Por eso, su equipo divulgó en la revista Obstetrics & Gynecology el análisis de una revisión sobre varios estudios sobre el efecto de los anticoagulantes para reducir la presión arterial alta.
Los expertos investigaron más de 27 mil mujeres que participaron en 17 ensayos aleatorizados. En 15 se habían comparado una dosis baja de aspirina con un placebo o ningún tratamiento (grupo control).
Por su parte, en dos estudios pequeños, algunas féminas habían recibido ácido acetilsalicílico con dipiridamol o dipiridamol solo.
En el contexto de la pesquisa, los autores examinaron con detenimiento el parto repentino antes de las 37, 34 y 28 semanas de gestación.
Las consumidoras de anticoagulantes tenían menos peligro de estar expuestas a un parto espontáneo antes de las 37 y 34 semanas que el grupo control.
Asimismo, el riesgo de tener un parto antes de las 37 semanas era 0,83 en las mujeres encinta con un hijo previo y 0,98 en las primerizas.
Cualquier intervención para reducir el parto prematuro es muy útil, dijo la académica Iffath Hoskins, del Centro Médico neoyorkino Langone, que no participó en el estudio.
En tal sentido subrayó que los anticoagulantes reducen el riesgo de desarrollar anormalidades vasculares placentarias, caldo de cultivo para la preeclampsia.
La preeclampsia es una complicación médica del embarazo y se asocia a hipertensión inducida durante el estado de gestación.
Por su parte, el placebo es una sustancia que carece de acción curativa pero produce un efecto terapéutico si el enfermo la consume convencido de que es un medicamento eficaz.
Washington, 28 enero 2017
Crónica Digital /PL