Ya viene cargada de premios, los más reciente Platino otorgados en Uruguay. Pero su aterrizaje en el Santiago Festival Internacional de Cine (Sanfic 12) lo hace por la puerta ancha, con toda la poesía que emerge del largometraje.
A lo largo del río se teje el hilo conductor al lado de todos los enigmas y mística que ofrecen estas culturas ahora minoritarias. La serpiente del título es la metáfora del realizador para recalar en la energía que transpira el Amazonas.
Una mirada introspectiva de parajes maravillosos y colosales, sin pretensiones grandilocuentes. Chamanes que encantan y sueñan hablando en sus lenguas nativas, con palabras envueltas en magia y sabiduría ininteligible para nosotros.
Punto de partida, con imágenes deslumbrantes del blanco y negro, los mundos paralelos científicos del etnógrafo alemán Theodor Koch-Grünberg, (Theodor Von Martius en el film), estudioso desde 1899 de los pueblos nativos.
Luego, el biólogo estadounidense Richard Evans Schultes (Evans), destacado por el estudio de las propiedades farmacológicas de muchas plantas y hongos de uso ritual.
La amistad que surge entre Karamakate, un poderoso chamán del Amazonas, último superviviente de su pueblo, y Evan, que busca la yakruna, una poderosa planta oculta.
El viaje para conseguir la yakruna es apenas el pretexto para develar una seria de cortinas y agujeros negros en todo el andamiaje de las comunidades indígenas, frente a los poderes destructivos del colonialismo.
Su fisura, el ritmo irregular, quizás sumido en la abstracción y el experimento, con el deseo evidente de romper moldes.
Nominada al Oscar en 2015 e incluida en la Quincena de realizadores de Cannes (Premio Art Cinema), junto con sus siete Premios Platino, El abrazo de la serpiente no podrá pasar inadvertida al jurado de Sanfic 12.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 26 de agosto 2016
Crónica Digital / PL