No cabe eludir la discusión en torno la masacre que ha enlutado a Francia, al periodismo y la seguridad internacional.
Hemos sido testigos de la forma más sangrienta de la intolerancia y no cabe sino la condena sin ambages, sin atenuantes, del asesinato alevoso.
Al acribillar a los caricaturistas de Charlie Hebdo, se impuso la forma más brutal de la censura, del oscurantismo, de la violación de las libertades, del derecho de opinión, del derecho de expresión.
Los que hemos enfrentado la represión contra las libertades, entre ellas la de opinión y expresión, bajo la dictadura militar y la Derecha chilena, el crimen y asesinato de periodistas y trabajadores de la comunicación a manos de los criminales agentes militares de la dictadura de Augusto Pinochet, no podemos dejar de rechazar este tipo de atentados.
No hay justificación para tales crímenes, ni en supuestos principios, o razones históricas y políticas-
Pero la ola de sangre derramada en Francia – el asesinato de los ocho caricaturistas del semanario satírico, los tres terroristas abatidos, el policía musulmán de origen tunecino ultimado por los atacantes de Charlie Hebdo, y otros cinco civiles sacrificados en los operativos policiales ( daños colaterales, según la terminología bélica)- la consiguiente histeria islamofóbica, los prejuicios en contra de la importante migración musulmana en Europa (naturalmente se trata de los pobres), l junto a una natural preocupación global por la seguridad , no pueden inhibir un examen ponderado del escenario donde se ha desatado el drama.
El escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010 y reconocida figura intelectual de la derecha latinoamericana, y columnista estrella de muchos medios de habla hispana, resumió en un argumento la forma de entender la situación : “Creo que Occidente, Europa, el mundo libre deben tomar nota de que hay una guerra que tiene lugar en su propio territorio y que esa guerra debemos ganarla si no queremos que la barbarie reemplace a la civilización”.
El escritor y político peruano caracterizó el conflicto entre “civilización y barbarie”, sintetizando para el consumo mediático masivo, el supuesto de “la guerra que tiene lugar”. Reviviendo la constante confrontación entre “buenos y malos”, donde éstos ahora son los musulmanes, los islamistas, los yihadistas, los talibanes, en fin, los terroristas, como antes lo fueron los comunistas, los subversivos, las fuerzas de liberación, los rebeldes anticolonialistas, etc.
Vargas Llosa resume además argumentos que desde hace años se desarrollan en los Estados Mayores de la alianza bélica occidental en Europa , la OTAN, donde se ha ido desarrollando los principios, supuestos, contenidos, estrategias y tácticas de la nueva guerra ya en desarrollo, terminada la Guerra Fría “ contra el comunismo internacional”.
En los manuales de la OTAN, el mundo musulmán, o islámico, se convirtió en “teatro de operaciones”, antes de que se terminara de desmoronar el Muro de Berlín en 1989, y aún antes de la guerra contra la Unión Soviética en Afganistán (1979-1989).
En 1985 el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan , junto con caracterizar a la Unión Soviética como “el Imperio del Mal”, desarrolla un plan secreto para dar asistencia militar y armas para apoyar a los muyahidines islamistas para atacarla desde el interior, y la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), estimula la aparición de un “islam político”, en las repúblicas soviéticas del Asia Central.
Los acontecimientos posteriores, cuando Obama Bin Laden, entre otros, se salió del libreto y comenzó su trayectoria independiente para crear califatos y fuerzas con objetivos “propios”, y tomarse el poder para instaurar regímenes, gobiernos islámicos, llevaron a Estados Unidos a involucrarse cada vez más en el mundo musulmán, buscando aliados, mercenarios o desatando ocupaciones, invasiones, agresiones, genocidios.
Así, aún antes del fin de la llamada Guerra Fría, de la confrontación Este-Oeste, del mundo bipolar, en los centros de planificación estratégica del Pentágono y de la Organización del Atlántico Norte, OTAN, se inicio el estudio de las que se preveían como nuevos escenarios de conflicto para el periodo post Guerra Fría.
El supuesto inicial de una confrontación Norte Sur, entre los países pobres del Sur y los industrializados y económicamente dominantes del Norte, derivo a una confrontación entre civilizaciones , entre el llamado mundo occidental y cristiano y el mundo musulmán.
Las hipótesis de conflicto estudiadas en la OTAN contemplaron entonces, los conflictos de baja intensidad, las medidas para el control del flujo migratorio.los diversos planes de ayuda económica” para impedir las estampidas de pueblos hambrientos hacia el norte próspero, la teoría de los países parias, la preparación de fuerzas insurgentes para la desestabilización de países como Rusia y otros países de la ex Unión Soviética, el financiamiento de fuerzas contra Saddan Hussein, Muhamad Gaddafi, Assad, la erosión de gobiernos “ no confiables” , entrenamiento y armado de mercenarios, en fin, la intervención descarada, y la ocupación, la guerra .
Entre medio está el petróleo, por supuesto.
Y entre medio está la realidad de una Europa con un 6 por ciento de población musulmana , los que en el 2030 será el ocho por ciento, consecuencia de los años de colonización, de los fallidos intentos de asimilación, de la inequidad norte- sur, de los desastres étnicos y los inevitables fenómenos de emigración de las poblaciones hambrientas. Y la falta de oportunidades, las vejaciones y la discriminación de los países de destino.
Sin duda un caldo de cultivo para el descontento y la rebeldía expresada en estallidos de violencia en las barriadas pobres de las principales capitales de Europa. Francia no es una excepción y quizás sea donde se expresan con mayor virulencia las contradicciones sociales, culturales, y étnicas presentes.
No es casual entonces que según datos de la Unión Europea unos tres mil europeos están enrolados en fuerzas beligerantes islámicas en Siria e Irak, en busca de darle un sentido a sus vidas, derivada de creencias religiosas islámicas.
Claramente el escenario de guerra fue puesto en marcha por Estados Unidos, con la complicidad de Inglaterra, Francia, Alemania, y otros. Los aviones occidentales bombardean, los asesores y agentes de la CIA y de la inteligencia militar, los asesores norteamericanos o de otros países de la OTAN, se infiltraron, armaron a las bandas terroristas, las instruyeron, les enseñaron a matar.
Se trata de una guerra, primero soterrada, pero hoy día abierta, que también se da, es necesario decirlo , en el plano de las comunicaciones, los medios y la propaganda, desnaturalizando, caricaturizando, calumniando, al “enemigo”.
Y después orquestaron, y escenificaron operaciones de guerra sicológica y de intervención como las “primaveras árabes”, con prédicas sobre las libertades democráticas, la liberación, defensa de Derechos Humanos, armas de exterminio masivo que nunca existieron, etc.
Lo que hoy existe en ese mundo, es prácticamente incontrolable, y los trágicos sucesos de Charlie Hebdo asi lo constatan, y la guerra que planificaron, se ha desatado, en un dramático caso de una “ profesía autocumplida”.
De alguna forma, los trágicos sucesos de Francia, pueden ser considerados también como un episodio de una guerra que Occidente planificó y ha llevado a cabo, en el marco de una estrategia post Guerra Fría, bajo el supuesto de la guerra entre Occidente y el mundo árabe, entre cristianos y musulmanes, entre Norte y Sur, como dijo Vargas Llosa, entre “barbarie y civilización”.
.No se trata por cierto de justificar nada, ni de buscar un empate moral.
Pero si de terrorismo se trata, es tan bárbaro el alevoso ataque contra Charlie Hebdo, con un saldo inaceptable de 17 muertos, como el desatado cotidianamente, por Estados Unidos y sus aliados, entre ellos Francia, en Libia, Irak, Siria, que ha dejado cientos de miles de víctimas mortales, mayoritariamente civiles, entre ellos miles de niños.
Por otro lado, la desnaturalización del enemigo a través de la caricatura, despojarlo hasta de su carácter de ser humano, como lo hacia el nada de humorístico sedicioso de 1973, el almirante Merino Castro, al calificar de “humanoides” a las víctimas de la barbarie fascista, ha sido un arma recurrente de los totalitarismos de cualquier signo, y de los aparatos de guerra sicológica.
Y así como la burla contra la fe islámica y la ofensa a la figura de sus profetas o autoridades religiosas o su sistema de creencias, resulta ser un arma más de la guerra sicológica, la respuesta brutal a quienes consideran “blasfemos” a caricaturistas, por la vía de exterminar a los “infieles”, resulta ser una reacción idénticamente irracional, de parte de quienes se autoasignan el rol de verdugos y se refugian en la irresponsabilidad de considerarse “mártires”.
La historia está llena de ofensas a las creencias de los otros, la destrucción de sus templos, la quema de los herejes, la proscripción de sus religiones, normalmente encubriendo los despojos coloniales, del robo de riquezas, la esclavitud de pueblos enteros, la masacre y el genocidio.
Así se construyeron los imperios coloniales, la riqueza del capitalismo, que hoy reclaman por una violencia sembrada por sus tropas, sus verdugos, sus inquisidores, y que se les escapa de las manos..
Por Marcel Garces
Santiago de Chile, 19 de enero 2015
Crónica Digital