Luis Cifuentes Seves
El objetivo de estas líneas consiste en recordar a un dirigente político de izquierda, empresario y notorio animador de la escena cultural santiaguina: Juan Francisco Silva Díaz.
Nació el 24 de agosto de 1945, hijo de José Francisco Silva Gaete, oriundo de Morza, Curicó, de oficio carabinero y de Berta Díaz Cornejo, de Pichilemu, de origen campesino. Tuvo cuatro hermanos: Margarita, Antonio, Aída y Alicia.
Entre sus varios oficios, Juan fue operador de aseo en LAN Chile, ayudante de montaje durante la construcción de la Central Rapel, taxista en Santiago y copropietario de un salón de pool.
Hizo su enseñanza media en un liceo vespertino e ingresó a la Escuela de Economía de la Universidad de Chile, donde se involucró en actividades políticas. Después de un período de participación en el Partido Demócrata Cristiano, ingresó a la Izquierda Cristiana. En 1970 contrajo matrimonio con Patricia Garay, con quien tuvo un hijo (Francisco Javier, nacido en 1974). Se separaron en 1973.
Ocurrido el golpe de Estado, fue detenido y enviado al Estadio Nacional, donde fue torturado. Después de pasar un tiempo en el Norte con su hermano Antonio, evitando una segunda detención, se exilió en México. Allí continuó estudios en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma (UNAM) donde se licenció en Ciencias Políticas con la tesis “Característica y formación del Estado moderno en Chile”.
Fue autorizado para retornar en 1983 y alternó varios periodos entre Chile y México. Se reintegró a la Izquierda Cristiana y, en 1993, participó en la campaña presidencial de Manfred Max-Neef. Luego fue activo en Gente en Movimiento (GeM), organización surgida de los partidarios de Max-Neef.
Entre 1993 y 1994 obtuvo un préstamo del Banco del Estado con el que compró y remodeló un edificio de tres pisos en Avenida Ricardo Cumming 453. De esta manera, Juan creó el Centro Cultural N’Aitún (desatar, liberar en mapudungún), inaugurado en agosto de 1995. En el primer piso funcionó una librería alternativa; en el segundo, una cafetería con escenario donde se realizaban espectáculos; en el tercer piso hubo un centro de eventos y una oficina desde la que cumplió su rol de líder.
El N’Aitún se convirtió en un polo de atracción para la escena alternativa santiaguina, empezando por quienes habían sido miembros de Gente en Movimiento y, en general, de lo que entonces fue conocido como “la izquierda a la intemperie”, es decir, marginada de la Concertación de Partidos por la Democracia, coalición que entonces ejercía el gobierno del país.
Música, teatro, baile, poesía, exposiciones pictóricas, celebraciones, conmemoraciones y otras manifestaciones artísticas lo tuvieron por escenario. Aparte de un elenco estable, se presentaron, entre otros, Daniel Viglietti, Santiago Feliú, Carmen Prieto, José Seves, Luis Lebert, Eduardo Peralta, Genaro Prieto, Magdalena Matthey, Mauricio Redolés, Victoria Villalobos, Chilhué, Napalé, Zeca Barreto y Lecaros Quinteto.
También hubo cabida para numerosas actividades contestatarias. En el N’Aitún se exhibió por primera vez en Chile el filme prohibido “La última tentación de Cristo”; se realizó el primer Congreso Latino Americano de Trabajadoras Sexuales; se dio tribuna a críticos de la realidad política chilena, entre quienes se contaron Tomás Moulián, Bosco Parra, Jacques Chonchol, Armando Uribe, Luis Vitale, Juan Radrigán, Sara Larraín, Francisco Hunneus, Sandra Lidid y Pedro Lemebel.
En este marco de ideas y actividades, a instancias de Juan se fundó el “Grupo N’Aitún”, con el objeto de influir en el debate político en la izquierda y el mundo alternativo. Tuvo entre sus objetivos producir una revista (en papel y vía Internet), pero, a pesar de haber desarrollado todo el proyecto en gran detalle, fue imposible conseguir los recursos para hacerlo realidad. Esto era de esperar, dado que la Concertación había hecho implacables y retorcidos esfuerzos por hacer desaparecer toda la prensa crítica del legado neoliberal de la dictadura cívico militar.
Tal vez el acontecimiento de mayor repercusión ocurrió cuando, ante una invitación del Grupo, Gladys Marín, acompañada de cuatro o cinco miembros de la Comisión Política del PC, acudió al N’Aitún a una conversación bilateral que resultó intensa y cordial.
En el periodo de detención de Pinochet en Londres (octubre 1998 – marzo 2000) hubo una explosión de entusiasmo entre los sectores alternativos y de izquierda y el N’Aitún se repletaba noche a noche. Hubo largas y entusiastas conversaciones acerca de los posibles cauces del proceso de extradición del dictador a España y de sus efectos sobre la sociedad chilena.
En este punto quisiera concentrarme en la personalidad de Juan: lo conocí con ocasión de una de las primeras reuniones de lo que luego sería GeM, en un local escolar de la comuna de Estación Central, posiblemente en 1994. Aunque el tema de discusión era político, Juan hizo una intervención auto biográfica, en la que afirmó que toda su vida había sido maltratado, no sólo por sus enemigos y adversarios, sino también por sus cercanos.
Esa auto percepción conflictiva tal vez explique los rasgos ásperos de su carácter, que se mezclaban con actitudes de gran afecto hacia quienes consideraba sus amigos. Le agradaba saludarlos con besos en las mejillas, cosa que no era bienvenida por algunos de ellos. Esto provocaba las quejas de Juan, que se sentía rechazado.
Su notoria afición por las mujeres era bien correspondida. En cierta ocasión, ante el N’Aitún repleto, una de sus muchas admiradoras se paró sobre una mesa y declamó de viva voz un poema que había escrito en homenaje a Juan, que concluía con los versos:
“… y darte un orgasmo / sólo por verte sonreír”.
Sin embargo, solía decir con cierto desagrado que algunas damas “(lo) tenían para el puro catre”.
A veces, al llegar la hora de cierre del N’Aitún, quedaba mucho público que se negaba a irse. Entonces Juan declaraba el inicio de “la peña chica”. Se bajaba la cortina metálica de entrada, se corrían las mesas, se ponía música bailable y comenzaba la fiesta de trasnoche. Cuando estaba de mal humor, Juan criticaba a las fiesteras y fiesteros acusándolos de “no saber disfrutar de la vida”, a pesar de que era eso precisamente lo que estaban haciendo.
En 1996 (no he podido establecer la fecha exacta) recibí la despavorida llamada de Juan: “¡Me incendiaron el N’Aitún!”. Dado que la condición de polo contestatario del centro era reconocida, se sospechó de un acto intencional ejecutado por organismos de inteligencia gubernamentales. Esto nunca pudo ser comprobado. La reparación del edificio tomó meses y el local fue habilitándose paso a paso hasta llegar a su modo normal de funcionamiento.
En 2008, Juan llegó a la conclusión de que no estaba haciendo política ni cultura de las maneras que él deseaba. Decidió que no quería seguir siendo “el cantinero de la whiskyerda” y puso en arriendo el local de calle Cumming; se realizó una “despedida final” el 29 de marzo. El N’Aitún se mudó a calle Compañía 2820, donde nunca se vendió alcohol y se abrieron las puertas a organizaciones políticas, sociales y culturales que carecían de locales propios.
Diversos grupos políticos menores sesionaban en el nuevo local; clubes, sindicatos y juntas de vecinos de origen poblacional o alternativo podían realizar peñas, beneficios y otras actividades contando con todas las facilidades del N’Aitún por un costo reducido.
El cambio de público se hizo evidente y muchos llegaron a ver al segundo N’Aitún (Compañía 2820) como un ente más contestatario que el primero (Cumming 453). El 7 de junio de 2016, el edificio se incendió y nuevamente se sospechó de un atentado. Con este siniestro, el proyecto N’Aitún llegó a su fin al cabo de casi 21 años.
En 2013, la directiva de la Izquierda Cristiana decidió integrarse a un nuevo partido: la Izquierda Ciudadana. Un grupo de militantes rechazó este cambio y, en una asamblea realizada en Talca en 2014, decidieron continuar operando como Izquierda Cristiana, eligiendo a Juan Silva como coordinador general (presidente) por un periodo de 2 años. Durante su liderazgo, Juan enfatizó la necesidad de actualizar los fundamentos ideológicos de la IC de cara a la realidad del siglo XXI.
Habiendo sido siempre un fumador en cadena, Juan falleció de cáncer al pulmón el 26 de septiembre de 2018. Tenía 73 años.
Con ocasión de un aniversario del N’Aitún, se me invitó a hacer una intervención en la que, refiriéndome a la relación entre Juan y su creación, dije:
“Su sueño, convertido en barco, navega a toda vela por el océano cultural chileno empujando los límites de lo posible, ganando para su timonel, el más humano de los pecadores, al menos mil años de perdón”.
Mis agradecimientos a Francisco Silva, Jorge Scherman, José Andrés Peña y Natacha Mansilla por diversas contribuciones a este artículo.
Santiago de Chile, 10 de noviembre 2021
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