Por Jorge Montealegre: Formas recientes de recordar el campo de concentración Chacabuco

La publicación en el año 2018 de la compilación de testimonios “Cuando sobrevivir fue una victoria. Relato de prisioneros políticos del campo de concentración Chacabuco”. Es un esfuerzo de reunión de memorias -diecinueve testimonios- que se suma a una larga bibliografía de historias y reflexiones chacabucanas. A cargo de la producción edición estuvo Ángel Arias y fue publicado por nuestra Corporación que así inaugura un sello editorial. Gran iniciativa. Para mí, hacer esa recopilación fue una hermosa forma participación con lo que me gusta hacer: leer y escribir, valorar el testimonio de quienes compartimos una experiencia común. Puesto a seleccionar se hace evidente la dispersión y la cantidad de trabajos que merecen divulgación. Hay tantas historias como prisioneros estuvimos en ese campo y en las estaciones anteriores y posteriores de nuestra itinerancia. La Editorial Chacabuco –y esta misma publicación que tenemos ante los ojos- son iniciativas donde ha sido fundamental el trabajo en equipo de la directiva que ha mantenida encendida la mameoria y esa esperanza que –como dice un poema chacabucano- “hierve día a día en el choquero de la historia”.

Luego de esa experiencia –la compilación para el libro de la Editorial Chacabuco-, vale la pena consignar que se recuerda a Chacabuco desde diversos lenguajes y situaciones, todos pertinentes y evocadores: el dibujo, la música, la escritura, la fotografía, el teatro rememoran –y a veces resignifican- Chacabuco aportando cada expresión una pieza que va completando, complementando, la memoria de la antigua oficina salitrera, campo de prisioneros y pueblo fantasma abandonado en el desierto.

El dibujante Mico, hijo del chacabucano Luis Henríquez a quien recordamos también como Ho Chi Minh, dibuja una viñeta humorística para El Chacabucano. El personaje se llama “Óscar Nitrato” evocando a Oscar Vega y quizás al Profesor Nitrato –el Gato Gamboa- que firmaba el chacotero consultorio sentimental del diario mural “Chacabuco ‘74”. En el dibujo está la icónica torre de vigilancia para reconocer inequívocamente el campo de prisioneros. En una de las paredes de una casa pampina –a modo del “muera el roto Quezada” de Condorito- un rayado grita “Muera Minoletti” recordándonos principalmente a Chacaletti (como le decía Mariano Requena) que nos recibió cuando se “inauguró” el campo y nos humilló a todos, con especial encono a Mario Céspedes y Ángel Parra. El mismo Minoletti que estuvo implicado en la “caravana de la muerte”. Mucha historia en un dibujo humorístico, pero no frívolo. Según me aclara Ángel Arias, la transmisión de las características chacabucanas del personaje fue un trabajo de la directiva, en conjunto. El dibujante las plasmó magníficamente. Mico, que se llama Luis Henríquez como su padre, representa a las generaciones que toman la antorcha –o la brocha- de sus antepasados. Por alguna razón el vandalismo fascistoide ha destruido varios de los murales que Mico ha realizado con su brigada. Y tiene toda nuestra solidaridad y cariño.

En la primavera del 2020, en Vallenar, Jacqueline Castro, hija del chacabucano Nahum Castro, grabó la “Cantata Chacabuco, 40 años, memoria viva”. La obra fue estrenada en el año 2015 en el Museo de la Memoria. Esta vez el soporte es un DVD. Además de su canto y composiciones originales, Jacqueline integra diferentes expresiones artísticas y ofrece la palabra a sus “tíos” chacabucanos en distintos roles (como la presentación de Gabriel Reyes), testimonios de ex presioneros (Alberto Gamboa, mario Molina y Samuel Houston, entre otros); y también de esposas e hijas (Ruth Vuskovic, Oriana Zorrilla; Lilia Concha). Además integra el aporte musical de Ernesto parra, Marcelo Concha Traverso, Tatiana Molina; así como poemas escritos en Chacabuco, que musicaliza (de Santiago Cavieres y otros). Obra del talento y la persistencia que registra la historia desde la mirada y el afecto de las hijas e hijos.

En el 2020 Luis Cifuentes publica su testimonio, interpelando desde el título a quienes tenemos algo que contar: “Dilo, antes que sea demasiado tarde”, connotando la urgencia que nos impone el tiempo. La edad: los sobrevivientes siempre somos una especie en extinción. Relata, por supuesto, la experiencia común del golpe. Todos, como Luis, “escuchamos por radio el último mensaje de Allende”. Cada uno vuelve a ese momento solamente al leer esa línea. Es compartida con muchos chacabucanos la experiencia de haber vivido la Universidad Técnica de los tiempos del rector Enrique Kirberg. Y la itinerancia que comienza en el horror del Estadio Chile que nos sigue recordando a Víctor Jara; y luego el Estadio Nacional y su maldito disco negro. Luis –como la mayoría de los chacabucanos- es un “sobreviente del abismo” que llega a Chacabuco. Relata, con su propia óptica, lo que ya sabemos en nuestro circuito cerrado. Y algo más que solo la experiencia personal –de un personaje llamado “Julio”-puede testimoniar. Para la comunidad chacabucana es especialmente significativa, porque es parte de la memoria y nostalgia colectiva, el relato desde adentro del conjunto “Los de Chacabuco” que Luis Cifuentes integró. Luego, hay un énfasis en las experiencias de exilio, que es la prolongación de la historia de muchos chacabucanos. En el caso de Luis, en Gran Bretaña.

También de la UTE y con experiencias de exilio, Luis Soto Guzmán publicó su libro “Terrorismo de Estado”, en el cual recuerda su estadía en Chacabuco. Lo contextualiza históricamente en su crónica sobre los pampinos y entre las anécdotas que rememora se destaca el recuerdo de “Rabito” -Luis González Manriquez, detenido desaparecido- quien se habría fabricado una radio para escuchar Radio Moscú; también se refiere a la visita de la troup de cineastas alemanes y la grabación que hicieron del conjunto “Los de Chacabuco”. El libro se publicó en la colección testimonios de la Editorial de la Usach en el año 2019.

Es significativo también que en los últimos años se hayan reeditado algunos testimonios que ya no se encuentran. Pienso “Yo también estuve en 3 y 4 Álamos”, que reúne en un solo volumen los cuatro pequeños libros realizados por los compañeros y compañeras que estuvieron en esos campos de prisioneros. Son más de cincuenta testimonios individuales que conforman un testimonio coral, colectivo. Entre los chacabucanos que podemos reconocer en el libro está nuestro compañero Samuel Houston. La publicación es de la Corporación 3y 4 Álamos, un Parque por la Paz, la Memoria y la Justicia. También se reeditó en estos días “Nuestros días en el Estadio”, de María Eliana Vega, dedicado principalmente a registrar el testimonio de la prisión política de hombres y mujeres en Concepción. Para estos efectos valga destacar que el libro dedica un capítulo a aquellos compañeros que pasaron “Del Estadio Regional al Campo de Prisioneros de Chacabuco”, que fueron muchos –entre ellos Jorge Chamorro y Emilio Cisternas-; por su contribución al proyecto hay un agradecimiento especial de la autora para Gabriel Reyes. Todos ellos comparten una historia común con quienes llegamos a ese campo desde distintas regiones.

En el 2020 Patricio Salinas publica su libro, muy singular, titulado “Atacama. Geometría de un cautiverio”.  Como muchos de nosotros, Patricio Salinas  fue parte de la travesía del barco Andalién que desde Valparaíso nos llevó hasta Antofagasta. De ahí, al pabellón 23 de Chacabuco y por su relato –además de la descripción general del campo- pasan nuestra organización, el sistema de correspondencia, la pulpería, los espectáculos y, muy especialmente, su labor en el Policlínico. Al respecto reproduce un significativo informe manuscrito. De manera documentada el autor hace una reseña histórica de lo que fue la oficina salitrera en su época de auge. El relato escrito se acompaña fundamentalmente por fotografías de Salinas, tomadas en la ex oficina salitrera y campo de prisioneros, además del paisaje desértico. En blanco y negro. Los textos, del autor y de sus comentaristas (Manuel Vicuña, Leonora Vicuña y Rita Ferrer) están publicados en español e inglés. Un libro especial, en que el chacabucano le da “la palabra” a las imágenes.

También es una noticia reciente –de este año 2021- la edición en francés de “Frazadas del Estadio Nacional”, que Véronique Brunet tradujo como “Stade National 1973. Le Chili le yeux bandés”. La primera edición del libro lo publiqué en el año 2003 y es grato saber que alcanzará nuevas lectorías. Tal vez no debiera incluirme en esta nota, pero si no lo cuento yo nadie se enteraría. Y eso sucede con prácticamente todos nuestros libros testimoniales.

Recuerdo Chacabuco” se llama la obra de teatro testimonial de Guillermo Orrego. En ella, el célebre Memo Bronson para los chacabucanos (sin olvidar su status de goleador en el partido con los milicos) es él mismo y todos nosotros. Autobiográfico, con sus dolores y glorias, en la pieza unipersonal transmite muchos recuerdos compartidos colectivamente. Acertadamente renuncia al relato lineal, cronológico, dándole así un ritmo a sus relatos. Hay humor –humor amargo-, documentación (como la proyección de la “película” dibujada por Tato Ayress), episodios que recuerdan nuestra organización (la pulpería, por ejemplo) y la producción de los shows que lo consagraron como comediante. Al pasar está la fraterna mención de muchos nombres para que nadie quede atrás y la obra de otros (como “Alma de Chacabuco” de Ángel parra). Es impresionante –y envidiable- la vitalidad de que hace gala Memo, que canta, baila, hace percusión con su cuerpo y sostiene el espectáculo casi sin respiro.  La obra se estrenó en el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), en Santiago. Edificio que también agrega memoria a la audiencia ya mayor: ahí, recordando en la obra también al presidente Allende, es imposible no recordar la UNCTAD. Sus funciones han sido una buena ocasión para reunir a los chacabucanos, aunque sea con mascarillas.

Cada obra mencionada en esta nota –y las que omitimos por falta de información-  merecería un artículo completo y más visibilidad, pero la mención de varias y recientes nos ofrece un panorama que enriquece el registro de nuestra memoria y ojalá sea un estímulo para la creación de nuevas memorias. Debería, también, mencionarse a cada persona presente en cada una de estas obras, pero no es el espacio para ello. Todos cabemos en el mosaico de la memoria.

La Reina, noviembre de 2021.
Crónica Digital

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Domingo 21: disyuntiva entre la democracia o el neofascismo

Vie Nov 19 , 2021
Por Marcel Garcés Muñoz Chile y los chilenos viviremos este domingo 21 de noviembre una histórica disyuntiva, una confrontación entre un proyecto democrático de futuro, y la pretensión de devolver el país, al escenario de la violencia, de la guerra interna, del terrorismo, del facismo corriente y confrontación permanente entre la oligarquía y los ciudadanos. Con total desparpajo y  altanería el candidato del pinochetismo, José Antonio Kast, ha reivindicado a su mentor político, su ídolo del “orden social”, la disciplina,  el dictador Augusto Pinochet, y negado al carácter  criminal de su régimen, que él y su familia apoyaron, junto a otros que hoy reivindican su “legado”: el terrorismo de Estado y el imperio del modelo de mercado. Kast señaló en un encuentro con corresponsales extranjeros, que durante la dictadura  de Pinochet, de sus esbirros uniformados y cómplices civiles, políticos y empresariales, no hubo represión, persecución, asesinatos dentro y fuera de las fronteras, exilio  de dirigentes políticos democráticos, opositores a sus fechorías. Tamaña barbaridad, dicha con un rostro interpérrito, casi sonriente, conforme al personaje que sus asesores de imagen le han creado, no solo es una canallada, sino un acto de complicidad con un régimen, una pandilla de asesinos  desalmados, a los que hoy es posible encontrar en cárceles, con condenas judiciales de decenas y hasta cientos de años de prisión, pero también en esferas de derecha política y empresarial, cómplice de esos crímenes. Kast, cuya familia ha sido denunciada judicialmente por sus vinculación con los verdugos de  decenas de campesinos y dirigentes populares en Paine, durante la dictadura de Pinochet, afirmó en declaraciones periodísticas del 15 recién pasado, que durante la dictadura derechista-militar de Pinochet “se hicieron elecciones democráticas y no se encarceló a opositores políticos”, en referencia a sus acusaciones contra el proceso electoral presidencial nicaragüense. Kast, como si no fuera suficiente su historial familiar y político, ya se había hecho notar por su admiración a Pinochet y sus crímenes, el 9 de noviembre de 1917, cuando en declaraciones a TV-13, en medio de una campaña electoral presidencial de la época, aseguró que si Pinochet estuviera vivo, “votaría por mí”. Semejante falsificación de la historia y “negacionismo” frente a los crímenes de la dictadura encabezada por su ídolo, además de la pretensión de sentirse “heredero”, de Pinochet, de quien se presenta como continuador político, no pudo pasar desapercibido. La candidata  presidencial, Yasna Provoste señaló que bajo Pinochet, “se encerró  a los opositores, en Chile se torturó a los opositores, en Chile se hizo desaparecer opositores”. Incluso el candidato derechista-populista, Sebastián Sichel se distanció de  Kast y su pretensión de relativizar los horrores de la dictadura militar derechista de Pinochet, apuntando que no se puede ocultar, ”lo doloroso que fue para miles de chilenos ver vulnerados sus Derechos Humanos, o para una generación completa de no saber lo que era la libertad o las elecciones democráticas”. Conceptos similares  tuvieron  los presidenciales, Gabriel Boric, y Marco Enriquez-Ominami y muchos políticos, victimas de los crímenes de la dictadura y luchadores por los […]

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