Más de 520 niños inmigrantes indocumentados continúan separados hoy de sus padres en Estados Unidos, cuando se cumple casi un mes del plazo dado al Gobierno por un juez federal para reunir a las familias.
En un informe sobre el estado del proceso de reunificación, los abogados del ejecutivo de Donald Trump precisaron que en esa situación se encuentran 23 menores de cinco años y 505 que tiene más de esa edad y hasta 17 años, todos bajo el cuidado de la Oficina de Reasentamiento de Refugiados.
De acuerdo con el reporte presentado este jueves y difundido por el portal digital Huffington Post, 343 padres de esos menores se encuentran actualmente fuera de esta nación tras ser deportados, mientras 19 permanecen bajo custodia de las autoridades norteamericanas y 62 levantaron alguna señal de alarma en las comprobaciones correspondientes.
Los nuevos datos representan un ligero avance en relación con la cifra de 565 niños que aún estaban separados el 16 de agosto, y se dieron a conocer a casi un mes después de que el 26 de julio se venció el plazo dado por el juez Dana Sabraw para regresar a todos los infantes al lado de sus progenitores.
Esta actualización sobre el estado de los casos se dio a conocer el mismo día que la Asociación de Abogados de Inmigración (AILA) y otros grupos acusaron a la administración de usar presuntas estrategias coercitivas contra los padres para que rechazaran solicitar su derecho a asilo.
Ben Johnson, director ejecutivo de AILA, indicó que se trata de esfuerzo sistemático e intencional para alejar a hijos de sus padres y retenerlos como rehenes, con el fin de sabotear el derecho de los adultos a solicitar asilo y luego utilizar a los niños como una amenaza para otros que intentan llegar a este país.
La acción legal, expuesta ante la Oficina del Inspector General del Departamento de Seguridad Nacional y de la Oficina por los Derechos y Libertades Civiles, recoge testimonios de 13 padres que señalaron una práctica ‘generalizada e ilegal’ por parte de los agentes migratorios.
El Gobierno no solo creó una política que separó a miles de niños, sino que, además, los adultos sufrieron coerción y firmaron documentos que no entendían, y renunciaron a sus derechos legales, incluyendo el de ser reunificados con sus hijos, manifestó Katie Shepherd, abogada del Consejo de Inmigración de Estados Unidos. La separación de familias en la frontera sur, que provocó gran indignación a nivel nacional e internacional, se incrementó a raíz de la aplicación de la política de tolerancia cero, la cual establece el procesamiento criminal de quienes entren ilegalmente a este país.
Ante la presión generada por las condenas a esa práctica, Trump firmó una orden ejecutiva el 20 de junio que puso fin a la división de familias, pero no estableció la reunificación inmediata de los más de dos mil 600 menores que ya habían sido separados.
Washington, 24 agosto 2018
Crónica Digital /PL
Vie Ago 24 , 2018
Por Marcel Garcés Muñoz Desde México nos ha llegado una noticia, de esas que cuesta aceptar. Guillermo Ravest ha partido hacia la dimensión de la memoria. A reunirse con Ligeia, y con tantos otros que emprendieron antes que él, el tránsito hacia el infinito. Pero nos deja el recuerdo, su biografía, sus hechos, aquello que lo hizo indispensable, de los imprescindibles de que habló su amigo, José Miguel Varas. Guillermo, el “ Chino” escribió páginas señeras del periodismo nacional, comprometido con la libertad y los Derechos Humanos, con la democracia, que detrás de una cierta serenidad y calma, diríamos que tenía un carácter suave, manso, pero que no ocultaba su compromiso combativo permanente con la verdad, con la justicia. Formado como muchos en la escuela del reportero militante, aprendiendo de la reciedumbre del periodista obrero, atrincherado en “El Siglo”, le imprimió a sus escritos, pasión y esperanzas. Escribió páginas vibrantes de las luchas políticas y sociales del proletariado originario, del movimiento de las izquierdas, de los derechos del pueblo. Empezó en el periodismo activo en 1951, como reportero de la Agencia Coper (Cooperativa de Periodistas) , en la capital chilena, y según recordó en marzo del 2009, en una muy personal entrevista al diario mexicano, “La Voz de Texcoco”, “vivía solo y, a veces, acompañado de alguna amiga”. En 1952, sigue Ravest, “luego de una larga clausura reapareció “El Siglo”, órgano oficial del Partido Comunista de Chile, donde fue reportero durante dos años, “hasta que me echaron por bohemio ( “tenía entonces relaciones con una poetisa, pero era casada, grave pecado para la moral comunista”, confiesa, sin demasiado ánimo de arrepentimiento ). Siguió su periplo trabajando en “El Espectador”, donde “con velocidad de reportero conocí a una argentina, me casé con ella, y tuvimos un hijo”, y luego de las correspondientes vicisitudes económicas, partió con esposa e hijo a Buenos Aires, donde lo contrataron como redactor en la revista “Qué Pasó” ,de Siete Díaz. Pero como ”los problemas con mi mujer ya no tenían arreglo” dice, volvió a Chile, llevando en un pequeño bolso “una muda de ropa interior, las Obras Completas de César Vallejo y mi hijo”. También incursionó en su juventud, según la tradición familiar y las inútiles exigencias paternas, en los rieles y locomotoras de Ferrocarriles, y en contraste, en algunos estudios, poco provechosos, según se constató, de violín, y la poesía. Volvió al periodismo activo en Chile: redactor de espectáculo en el vespertino “Ultima Hora”, donde , recordó Guilllermo Ravest, “ tras una vida muy desordenada, decidí cortar con los vodevil y las bailarinas, para, en la medida de lo posible, ser un periodista serio”. Ingresó al diario de Gobierno “La Nación”, donde llego a ser jefe alterno de Crónica Nacional y editor nocturno. Ligeia Balladares, también poeta, de modales un tanto señoriales, pero de carácter severo, llegó como reportera y según parece, puso un orden relativo en su vida. Pronto les llegó “la nostalgia por la provincia”, renunciaron y partieron a Temuco, con los tres […]