Hace casi medio siglo: un hito clave de los cristianos de izquierda en Chile

La madrugada del miércoles 28 de julio de 1971 fue el punto de partida de la emergencia de la Izquierda Cristiana de Chile. Fue una de las expresiones de la irrupción de los cristianos en el movimiento popular con opción socialista, iniciando un aciago camino marcado por su incorporación al Gobierno del Presidente Salvador Allende y por su participación, después, en la resistencia a la dictadura cívico–militar.

Para mejor aprehender la historia, es posible situarse en el 8 y 9 de mayo de 1971, cuando el sector progresista del Partido Demócrata Cristiano (PDC) se impuso en el Consejo Plenario Nacional efectuado en Cartagena. El progresismo del partido de la flecha roja se llamaba “tercerista” y había sido clave en levantar la candidatura presidencial de Radomiro Tomic, con un contenido programático de contenido democrático y revolucionario, y la estrategia de la “unidad social y política del pueblo”. Al calor de la propaganda para su campaña en las elecciones de septiembre de 1970 surgió, sin grandes elaboraciones, el nombre: “Somos la Izquierda Cristiana”.

Ese sector había realizado una reflexión al interior de la Democracia Cristiana, expresada por ejemplo en el libro “El Desarrollo de la Nueva Sociedad en América Latina”, escrito por Jacques Chonchol y Julio Silva Solar y publicado en 1965, en el primer año del Gobierno de Eduardo Frei Montalva. Allí sostenían: “El comunitarismo promueve una estructura social fundada en el principio de que la tierra y los bienes productivos (…) pertenezcan a los trabajadores”. Agregaban que “el dinamismo de la sociedad comunitaria no arranca del afán de lucro o de poder de los capitalistas o de aspirantes a capitalistas, sino de la voluntad colectiva de todo el pueblo que se hace dueño de la economía y organiza en forma planificada su ascenso como comunidad, sin diferencias de clase”.

El ejemplo del sacerdote colombiano Camilo Torres, que murió en la guerrilla; la revista “Cristianismo y Revolución” en Argentina; la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín; la publicación del libro “Teología de la Liberación” por Gustavo Gutiérrez; son hechos a nivel latinoamericano que fueron consolidando una convicción en el progresismo de la Democracia Cristiana.

En el evento partidario de Cartagena, la colectividad reafirmó su carácter “revolucionario” y su opción por una sociedad socialista comunitaria. En la oportunidad, el presidente de la Juventud Demócrata Cristiana, Luis Badilla, manifestó que “el cristianismo es una visión que sirve para la liberación (…) Así nació. Fue la ‘ideología’ de los esclavos. Los esclavos del siglo XX se llaman proletarios”. Por tanto, llamó a “diseñar una actitud, un modelo, una estrategia socialista y cristiana”. Añadió: “La verdadera lealtad al partido se sirve desde una posición de izquierda cristiana” (“Política y Espíritu” N° 321, mayo de 1971).

Sin embargo, la postura persistió por muy escaso tiempo, puesto que el PDC sufrió un viraje definitivo hacia la derecha luego del asesinato del ex ministro del Interior, Edmundo Pérez Zujovic, el 8 de junio de este año. Así, en la elección complementaria de un diputado por Valparaíso, el 18 de julio, la derecha respaldó al candidato del PDC, Oscar Marín, quien logró 141.450 votos (50,16%), contra 136.813 (48,5%) del socialista Hernán del Canto.

Muy poco después, el 24 de julio, se realizó una reunión ampliada del Consejo Nacional en Las Vertientes, con el propósito de examinar el período transcurrido entre el Plenario de Cartagena y las elecciones de Valparaíso. Bosco Parra era uno de los principales líderes del sector progresista del PDC y era considerado uno de los ideólogos de la colectividad. En esos días era Director del Departamento Técnico y formuló el siguiente un voto político, el que transcribimos de un libro que Badilla publicó después del golpe de Estado (“La Via Cilena e i Cristiani Rivoluzionari”, Coines, Roma, 1974):

La Democracia Cristiana, después de haber analizado la situación política actual, llega a la conclusión de que adquiere un nuevo y urgente vigor la tesis de la completa unidad social y política del pueblo. Para llevarla a cabo, el partido:

  1. Asegura el país que no tendrá más alianzas directas o indirectas, tácitas o explícitas, con el Partido Nacional y con las otras fuerzas de derecha.
  2. Prohíbe a sus militantes, a partir de ahora, tomar iniciativas que puedan dar origen a acciones comunes con la derecha.
  3. Tiene confianza en que las masas populares, frente a la claridad de nuestra decisión, condenarán cualquier actitud sectaria que haga difícil alcanzar los objetivos unitarios”.

No se tomó decisión alguna. El debate continuó en Santiago el día 27. La votación se produjo en torno a dos votos políticos: uno presentado por Renán Fuentealba y el formulado por Bosco Parra. El primero sostenía que se respetarían los acuerdos de Cartagena, pero al mismo tiempo fustigaba “el espíritu absorbente, totalitario y excluyente” de la izquierda. Sostenía, con ambigüedad, que las coincidencias “eventuales” con la derecha no tenían más proyección política que los hechos que las produjeran.

El voto de Fuentealba obtuvo 10 votos: aparte del propio autor, fueron Osvaldo Olguín, Fernando Sanhueza, Carlos Garcés, Andrés Zaldívar, Jaime Castillo Velasco, Humberto Soto, Pedro Goic, Juan de Dios Carmona y Jorge Kinnderman. La propuesta de Bosco Parra sólo logro cuatro: Luis Maira, Jorge Donoso, Juan Enrique Miquel y Santiago Pereira Becerra (“Política y Espíritu” N° 323, julio de 1971).

Ya había pasado la medianoche, hacía frío y caía una persistente llovizna. Un grupo de unos 15 o 18 militantes del sector de izquierda de la colectividad aún esperaba el desenlace. Uno de ellos era Raúl Reyes Suzarte, más tarde combatiente en la clandestinidad y prisionero político por largos años. El mismo contó después lo ocurrido en esa madrugada: “Algunos ya pensábamos en ir a paladear un café, cuando vimos salir a Bosco y a un reducido grupo del edificio de la DC. Venía con un gesto muy característico suyo: dando pequeños pasos, pero muy rápido, mascullando algo entre dientes. Lo recibimos, preguntándole: ‘¿Cómo anduvo la cosa, Bosco?’. Él, dirigiéndose a mí, contestó: ‘Nos vamos, Vasco. Renuncié’. No podemos negar que nos electrizó su respuesta. Sabíamos que tarde o temprano íbamos a tomar esa determinación y nos estábamos preparando para ello”.

Al momento de comunicar su decisión, Bosco Parra señaló: “He llegado al convencimiento que las posiciones cristianas de izquierda no tienen perspectivas reales dentro del partido. Los extensos debates que acabamos de hacer confirman esta convicción. Propusimos que se pusiera inmediato término a toda clase de contactos y de alianzas con la derecha (…) Queríamos de esta manera aclarar la posición de la DC frente a las masas populares que, con razón, dudan de la sinceridad de las afirmaciones socialistas o comunitarias, mientras se marcha con los enemigos de todo socialismo y cualquiera transformación (…) No fue aceptada nuestra proposición. Ello significa, para mí, que la Democracia Cristiana rehúsa enfrentar un proceso de derechización creciente de su base de apoyo”.

Le siguieron los diputados Fernando Buzeta, Jaime Concha, Alberto Jaramillo, Luis Maira, Pedro Urra, Pedro Videla, Osvaldo Iñíguez y Pedro Felipe Ramírez. Se sumó la casi totalidad de la directiva de la Juventud Demócrata Cristiana, encabezada por su timonel Luis Badilla, y cuatro ex presidentes de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH). Asimismo, se agregaba una nómina de consejeros nacionales, jefes de departamentos de acción, presidentes provinciales, alcaldes y regidores.

El 6 de agosto se sumaron importantes cuadros históricos del MAPU, entre ellos sus tres parlamentarios –los senadores Rafael Agustín Gumucio y Alberto Jerez y el diputado Julio Silva Solar– y el destacado Jacques Chonchol, uno de los promotores clave de la reforma agraria. La razón básica de su decisión era que el MAPU, bajo la conducción de Rodrigo Ambrosio, su secretario general, se proclamó una “vanguardia marxista–leninista” en su Primer Congreso en 1970. En ese contexto, en su carta de renuncia, explicaban lo siguiente: “Entendemos (…) el cristianismo como una fuerza inspiradora. No le pedimos respuesta para los problemas técnicos ni buscamos en él un modelo de sociedad, de economía o de Estado. Sabemos que no puede dar nada de eso. Pero sí, es para nosotros, reiteramos, una fuerza inspiradora, una fuerza histórica y cultural de sentido liberador para el pueblo, en su expresión más profunda, y pese a las deformaciones de que ha sido objeto por las clases dominantes”.

Precisaban que “no creemos en la conveniencia de un partido formado exclusivamente por cristianos. Esta una etapa sobrepasada para nosotros como para muchos cristianos en el mundo actual”, por lo que consideraban que era “positivo para unir a los trabajadores y fortalecer el proceso revolucionario chileno, contribuir a organizar a aquellos que, teniendo esta común inspiración, están dispuestos a participar en un movimiento amplio” por las transformaciones sociales en Chile. “Pensamos que es una urgente necesidad del pueblo y la revolución chilena, que necesita de esta fuerza, unida, por cierto, al resto de las fuerzas populares, no como alternativa ni factor de división”, subrayaban (“Política y Espíritu” N° 324, agosto de 1971).

A inicios de agosto se puso en circulación un “instructivo sobre organización”, en el que se llamaba a formar “Comunidades para el Socialismo” (CPS). Entre sus tareas permanentes señalaba la transformación de sus militantes en dirigentes de la base popular, en el marco de una nueva moral socialista y revolucionaria, así como la promoción de su formación política y cultural. En ese instructivo se llamaba además a una Asamblea de Organización.

El 4 de agosto se fijó como sede provisoria de la naciente colectividad el local del Sindicato de la Tesorería General de la República, en calle Riquelme Nº 57, en Santiago Centro. El día 14, en el Sindicato de Trabajadores de Teléfonos, en calle Corte Suprema Nº 181, se efectuó la Asamblea de Organización, en la que se nominó una dirección provisoria, encabezada por Bosco Parra, y se acordó organizar una Asamblea Constituyente, que se materializaría en octubre, por la que esa fue la fecha que finalmente se estableció como fundación.

Las resoluciones fueron publicadas en el tabloide “Testimonio Hernán Mery”, que en el PDC había sido el órgano oficial de la JDC y vocero oficioso de la corriente progresista de la colectividad. Desde el 7 de agosto de 1971 y hasta el golpe de Estado, fue el periódico oficial de la Izquierda Cristiana. Su nombre se refería a un joven ingeniero agrónomo que ejercía como jefe zonal de la Corporación de la Reforma Agraria (CORA) en la zona de Linares y que fue asesinado, mientras encabezaba el procedimiento de expropiación de un fundo.

En un comunicado de prensa posterior a la Asamblea de Organización, publicado en el periódico, se indicaba que la naciente organización tenía que adquirir “desde el primer momento y para siempre la suficiente amplitud para agrupar a todos los chilenos dispuestos a colaborar en la construcción del socialismo, mediante el aporte de valores y contingentes sociales inspirados en la cultura cristiana y en otros pensamientos humanistas”. Asimismo, en el editorial se afirmaba: “Estamos definitiva y enteramente comprometidos con la lucha socialista, con la construcción de una sociedad que se erigirá sobre las ruinas del capitalismo antihumano y anticristiano”.

Por aquellos días, visitó el país una de las figuras más importantes del progresismo católico en el continente: el Obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo. Se reunió con Salvador Allende y no ocultó sus simpatías por la emergencia de la IC. Visitó la sede de calle Riquelme, se reunió por más de dos horas con la militancia, y la noche de su regreso a México fue despedido en el aeropuerto por una delegación de la Izquierda Cristiana.

Al respecto, el Obispo declaró al periódico de la Central Única de Trabajadores: “No puede menos que formarse una opinión, un enjuiciamiento, frente a un acontecimiento ante un acontecimiento de tanta importancia y trascendencia. Tengo de inmediato la preocupación de que al vincular la denominación ‘cristiana’ a una agrupación política se deterioren los contenidos humanos y cristianos ahí implicados. Pero me parece, en general, positivo el hecho de que se haya producido una escisión dentro de la Democracia Cristiana”. Indicó que “la doctrina marxista debe ser conocida y penetrada por el cristiano, puesto que ella constituye la ideología más potente en el mundo de hoy”.

En la víspera de la Asamblea de Organización de la IC, Bosco Parra señalaba a la revista “Punto Final”: “La perspectiva socialista no puede construirse sino con la completa unidad social y política del pueblo trabajador y de todas sus familias de pensamiento”.

Por Víctor Osorio Reyes.

Santiago, 29 de julio 2020.

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