Por Raúl Acevedo:Apuntar al cielo

La pobreza como problemática del sistema de dominio de unas cuantas personas sobre el resto tiene una solución compleja, pues hacerlo involucra múltiples actores de diversos tipos y posiciones, además de numerosos ámbitos donde intervenir.

Romper el entramado urdido, tejido y bordado por los grupos dominantes para mantener el sometimiento de los demás es una acción laboriosa. Requiere cambios en una cantidad no menor de personas, modificación de sus pensamientos y de sus conductas, para que intervengan con conciencia en las características del sistema, modificando su posición en él y la de su entorno cercano.

Las personas que entienden todo esto no se involucran necesariamente en la transformación del sistema, suelen ocurrir que o no encuentran la entidad apropiada desde donde hacerlo o su emocionalidad en algún punto, o varios, les impide un compromiso con los demás aunque eso vaya a la larga en beneficio propio y de los suyos. Siempre el riesgo de pagar un costo genera temor, base de los mecanismos de dominio. Es como en el campo, siempre se siembra más de lo que se espera cultivar porque no todas las semillas germinan ni todos los brotes crecen bien.

Es necesario formar una gran cantidad de personas para contar con una masa crítica suficientemente grande que sea capaz de romper la lógica perversa del sistema de dominación. En tiempos donde las bases de los mecanismos que sostienen al modelo neoliberal tambalean, es posible aspirar a cambios en las personas que permitan sostener acciones rotundas en pos de construir un nuevo orden económico, social, político y cultural. ¿Qué tan significativo será el cambio? Dependerá de la fuerza que se logre acumular en diversas capas de la sociedad y sus instancias de ejercicio del poder.

¿Quiénes son tales personas capaces de transformar la sociedad? ¿Cuál será el campo de batalla? ¿Quiénes lo determinan? Probablemente son preguntas con un grado de dificultad no menor, a simple vista. Sin embargo examinando algunos hechos del último año nos daremos cuenta de los cambios en el escenario socio-político de nuestro país. Después de tener millones de personas en la calle manifestándose contra el status quo muchos partidos políticos se apresuraron a hacer un acuerdo para dar una cabida institucional a un cambio de constitución. Bueno, en la convención constitucional pueden haber  personas con potencial transformador. Cuando el adversario es fuerte la elección de las armas, la forma de enfrentarse y el lugar donde hacerlo, es decir la definición de la estrategia, es un asunto crucial.

Un día llegó a la oficina donde yo trabajaba un hombre mayor, comerciante del rubro ganadero. Nos contó que sus negocios estaban muy mal y no sabía por qué, pues el rendimiento neto de un animal carneado usualmente era algo más del 20%. El tenía tres carnicerías y estaba con pérdidas. Los balances no decían mucho. Fuimos a uno de los locales a ver in situ cómo funcionaban. Su hija mayor quien estaba a cargo nos mostró los registros de ventas y otros documentos, la esposa manejaba el segundo y el yerno el tercero, todos de manera similar. Cuento corto toda la familia le robaba dinero y alteraba los registros de ventas. Sin mecanismos de control y una acción fiscalizadora efectiva cualquiera puede extraviar el rumbo en favor suyo engañando a quienes lo pusieron ahí.

La convención constitucional sin un control ciudadano en cada momento del proceso constituyente puede resultar en un robo a las esperanzas de la mayoría abrumadora que desea un cambio del modelo. En Chile las últimas décadas la gente elegía personas para cargos públicos y los elegidos no escuchaban la voz ciudadana. Se practicó lo que un amigo llama democracia delegativa, donde se escoge una persona y luego hace lo que quiere, es decir se delega el poder en ella. Esta no es una forma inamovible de relación entre las autoridades y el pueblo. Hay muchos ejemplos de formas de interacción bastante más sanos, por ejemplo la democracia representativa, donde quienes detentan cargos públicos rinden cuenta efectiva al pueblo con periodicidad. Mejor aún es la democracia participativa, donde los ciudadanos que lo desean entregan su opinión y propuestas a las instancias resolutivas que deben actuar sintetizando y operativizando la voluntad popular.

Los cabildos que entreguen insumos a los delegados constitucionales serán poderosas herramientas de democracia participativa siempre y cuando se logre una proporción de delegados que los tomen como interlocutor válido. Para mostrar su respeto esos delegados pueden entregar públicamente el resultado de los aportes ciudadanos con regularidad semanal o quincenal. Así quedaría a la visita no sólo la posibilidad del funcionamiento de la democracia participativa sino su alcance en los asuntos más trascendentes.

¿Por qué buscar un espacio político-social que hoy no existe? Lo reinante en nuestro país pleno de desigualdades, donde la vida cotidiana nos ofrece un mar de ejemplos con el inmenso mayor peso de unos pocos que pueden hacer cuanto quieran con los demás y con el medio ambiente, lo reinante es un sistema agotado, un sistema incapaz de brindar una alternativa diferente. Pero la superación del sistema es un campo por sembrar. Están los surcos abiertos y aún no se esparcen las semillas. Algunos preparan sus viejas maquinarias para volver a poner otras variedades de lo mismo de siempre en un terreno nuevo. Pero también es posible llenar ese espacio con semillas nuevas de especies distintas. Los cabildos ligados a los delegados constitucionales pueden ser este último caso.

La posibilidad de contar con delegados constitucionales que reconozcan en los cabildos una instancia de soberanía del pueblo depende de cuánto espacio tengan los candidatos que no son parte de las máquinas partidarias en las papeletas. Las máquinas tienen el objetivo de mantener la cuota de poder de un grupo dentro de un partido. Ni siquiera buscan los ideales partidarios, sólo se representan a sí mismos. Nada bueno se puede esperar de ellas. Para tener una constitución justa con todos, hay que apuntar al cielo con fuerza, más abajo la gravedad llevará todo a tierra. Los cabildos como expresión de la calle son una herramienta democrática poderosa, porque los grupos de poder temen al pueblo en la calle y pueden hacer concesiones importantes si hay un soberano activo.

La participación en democracia es un elemento esencial, sin ella no es gobierno del pueblo. Cuando existen diversos grupos en una sociedad, los representantes en instancias superiores deben estar en la misma proporción que el volumen de cada uno de ellos, sólo así se puede consignar el justo equilibrio de las instituciones públicas tomadoras de decisiones. Los partidos políticos no suman ni siquiera el 3% de la población, entonces ¿por qué tienen la posibilidad de sacar la mayoría absoluta de delegados constitucionales? Si no es una elección justa ¿se debe desechar como plantean algunos desencantados?

Comenzar a realizar cabildos para levantar los asuntos fundamentales que tendrá la nueva constitución es un imperativo para tener la oportunidad de modificar la forma de elección de los delegados constitucionales. La población en la calle haciendo soberanía de hecho puede cambiar cosas que en otros momentos son impensables. Tomar la iniciativa en esto es también comenzar a abordar los problemas de la alienación y la pobreza, cuestiones que afectan a grandes capas de nuestro país.

Por Raúl Acevedo
Economista, 20 años de trabajo en el sector público, magister en gobierno y gerencia pública.

Santiago de Chile, 19 de noviembre 2020
Crónica Digital

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