, para que sea conocida por todas y todos. Es un punto de referencia y de orientación. Constituye, a la vez, una invitación al diálogo de nuestros militantes, adherentes y amigos.

i) La Izquierda Cristiana es un partido revolucionario, que propugna construir el socialismo. Su horizonte histórico es la superación de la explotación y toda forma de dominación, a partir de una inspiración cristiana y humanista, e integradora del conjunto de las expresiones espirituales de carácter liberador.

Por tanto, se propone luchar para poner fin a la sociedad capitalista, fundada en la distribución desigual del poder y los bienes sociales; en formas de exclusión, discriminación y violencia; en patrones de explotación, dominio y alienación. Se trata de un tipo de sociedad que ha llegado a poner en peligro los equilibrios ambientales y la sustentabilidad misma de la vida de la especie humana y de la Tierra.

La actual globalización neoliberal es una etapa avanzada del desarrollo del capitalismo mundial y, por lo tanto, su superación constituye parte integral de la superación del capitalismo.

La Izquierda Cristiana es un partido revolucionario por su carácter radicalmente anticapitalista y antiimperialista, y por la envergadura y profundidad del cambio social que se propone contribuir a provocar. Nos proponemos terminar los daños de escasez que el capitalismo genera por carestía, egoísmo y abuso. También aspiramos a la superación de los daños por exceso que hoy el derroche capitalista se permite.

En este sentido, postula que la perspectiva de una revolución se expresa en un proceso de ruptura del sistema capitalista, en una transformación radical y profunda del conjunto de las relaciones sociales, en un cambio en la esencia de la forma dominante de producir la vida. No aspiramos a reformar o maquillar el capitalismo. Buscamos eliminar todo sistema basado en la dominación, la explotación y la violencia.

ii) La Izquierda Cristiana asume el socialismo como una democratización ininterrumpida y radical de la sociedad en todos sus ámbitos, como una construcción colectiva desde el espacio cotidiano de las relaciones humanas hasta la modificación de los modos de producción social, permitiendo la plena realización de los derechos humanos y el restablecimiento de los equilibrios con la naturaleza y todas las formas de vida existentes.

Al respecto, la Izquierda Cristiana sostiene que el eje principal de construcción del socialismo es el empoderamiento de las comunidades en los espacios locales, centros de trabajo e instituciones educativas. La construcción del Poder Popular permite el establecimiento de relaciones sociales de cooperación, de patrones culturales y de prácticas emancipadoras y socialistas en el interior del modelo social dominante, que prefiguran la nueva sociedad. De este modo se constituye la fuerza necesaria para la realización histórica de la transformación socialista, en sus dimensiones ética, espiritual, cultural, social y política.

En tal sentido, la construcción de relaciones sociales, productivas, culturales, identitarias, de género, de participación y decisión comunitaria, de soberanía ciudadana y poder popular, es la concepción de construcción del socialismo que afirma la Izquierda Cristiana. En esta perspectiva es también una forma de vida, un proceso ligado a la práctica cotidiana y que cruza todos los ámbitos de la vida en comunidad.

El Poder Popular es una idea fuerza ordenadora y un camino para una concepción democrática de socialismo, que se construye en la medida en que la economía, la política y el conjunto de las dimensiones de la vida social son sujeto y objeto de control del pueblo.

La IC asume que democracia, liberación, poder popular y socialismo constituyen categorías estrechamente vinculadas entre sí, articuladas en la búsqueda de dotar a las comunidades de un creciente poder de decisión en el campo del poder político y el poder económico, en el modo de producir la vida. El socialismo, en este sentido, es una sociedad que permite la democratización profunda de todas las instituciones políticas y económicas, el pleno ejercicio y realización de la soberanía popular.

iii) La Izquierda Cristiana es un partido popular. Nos constituimos desde y con el pueblo en su conjunto. La inspiración cristiana y la ética socialista nos definen un lugar: existimos desde los excluidos, marginados y perjudicados por el sistema, para la liberación de toda la humanidad. Allí radica nuestra identidad básica y esencial.

Entendemos la política como una construcción colectiva y democrática que, desde y junto a las comunidades y el movimiento social, busca disputar la dirección política de la sociedad chilena. Nuestra organización se construye desde y con el movimiento social, respetando su autonomía, sus procesos democráticos, y la pluralidad y diversidad que lo constituyen.

La Izquierda Cristiana construye y se desarrolla con la gente, su vida cotidiana y comunitaria. En ese sentido, somos un partido de la acción directa y colectiva, somos un partido de voluntarios y de servidores del movimiento popular.

iv) Somos un partido revolucionario de inspiración cristiana y humanista, que integra todas las espiritualidades de liberación. Recogemos la contribución de la Teología de la Liberación, así como la experiencia acumulada por las comunidades cristianas de base, con especial atención a su aporte en los procesos de emancipación que se han registrado a lo largo de la historia reciente de América Latina y El Caribe.

Al respecto, considerando la evolución y trayectoria del “hecho social cristiano” en las últimas décadas, la Izquierda Cristiana revalida la fecundidad de asumirlo como un campo específico de identidad y disputa, por el cual también pasa la viabilidad de construir la fuerza material y la legitimidad cultural del proceso de construcción socialista. En América Latina, el cristianismo popular es un componente necesario e insustituible del horizonte de la liberación.

Sin embargo, la Izquierda Cristiana no pretende deducir de lo anterior una identificación del cristianismo con su posición partidista, tampoco postula una economía, una sociedad o un Estado “cristianos”, ni menos un socialismo “cristiano” o un camino “cristiano” al socialismo.

Si bien la IC reconoce una base fundamental de inspiración cristiana, manifiesta asimismo que sus filas también se encuentran a disposición de los hombres y las mujeres que, desde cualquier expresión de la espiritualidad y la trascendencia, se aproximen a las luchas por la liberación de la humanidad y al sueño de un mundo emancipado de la competencia y del afán por el consumo, el individualismo, la banalización de la vida y la depredación de la Tierra.

En ese sentido, reconoce la fecundidad liberadora de la cosmovisión de los pueblos originarios, al igual que los aportes recientes del feminismo, el ecologismo y todas las miradas trascendentes que contribuyen a la ampliación de la conciencia humana, social y planetaria.

En definitiva, integramos todas las corrientes de pensamiento y acción que procuran la liberación de todas las formas de dominación social, cultural, de género, étnicas, y sobre la naturaleza.

II. LA LUCHA POR LA LIBERACION EN EL SIGLO XXI

i) La Izquierda Cristiana propone la construcción de una democracia participativa, la cual considera el sufragio universal, el pluralismo ideológico y alternancia en el gobierno, pero que, al mismo tiempo, implica la implantación de un Estado descentralizado así como de formas de democracia directa y semidirecta para la definición de las cuestiones principales del desarrollo nacional.

A ese respecto, las formas de control político heredadas de la dictadura militar y que no han sido superadas constituyen el principal obstáculo para transitar en esa perspectiva. El desafío histórico de romper la exclusión debe ser una prioridad para los demócratas y los revolucionarios, pues constituye una condición para la democratización de Chile.

La exclusión de la izquierda del sistema político, cristalizada por ejemplo en el sistema electoral binominal, es esencialmente contradictoria con una institucionalidad plenamente democrática y la única justificación de su existencia es garantizar la reproducción del sistema en su conjunto, restringiendo la capacidad soberana del pueblo para resolver el gobierno de su propio destino.

ii) La lucha contra la exclusión se vincula, estrechamente, con nuestra vocación histórica de ser un partido que trabaje por la unidad del pueblo y sus expresiones políticas y sociales, sobre la base del respeto a la diferencia y la diversidad. La Izquierda Cristiana ratifica esta forma de ser, estar y actuar en la política, su domicilio en la izquierda y su búsqueda de las formas más amplias de unidad que contribuyan a abrir paso a los intereses del pueblo.

Por ello, la IC ratifica igualmente su participación en el Juntos Podemos Más y en el Parlamento Social y Político, así como en la totalidad de los espacios convergentes que permitan la suma de actores de las más amplias diversidades a la lucha por derrotar la exclusión, para transitar hacia una sociedad plenamente democrática, posicionar una alternativa al sistema neoliberal y formular una opción socialista de desarrollo.

Como contribución a esos esfuerzos, el Segundo Congreso Nacional ha resuelto avanzar hacia a la inscripción de la Izquierda Cristiana como partido legal, asumiendo el desafío de construir una expresión electoral necesaria para la izquierda y el pueblo de Chile.

iii) El Segundo Congreso Nacional de la Izquierda Cristiana considera necesario articular el movimiento social en torno a la superación de las actuales condiciones económicas, políticas y sociales que ensanchan cada vez más la distribución desigual del poder y la riqueza, y excluyen a la mayoría de chilenas y chilenos de todo espacio de participación y decisión.

Al respecto, la Izquierda Cristiana expresa su compromiso con el fortalecimiento de la capacidad de organización y autonomía de los movimientos sociales, y asume el camino de la movilización como la herramienta más fecunda para enfrentar el sistema neoliberal a lo largo y ancho de toda la sociedad, en todos los territorios y escenarios sociales y geográficos.

Ello resulta particularmente efectivo en ámbitos como los planteados desde el interior del Juntos Podemos Más en las pasadas elecciones presidenciales: el fin del sistema binominal; una reforma laboral para garantizar el ejercicio de los derechos de los trabajadores; cambios drásticos en el sistema de salud y previsional, y en las normas de regulación ambiental, que coloquen el interés público en el centro de sus prioridades y no el interés del capital privado; y verdad y justicia en los casos de violación a los derechos humanos durante la dictadura.

La organización y movilización de la gente también es imprescindible en la tarea de conquistar los derechos ancestrales de los pueblos originarios, lograr un ingreso mínimo digno para todos y liquidar la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), restableciendo a la educación su carácter de derecho social.

iv) Chile se aproxima a cumplir 200 años como Estado nacional. Vemos con preocupación que la independencia aun está pendiente para la mayoría de los hombres y las mujeres del pueblo de Chile. El Bicentenario debiera ser el momento para convocar a todos y todas a Refundar la República, a construir el nuevo Chile, con una nueva Constitución emanada de una Asamblea Constituyente, un modelo económico que beneficie y proteja a los mayoritarios, un sistema de nuevo tipo de participación social y política, en donde el protagonismo popular determine los rumbos que debe adoptar el país.

Llamamos a todas las chilenas y los chilenos a constituir un amplio Movimiento por una Nueva República para el Bicentenario, que incluya a todos los movimientos y luchadores sociales, a los intelectuales y científicos, los artistas y creadores, a la totalidad de los que estén dispuestos a soñar un nuevo Chile, una nueva República y un nuevo tiempo para nuestra patria.

En este sentido, asumimos como propio el desafío histórico de transitar hacia la conquista de un Gobierno Nacional y Popular, que emprenda la tarea de la realización de los desafíos pendientes de la democratización. Reafirmamos nuestra convicción en que otro Chile es posible, y que la lucha por su conquista es justa y necesaria.

v) Frente al imperio hegemónico de la globalización neoliberal, la IC sostiene el imperativo de oponer otra forma de globalización, una contrahegemonía impulsada por los pueblos y sus esperanzas de otra forma de convivencia, intercambio e integración. Por lo tanto, asume como propias todas las luchas de todos los pueblos y comunidades del mundo.

La Izquierda Cristiana manifiesta su profunda vocación de fuerza bolivariana y expresa que los procesos de emancipación que se desarrollan en nuestra América, son una parte constitutiva del propio camino de liberación del pueblo chileno.

Expresamos, desde ese ángulo, nuestra irreductible solidaridad con Cuba socialista y la defensa de su soberanía frente al imperialismo, su identificación con el camino de emancipación que ha iniciado el pueblo boliviano bajo la conducción del Presidente Evo Morales, y su respaldo a los nuevos procesos de integración de la comunidad latinoamericana.

Asimismo, manifiesta su satisfacción por los recientes triunfos de la Revolución Bolivariana en Venezuela y del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua. En particular, señala su enorme alegría por la victoria del compañero Rafael Correa, el cual logró poner en movimiento la esperanza del hermano pueblo de Ecuador con su identidad de cristiano de izquierda y su proyecto de una revolución ciudadana.

Nuestra decisión es contribuir a la unidad de todos los pueblos de América Latina y El Caribe, fortaleciendo nuestras relaciones con los Gobiernos, fuerzas políticas y movimientos sociales de la región que coincidan en la crítica al neoliberalismo y enarbolen la bandera de la independencia y la soberanía frente al imperio y sus aliados.

Santiago de Chile, 6 de enero 2007
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FALLOS SUPREMOS

Vie Ene 5 , 2007
aclarando que los tratados internacionales de protección a los DD HH no se remiten a la imprescriptibilidad en materia civil. El asunto reviste la mayor importancia desde el momento en que la única forma de enfrentar las violaciones del pasado es mediante el establecimiento de la verdad, la sanción a los responsables y la reparación a las víctimas o a sus familiares. De un hecho punible nacen dos tipos de obligaciones, perseguibles mediante el ejercicio de acciones diferentes: la penal para el establecimiento de la verdad y la sanción de los responsables y la civil indemnizatoria por el daño causado, por lo que, teniendo ambas acciones la misma fuente, esto es, el hecho punible, parece lógico que la responsabilidad civil pueda perseguirse una vez establecida la verdad penal sobre tal hecho y no antes. En el régimen procesal penal no reformado anterior a 2000, aplicable a los procesos por hechos ocurridos antes, la acción civil indemnizatoria podía deducirse indistintamente ante el juez del crimen al término de la etapa de sumario, luego de acusado el autor del hecho o ante el juez civil competente. El plazo de prescripción de las acciones civiles persecutorias de obligaciones que nacen de un delito fue materia de discusión y hubo fallos que estimaron prescrita la acción a los cuatro años –tesis que ha validado la sentencia de la Suprema–, y otros, que resolvieron que para pronunciarse el tribunal civil respecto de la responsabilidad civil extracontractual del autor de un delito y proveniente de ese injusto, debe suponerse la existencia de la sentencia condenatoria penal que determine que el hecho investigado reúne caracteres de tipo penal y a la persona del responsable y, por ello, las gestiones realizadas en el proceso penal, necesariamente tienen el efecto de interrumpir civilmente la prescripción de las acciones civiles que emanan del delito. Sin saber quién es responsable, no se sabe quién es obligado a indemnizar. Autores, coautores, cómplices, empleadores, jefes, el Estado y otros, no se determinan antes del fallo penal y no pudieron ser demandados en el plazo de cuatro años si no fue posible investigar durante más de 20 años y no se conoció siquiera la identidad de los comandos secretos que cometieron las fechorías. Lo contrario equivaldría a obligar a deducir –y a notificar– antes de los cuatro años, demandas civiles “al voleo”, para ver quién cae, debiendo en todo caso, esperarse la resolución penal definitiva suspendiéndose entre tanto la tramitación de la causa civil. ¿Cómo notificar a un homicida escondido en la red de protección de las agencias de seguridad, al que no se pudo ni siquiera identificar en el plazo de cuatro años? La misma razón que hace imprescriptibles las conductas penales, debe entenderse, sin lugar a dudas, aplicable a todos los efectos y consecuencias de tales conductas. Por Leonardo Aravena Arredondo. Profesor de Derecho, Universidad Central Coordinador Justicia Internacional y CPI, Amnistía Internacional-Chile. Colaborador permanente de Crónica Digital Santiago de Chile, 6 de enero 2007 Crónica Ddigital , 0, 50, 3

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