Según se desprende del balance del llamado Conclave oficialista, el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet inicia el declarado “segundo ciclo” de su Administración, con un claro objetivo político: mantener el rumbo de las reformas, aunque deberán hacerse las correcciones necesarias impuestas por la realidad política, económica y social.
De eso se trata, y así se entendió en el evento y en la elite oficialista, cuando se habló hace dos semanas, de un irrenunciable “realismo sin renuncia” y de un evidente, necesario, e inevitable gradualismo en los ritmos de aplicación de las proyectos de reforma, de una simplificación y ajuste en el camino de la práctica de las mismas.
Dijimos en una comentario anterior que lo que estaba en juego en El Llano, era “el porvenir del programa, es decir, del sentido y carácter político del gobierno, del cumplimiento de su necesidad histórica, de la razón de su existencia como coalición política y social, y de la perspectiva de construcción de una alternativa política, social y económica para el siglo 21”.
En tal sentido la cita de la cúpula del gobierno y de la Nueva Mayoría- aunque insistimos en la crítica a la falta de participación y de representatividad de las organizaciones sociales que forman parte del tejido democrático del país real- deja una sensación positiva.
Aclarada la coyuntura, definidas las tareas políticas, hechos los exámenes críticos y autocríticos correspondientes y los planteamientos partidistas, pero sobre todo, confirmado el camino de las reformas , comprometidas las lealtades indispensables para enfrentar las tareas gubernamentales y legislativas, el Gobierno de la presidenta Michelle Bachelet y su coalición, la Nueva Mayoría, sus ministros y legisladores, parecen haber superado un ambiente de crispación interna y de crisis.
Y enfrentado, de manera cohesionada, las maniobras y chantajes de la oposición de Derecha, que busca frustrar el programa de reformas, apostando a un “cambio de rumbo”.
Es inocultable el carácter crítico y autocrítico – y la proyección estratégica- que expresó la Mandataria en su intervención ante los asistentes a la cita aludiendo a las agendas particulares de los partidos o tendencias, sobre todo a consideraciones electoralistas en plena marcha: “aquí o nos va bien a todos o e difícil que nos vaya bien a uno por uno . Y por eso creemos que todos tenemos que avanzar de buena manera”.
Al mismo tiempo recalcó que el escenario “demanda de todos más disciplina en torno a los objetivos de largo plazo de nuestro gobierno y nuestra coalición”, apuntando a los apresuramientos, a que lindan en la incontinencia verbal e irresponsabilidad política de algunos que buscan titulares en la prensa con amenazas de permanencia en el gobierno y la coalición si no se cumplen determinadas condiciones, o que les complacería una caza de brujas o exclusión de otros, o que sueñan con “primeros ministros” en La Moneda.
La coalición- reconoció y advirtió la presidenta, según la versión conocida de sus palabras- “antigua en su tradición pero joven en su nueva formación , no dispone aún de los mecanismos suficientes para procesar sus diferencias y construir sus acuerdos”.
Evidentemente hay que corregir. Y nadie puede tener la pretensión de querer imponer su modo de pensar, sus creencias, o francamente, su altanería o mesianismo en una conglomerado de iguales.
Pero además de los problemas de unidad, cohesión, alineamiento en torno a metas comunes de una coalición caracterizada por una diversidad ideológica, pero cuya raíz es el compromiso democrático, con la equidad, los derechos humanos, sociales, laborales, étnicos, civiles y políticos, y culturales de nuestra sociedad, del Conclave surgen otras tareas políticas urgentes
Anotamos solo dos que resultan insoslayables y urgentes para que las decisiones y tareas que resultan del Cónclave se hagan realidad, como se dice, “se hagan carne” en las masas, en definitiva sean adoptadas como propias por los ciudadanos, las hagan suyas, se comprometan en materializarlas, en hacerlas avanzar y se conviertan en energía movilizadora , en compromiso, en adhesión .
Esto es, el impulso decidido, sin complejos, de la participación ciudadana, de las organizaciones sociales, un ejercicio de democracia participativa y una creadora, audaz y decidida gestión comunicacional.
En estas misiones, que siguen al debe, les corresponde a los partidos una responsabilidad mayor, así como el gobierno, los ministerios y servicios, deben afinar su coordinación, la coherencia en el mensaje y tener una estrategia que merezca el nombre de tal.
Por Marcel Garcés, Director de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 5 de agosto 2015
Crónica Digital