Síndone , sábana santa, manto de Turín, Santo Sudario, son algunos de los nombres que se le ha dado a este lienzo, reliquia de la cristiandad, que se encuentra desde 1578 en la ciudad de Turín, Italia y que, para los creyentes, probablemente sea la misma sábana que envolvió el cuerpo de Cristo, una vez bajado de la cruz.
En términos estrictos “sudario” significa pañolón o servilleta para sacarse el sudor. El evangelio de San Juan hace una clara separación entre el sudario y el paño del cuerpo doblado en dos: “Seguidamente llegó Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos tirados, y el sudario que había estado sobre su cabeza (se refiere a la cabeza de Jesús), no tirado con los lienzos, sino envuelto en lugar a parte”. (Juan 20,6)
Ahora bien, tanto el evangelio de Juan como el de Mateo, Marcos y Lucas, coinciden en el relato sobre in discípulo de Jesús llamado José de Arimatea, el cual pidió a Pilatos el cuerpo de Cristo, una vez que éste había sido crucificado, y lo envolvió en una sábana que el mismo compró, para luego depositarlo en un sepulcro.
El lienzo que se conserva en Turín , es de lino muy suave y amarillento por su antigüedad. Tiene una medida de 4,36×1,10 mts. “A lo largo de el corren dos líneas oscuras paralelas que, a trechos regulares, presentan varios pares de triángulos blancos a horcajadas se ambas rectas. Las paralelas son chamuscaduras del lienzo producidas por la incandescencia de una arista de plata en la urna que contenía la Síndone en la capilla de Chambéry, durante la noche del 3 al 4 de diciembre de 1532. Los triángulos son remiendos cosidos al lienzo por las monjitas Clarisas” (J.L Carreño, Las Huellas de la Resurección”, p9). Cabe señalar que en esta fecha la sábana fue salvada de un incendio, por lo cual unas religiosas parcharon con una tela parecida a la del lienzo, los triángulos quemados.
Al estirar el manto se aprecia la figura de cuerpo entero, por delante y por atrás, que ha quedado plasmada en el género. Es un hombre desnudo, con claros signos de haber sido crucificado.
Seguir las huellas de la Sábana Santa a través de la historia no es nada fácil y sólo hay certeza de su existencia desde 1204, tiempo en que se encontraba en el Palacio Imperial de Constantinopla. En la Biblioteca Real de Copenhague se conserva un manuscrito del soldado y cronista de la IV cruzada, Robert de Clari, el cual da testimonio de haber visto un monasterio llamado Nuestra Señora Santa María de Blasquernas, en el cual se encontraba la Síndone en que fue envuelto el Señor. Otra descripción de principios del siglo XI, esta vez de un monje de nombre Epifanio, expresa que en la basílica constantiniana están guardadas las reliquias de la pasión de Cristo y entre ellas enumera la Síndone. Producto del saqueo de Constantinopla por los cruzados, el manto fue trasladado a Francia, perdiéndose su rastro por más de un siglo. Aquí, en 1350, la iglesia de la aldea de Lirey, recibe la donación de una tela por parte de un noble francés llamado Geoffroy de Charny, este obsequio fue aceptado como el Santo Sudario. Sin embargo, el paño se mantuvo en la familia Charny, siendo exhibido por la esposa de Geoffroy, Juana de Vergy en 1357, tras morir su marido un año antes y ella quedar en una precaria situación económica.
Posteriormente, la Sábana va a pasar a manos del Duque de Saboya, y en 1578 el príncipe Filiberto la dejó en Turín. Y en este sitio permanece hasta hoy en día, habiendo sido de propiedad de la familia Saboya hasta 1983.
Algunos escritos de la Edad Media dan cuenta del Santo Sudario y establecen que se habría mantenido en Palestina hasta el siglo V o VI, y luego llevado a Constantinopla . Hacia el 670, el obispo franco, Arculfo de Perigueux, permaneció nueve mese en Jerusalén recorriendo los lugares santos y afirma haber visto y besado el paño que cubrió a Jesús.
El Dr. Juan Carlos Ossandón, experto en el tema de la Sábana Santa en Chile, nos aclara que se conservan 44 cartas del obispo español San Braulio de Zaragoza, escritos en el 651. En una de ellas San Braulio menciona las reliquias con sangre de Cristo. Entre éstas aparece el lienzo.
En 1898, la casa de Saboya conservaba el manto el cual se mostraba para las grandes ocasiones. Ese año con motivo del casamiento del futuro rey Víctor Manuel III, se haría una ostensión pública, es decir, se exhibiría el Sudario, lo cual fue aprobechado por el abogado Secondo Pia, para fotografiar por primera vez la Sábana. El resultado estremeció el ambiente cristiano, ya que Pia descubrió que que la imagen del manto era un verdadero negativo fotográfico. Cuando uno toma una fotografía obtiene una imagen del objeto retratado, Pia consiguió un positivo, ya que el negativo estaba en el lienzo, algo totalmente increíble e inexplicable. Posteriormente, en 1931, con ocasión del matrimonio del príncipe Humberto de Saboya, se mostró nuevamente el lienzo. Ahora los adelantos fotográficos eran muy superiores a los que había usado Pia. Esta vez fue un prestigioso y famoso fotógrafo el encargado de tomarlas, Guiseppe Enrie, el cual trabajó en presencia de cinco profesionales como testigos. Para sorpresa de todos, aparecía nuevamente el fenómeno de la inversión fotográfica.
A una tercera sesión fotográfica fue expuesto el manto en junio de 1969.El fotógrafo Giovanni Judica realizó 39 tomas en blanco y negro, y en color. Mientras que en 1978, otro profesional de este arte, Verne Miller, sacó otras tantas. Este mismo año la Sábana estuvo en manos de unos 50 científicos en su mayoría italianos y norteamericanos. Estos últimos se agruparon con el nombre de Shorud of Turín Reseach Proyect (Sturp).
Gracias al inmenso material fotográfico que se tiene de la Síndone, los científicos han estudiado detalladamente esta imagen de un crucificado, el cual aparece como un perfecto negativo en el paño de lino, en tanto, la sangre que tiene este cuerpo está en positivo de color rojo oscuro natural.
El equipo Sturp analizó el manto con microscopio y no encontraron ningún tipo de pintura o algo parecido. El profesor de ciencias aeronáutica, Eric Jumper, y el profesor de física John Jackson, ambos del centro Sturp y pertenecientes a la Nasa, concuerdan con la imposibilidad de que la Sábana hubiese sido pintada por un artista, ya que no revela aquella dirección preferencial que cualquier pintor coloca en su pincel. Agregan además, que si fuera pintura el calor hubiera penetrado las segundas capas de hilo de la tela. Por el contrario, la Sábana sólo tiene colorido en las fibras superficiales. Por su parte, el físico John Heller señala que si alguien pintó esa tela debió utilizar un pincel de unos dos metros, ya que solo a esa distancia se logra ver la figura. Ningún artista podría sostener un pincel de esas dimensiones, ya que se necesita firmeza para pintar un extremo de una fibrilla. Según el Dr Heller, es necesario un micromanipulador de nuestros tiempos, que operase hidráulicamente, el cual debería tener un brazo mecánico. Otro hecho importante, es que los científicos de Sturp pidieron al analista químico, Samuel Adler, el cual no formaba parte del equipo, ver unas fibras de hilos sacadas del lienzo de Turín. Adler sin saber de dónde provenían éstos, los analizó, encontrando en ellos restos de hemoglobina, protéinas y albúmina, otros de los componentes de la sangre, por tanto, las manchas en la Síndone no fueron producidas por algún tipo de pintura sino que, efectivamente, se trata de sangre.
La hipótesis de un supuesto falsificador de la figura de Cristo en el manto no es nueva, ya en 1899, el historiador francés Ulysses Chevalier, especialista en historia medieval, publicó un estudio en el que señalaba que el lienzo de Turín había sido pintado en 1355, más aún, que se sabía la identidad del pintor. Pero este falsificador tendría que Heber tenido conocimientos de fotografías, la cual se inventó recién en 1822, además todas las copias que se han realizado de la Síndone no tienen mayor semejanza con la original, logrando una mala impresión entre positivos y negativos. Ahora, cómo este plagiador pudo dejar en el lienzo diferenciados los coágulos de sangre arterial y venosa si en 1356, año desde el cual se ha seguido con certeza el rastro de la Sábana Santa, todavía no se descubría la circulación de la sangre. Por último, el pintor tendría que conocer y saber mucho de anatomía, ya que el cuerpo que aparece en el lienzo es perfecto y proporcionado. Los científicos han fijado su estatura entre 1,78 y 1,83.
Ahora bien, se han enumerados 44 santuarios de la Edad Media, donde cada uno de estos aseguraba poseer el sudario de Cristo. Sin embargo, la mayoría se han reconocido como copias y además cuentan con fecha de producción. Además, lo que distingue el lienzo de Turín del resto es, sin duda, el gran tamaño que la Sábana Santa presenta, capaz de envolver perfectamente un cuerpo y, por otro lado, la imagen negativa de un hombre crucificado.
Los físicos Jackson y Jumper pensaron en aplicar a la Síndone la tecnología que la Nasa usaba para transmitir fotografías de Marte, llegaban del espacio a través de un elaborador electrónico instalado en una cápsula espacial. Siguiendo esta misma línea de investigación , los doctores Donald Lynn y JJ. Lorre descompusieron la imagen fotográfica del manto en una infinidad de puntos microscópicos, usando esta técnica. Cada uno de estos puntos viene especificado por tres coordenadas: largo, ancho, y la tercera señala con gran exactitud el grado de intensidad de colorido que posee. Con esto, la imagen se convierte en una serie de cifras matemáticas, las cuales son suministradas a un computador, que perfecciona y recompone la fotografía. Así se consigue separar lo que es imagen y lo que es tejido.
Por su parte, Jackson y Jumper midieron la distancia tela-cuerpo en el hombre envuelto en la sábana. Después tomaron medidas de la intensidad luminosa de la imagen, y por último, compararon la distancia tela-cuerpo con las de la intensidad de coloridos en los diferentes puntos de la imagen en el manto. Faltaba sólo reconstruir la imagen calculando todos los puntos del lienzo. Para esto utilizaron el analizador de imágenes VP-8, el cual “relaciona los grados de la intensidad luminosa de cada punto de la imagen con la correspondiente distancia existente entre el objeto y la placa”. (Manuel Solé, La Sábana Santa de Turín, p 153). Con esto se obtuvo una imagen tridimensional del hombre que aparece en la Síndone. Significa que en una pantalla podemos observar el ancho, alto y largo del supuesto cuerpo de Cristo. Esto no sucede con ninguna pintura ni con ninguna pieza de arte ocurre únicamente con el Sudario.
En el 2010 y utilizando los computadores de última generación el canal History Channel realizó la producción llamada “El verdadero Rostro de Jesús”, con la conducción e investigación del artista gráfico Ray Downig. Basándose en el resultado tridimensional que había arrojado la VP-8 y con la certeza de que el manto es una verdadera base de datos, una computadora escaneo el rostro que hay en el del Sudario y observó una imagen plana bidimensional pero con una tercera dimensión oculta. Y quien le dio más información a Dowing fue John Jackson, el hombre que ha pasado más tiempo estudiando el sudario que cualquier hombre en la historia y el mismo que dirigió el estudio de 1978. Decodificando el lenguaje oculto en el sudario los animadores del 3d y luego de seis mese de trabajo, lograron darle vida al rostro del manto, con un resultado sorprendente de la figura viviente de la imagen del Sudario, imagen que muchos creen podría ser el verdadero rostro de Jesucristo.
CARBONO 14 SEMBRÓ MÁS DUDAS
En 1988 los científicos de STURP fueron autorizados por el Papa Juan Pablo II para someter a la Santa Sábana a pruebas con el carbono 14. Se cortó un franja de 70×10 milímetros del lienzo, del cual se sacaron tres pedazos para enviar uno al laboratorio de Arizona (EE.UU), Zurich (Suiza) y Oxford (Inglaterra), respectivamente. Juntos con estos cortes iban, además, tres telas con fechas conocidas: la primera, un trozo de lino del siglo XI o XII; El segundo pedazo correspondía a la momia de Cleopatra de Tebas, del siglo II antes de Cristo, y por último se eligieron hilos extraídos de la capa de San Luis de Anjou del siglo XII.
El doctor Mike Tite, director del laboratorio de investigación del Britisch Museum, dirigió el estudio del carbono 14. Meses más tarde daría a conocer los resultados, los cuales situaban como fecha del manto de Turín entre 1260 y 1390, quedando descartada la posibilidad de que el manto fuera del tiempo de Jesús.
Por su parte, el profesor Ossandón desde su casa de Viña del Mar, ha cuestionado la metodología de trabajo de los tres laboratorios: “El doctor Tite no cumplió el protocolo cuando hubo que introducir las muestras en los frascos, sobraba una. Además, hizo la distribución de los cortes en otra habitación, con la presencia del Obispo – un hombre de 80 años, que poco se debe haber percatado de las maniobras del doctor Tite”, nos aclara nuestro investigador.
A mediados de los “90 un equipo de científicos rusos demostró que no se podía obtener una datación confiable con tejidos de origen vegetal (el manto es de lino), ya que al tejer las fibras se modifica su contenido de carbono 14. Descubrieron también que el calor y el humo de la combustión alteraron la composición química del Santo Sudario en el incendio de 1532, por lo tanto, ellos le dieron al manto una antigüedad de entre 19 y 20 siglos.
En la restauración que se hizo del lienzo en el año 2002, uno de los restauradores aseguró encontrar un patrón particular de cosido en la costura de uno de los lados a lo largo del manto, que es similar a los encontrados en los fragmentos de tela en la fortaleza judía de Masada y que corresponden a un período que va desde el año 40 al 73 A.C.
Muchos científicos están de acuerdo de que el Manto de Turín probablemente sea el suceso paranormal más extraordinario de todos los tiempos, independiente, a si es o no, el manto que envolvió a Cristo. Es el enigma que ha logrado que la ciencia y la religión trabajen juntas sin tener una verdad clara y que sigue siendo además, un misterio para la ciencia y para los que buscan las respuestas de nuestra propia existencia.
Por Miguel Alvarado Natali
Crónica Digital, 18 de abril 2014