El origen de esta situación puede ser muy antigua, compleja, difícil de determinar. Nuestra historia, manera de ser y situaciones diversas, han creado en nosotros esta manera de ver y actuar en la vida. Sin tratar de descubrir esas razones o factores de esta cultura del blanco y negro, hoy día la alimentan y la fortalecen, nuestra manera de hacer política, manera que ya está contagiando otras áreas de las relaciones sociales y de la vida humana en general.
Lo primero fue el sectarismo político, y lo sigue siendo. Todo lo de mi partido político es lo acertado y el resto está equivocado. Mi Gobierno hace todo bien, y la oposición haría todo mal. Esto ha quedado demostrado, hasta el cansancio, en el Parlamento, en las actuaciones partidarias y en las posturas del Ejecutivo. El resultado de todo esto ha sido, lógicamente, el rechazo e incredulidad de la población en general.
Sin embargo, este mal político, ya ha contagiado otras aristas de nuestros enfoques y análisis. En el área económica, sobre todo en la agrícola, el productor es exportador o es fracasado. La institución o la empresa es de calidad total o no tiene ningún destino. Hay instituciones públicas, por ejemplo, que están priorizando el logro de la más exigente certificación de calidad del mundo antes de ver si tratan bien o no a sus clientes.
En el ámbito social, sobre todo en la juventud, el tema es aún más grave. En efecto, el vivir en pareja, se da o no se da. Es algo como automático, químico, físico. Esto de casarse para toda la vida con un contrato civil o religioso ya está casi a nivel de estupidez.
Todas estas situaciones, tan heterogéneas, tienen un hilo común, un común denominador, la ausencia de una meta u objetivo explícito en cada uno de nosotros, la ausencia de un concepto de esfuerzo prolongado, la ausencia de una necesaria gradualidad en el avance por conquistar algo y, sobre todo, la ausencia de un concepto de bien común. Esta cultura del blanco y negro, en una proyección futura puede ser muy dañina para todos nosotros, dado que es fuente de desesperanza, de odio o intento de correcciones violentas.
Un proyecto de gobierno nace malo para la oposición. Ahora, aún más, si ese proyecto muestra dificultades y errores, es el éxito más grande para la oposición, aunque sea un daño para el país, es bueno para ellos.
A nivel de empresa, incluso a nivel individual, el fracaso del vecino es una especie de triunfo para el otro. O al revés, si el vecino saca un auto último modelo, la reacción es negativa por que piensa ¡quizá de donde sacó la plata!
Estos grandes cánceres que nos llevan, como ya ha pasado, a la pérdida de la democracia, lo sabemos los más viejos y tenemos que transmitirlos a los más jóvenes.
Los otros esfuerzos centrales para combatir esta especie de cultura perversa del blanco o negro, son también de gran envergadura y largo esfuerzo. Primero, educación, sobre todo a los padres. En este mismo tema, mejorar la educación incorporando aspectos de actitud de los alumnos, como es la ética, los valores y principios, incluso la espiritualidad. Segundo, luchar fuertemente contra la concentración del ingreso en Chile, que no hace sino obstaculizar aún más la equidad. Finalmente, convencerse que la familia es la base, primera y fundamental, en la construcción de una sociedad más equilibrada y justa.
El resto del crecimiento y desarrollo llega por consecuencia solo.
Por Hugo Ortega T. Director Escuela de Ingeniería en Agronegocios Universidad Central. Colaborador permanente de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 12 de junio 2007
Crónica Digital
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