Después de la libertad, fue el segundo derecho proclamado al mundo por la Revolución Francesa. Este mundo ha estado muy pendiente de concretizar y hacer efectiva la libertad. No ha ocurrido así con la igualdad. Esta ha quedado consignada en la proclamación Universal de los derechos humanos en 1948: Todo hombre nace libre e igual en sus derechos Y, está inscrita en nuestras Constituciones.
Pero en nuestra realidad es en buena parte letra muerta. El niño que nace en un campamento de Peñalolén no tiene efectivamente los mismos derechos a un techo protector, a una familia bien constituída y cariñosa, a los cuidados de la salud, a la educación en todas sus etapas, incluída la universitaria, si hay talentos para ella, etc.
Una visión juridicista sobre los derechos humanos da lugar a distingos y facciones. Pero si los concebimos como exigencias éticas que se pueden demandar a la sociedad y hacer efectivas, aparece claro que no se dan igualmente sobre nuestro suelo.
Estas situaciones de desigualdad, hasta ahora toleradas, parece que se van volviendo intolerables. El fenómeno de la globalización las está volviendo como tales. En un mundo que se ha achicado, ricos y pobres fácilmente conviven en buena vecindad. Advierto que Europa se está preocupando mucho más que antes del Africa y que los Estados Unidos está aprendiendo que los pobres en el mundo pueden volverse una amenaza seria.
En Chile, la desigualdad social ha sido caracterizada por todos los candidatos en la última elección presidencial como el mal prioritario que se debía combatir. Y como expresión de este mal se señaló muy particularmente la desigualdad de calidad en la educación. Esta desigualdad es indiscutida e indiscutible. Lo nuevo es que ya no es tolerada.
La rebelión de los estudiantes de secundaria apoyada por una mayoría ciudadana y llamada la rebelión de los pingüinos es la prueba de ello. Otros pingüinos manifiestan su rebeldía en asaltos, robos y toda clase de violencias. ¿Esto nos lleva a pensar si no habrá detrás de todo esto, un justo resentimiento contra la sociedad por haber sido inequitativa contra ellos?
Quisiera ver en todo lo que hemos descrito signos de maduración de la humanidad que va comprendiendo que la equidad ha de ser una meta real exigida por los derechos humanos. Que la libertad, tan pregonada en los últimos tres siglos, ha de lograr una equidad. Esta encontrará su identificación en la solidaridad y fraternidad a las que todos estamos llamados en aras de un efectivo bien común.
Por: José Aldunate, SJ. El autor es miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital y de la revista Reflexión y Liberación.
Santiago de Chile, 14 de junio 2006
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