El 44 aniversario del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, ha revivido en el país, un escenario de confrontación política en que la misma derecha económica, política y militar de esa época ha intentado revivir la conspiración golpista y la táctica sediciosa, que los llevo a despreciar y violentar del orden democrático y llenar de sangre al país, violando los Derechos Humanos, para impedir las reformas impulsadas por el gobierno legítimo de Salvador Allende, y la Unidad Popular.
De alguna manera reviven las amenazas contra la institucionalidad política de Chile, contra las los órganos y facultades del Estado y sobre todo contra las demandas de progreso y reformas que la historia ha puesto frente a sus ciudadanos.
Con el pretexto de la defensa de unos “ancianos” enfermos-los criminales detenido en Punta Peuco- procesados por asesinatos alevosos,, desapariciones de chilenos, torturas, violaciones,, el “partido militar”, 16 comandantes en Jefe en retiro, del Ejército, Armada, Fuerza Aérea y generales directores de Carabineros, sacaron la voz – por supuesto El Mercurio, como hace años, les cedió sus páginas- para hacer un planteo contra la democracia, contra las instituciones de gobierno, legislativas y de justicia, y reclamar por sus camaradas de armas, sometidos a proceso o condenados por crímenes contra la humanidad.
Llama la atención la secuencia de este “planteo”, que según los que estudian el golpismo sedicioso castrense, corresponde a un desarrollo que se encadena con “el grito”, , la insubordinación local, el motín, la sedición que llega a ser más generalizada y que termina, en una consecuencia lógica y esperable, con el “Golpe”, es decir la irrupción armada contra las instituciones democráticas y la apropiación militar del poder.
Vale la pena recordar que un síntoma inicial de este ambiente hostil a las instituciones del Estado, del sistema democrático, fue la alocución del Comandante en Jefe del Ejército, general Humberto Oviedo, con motivo del ritual castrense de la Jura a la Bandera, el 9 de julio pasado, en que, hablando a nombre de su institución, enfatizó sus reparos al actuar de la justicia respecto de los violadores a los Derechos Humanos bajo la dictadura del general Augusto Pinochet Ugarte y justificó a estos aludiendo al “contexto histórico” de su actuación.
Y es necesario apuntar que entonces, las autoridades gubernamentales y las instituciones políticas del país no reaccionaron, de manera firme, frente al desacato, que ameritaba como mínimo la salida del cargo o una firme rechazo a sus palabras y las consecuencias de ello.
Los ex jefes castrenses y policiales, – que obviamente utilizan y presumen de las jerarquías ejercidas en el desempeño de sus mandos- demandan “justicia y dignidad” para sus colegas procesados o condenados, acusan “discriminación” contra los suyos, “falta de debido proceso”.
Dicen – ¿o amenazan?- los 16 firmantes de la carta publicada por El Mercurio”, que: “consideramos grave que al único sector que ha asumido sus culpas en el ayer se lo discrimine tan abiertamente”.
Y para que quede claro el carácter agresivo de sus palabras, advierten: “No pongamos en riesgo loa logros que con tanto esfuerzo alcanzamos, manteniendo artificiosamente las divisiones del pasado. Fortalezcamos en vez de debilitar las instituciones fundamentales de la República”, en referencia obvia a las Fuerzas Armadas y Carabineros, en nombre de las cuales pretenden hablar.
El párrafo final de la carta es de antología, y representa, sin duda, una clara intención provocadora, para desfigurar y encubrir una parte sustancial de la historia del país: “En el mes de la Patria, donde la ciudadanía como siempre mira la historia de Chile y rinde tributo a sus instituciones militares, nos parece legítimo que después de 44 años, aspiremos a vivir en un Chile reconciliado, que con decisión y valor las FF.AA. y Carabineros han ayudado a construir”.
Se trata de una arenga sediciosa, además del intento de seguir encubriendo los crímenes, dar vuelta la página, justificar la barbarie, de olvidar la vergüenza- incluso para los propios militares- por los crímenes, de la traición a la Patria y la corrupción de los Altos Mandos golpistas, que degradaron a sus instituciones al convertirlas en esbirros y verdugos, torturadores, violadores y asesinos.
La carta de los 16 ex jefes militares y policiales, la insolencia de pastores evangélicos contra la presidenta Michelle Bachelet en el llamado Te Deum ( más bien debería llamarse encerrona y provocación) del 10 de septiembre (con la aprobación tácita de Piñera, hay que decirlo) y la publicación por parte de El Mercurio, de documentos claramente sediciosos de 1973, para justificar el Golpe de Estado, bajo el título de “Documentos Históricos. Qué explica Chile del 1973”, son parte de una ofensiva a toda marcha de la derecha pinochetista.
Lo grave es que hay quienes, en los partidos políticos, en las candidaturas presidenciales, en instituciones académicas, religiosas o de otra índole parecen ignorar estos síntomas y más bien hacen oídos sordos a las evidencias o vuelven la mirada hacia el infinito y se entretienen en las minucias meramente electorales.
Lo que está en cuestión en Chile es la democracia y sería bueno que los políticos, los candidatos, y sobre todo los ciudadanos electores, lo entendieran de una buena vez.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 12 de septiembre 2017
Crónica Digital
La anestesia golpista , la farándula y el consumismo desenfrenado sigue embotando las debilitadas neuronas de un pueblo sometido , insolidario , humillado que se ahoga en el mar neoliberal que los cívico-militares-fácticos le vuelven a ofrecer a la chilenidad este nuevo septiembre 44 años distante de la gran traición y con nuevo ruido de sables-religiosos que impiden ver luz al fondo del interminable tunel de la miseria moral.