UN SISTEMA CARO Y QUE NO SIRVE

El sistema de educación superior chileno NO sirve. Así lo reconoce el rechazado informedelacomisióninvestigadora sobre lucro y además, “siguesiendocaro” según nos acaba de informar el ministro Beyer. Con razón los estudiantes reclaman.

Con bombos y platillos el Ministro Beyer anunció la publicación de informaciónfinanciera de las Instituciones de Educación Superior (IES) como si constituyera un logro final. La “mano dura” del MINEDUC pareciera estar presente para sancionar a las instituciones que no entregan la información, pero se esconde frente a denuncias de lucro. No tienen instrumentos, dicen, pero lo que falta es voluntad para construirlos. Entonces ¿Hay novedad en la información que entregó el ministro esta semana? ¿Sorprende que el sistema “sigue siendo caro”? No, no hay ninguna novedad, sino la constatación que el gobierno, aferrado al modelo, desatiende el verdadero problema y sigue sin sintonizar con el enorme movimiento social desatado. El sistema no sólo “sigue siendo caro”, sino que sigue siendo el mismo, ese es el problema.

Entre 2009 y 2011 los ingresos de las instituciones habrían crecido en cerca de 0,4 billones, es decir de MM$2.433.193 a MM$2.849.076 según la información −sin detalles y agregada por universidad− entregada por el MINEDUC. Casi la totalidad de esta expansión es explicada por las instituciones ajenas al CRUCh pues sigue la tendencia de contracción de las instituciones “públicas”. En las universidades el ingreso promedio por alumno se mantuvo igual entre 2009 y 2011, pero mientras en el CRUCh esta cifra alcanza los $4,5 millones, en las privadas solo llega a $2,8. Es en esta diferencia numérica donde radica la calidad profunda y la esencia del concepto de verdadera universidad: porque si en las primeras (CRUCh) se genera conocimiento, se transmite, y se aporta al desarrollo del país, las segundas (privadas) parecen estar más dedicadas a vender un servicio con lógica de negocio. Que se invierta mas por estudiante no solo es positivo sino que deseable, el problema es de dónde provienen estos recursos. Y en Chile, lamentablemente, la carga se la llevan las familias bajo el eufemismo de “financiamiento privado”. Efectivamente, el Ministro Beyer reconoce que losingresoscorrespondenadosterciosdelasfamiliasyuntercioaaportesdelEstado, coincidiendo con la advertencia planteada el 2011 en un estudiorealizadoporCENDA para la CONFECH.

Si bien coincidimos con el ministro Beyer en identificar el problema −“nuestro sistema de educación superior sigue siendo caro”−, no lo hacemos en las soluciones que ha propuesto: profundizar el esquema de financiamiento a la demanda, el endeudamiento y la precarización de instituciones públicas y acortar las carreras para abaratar los costos son caminos errados. Esta última es una solución que puede funcionar para mantener el precio y no afectar la demanda de algún producto, como achicar el Super 8 por ejemplo, pero no es aplicable a la educación. Se trata de una desafortunadaidea de potenciales nefastas consecuencias como lo muestra un reciente informedelCRUCH, que nohasidobienrecibido por el ministerio. Acortar las carreras sin mejorar los resultados de aprendizaje de la enseñanza media sería perjudicial para miles de estudiantes cuyo perfil de ingreso a las universidades es deficitario y requieren apoyo académico, tal como se otorga en el CRUCh. Acortar las carreras sin asegurar continuidad hacia el postgrado, fortaleciendo estos programas, ampliando matrículas y otorgando el financiamiento necesario, sería perjudicial para la sociedad y para miles de estudiantes que verían desvalorizados sus títulos de pregrado. En suma, acortar las carreras sin una revisión articulada del sistema que se plasme en una política de estado seria solo produciría un empeoramiento de calidad de los profesionales chilenos, daño adicional al endeudamiento. Los aranceles deben y pueden ser reducidos sin afectar la calidad, pero esto requiere un cambio de modelo que revierta la voucherización y que financie la oferta.

El gobierno parece olvidar que las universidades aportan al país mucho más que docencia.

Por Pablo Jorquera* y Roxana Pey **

* Ingeniero Comercial con mención economía y Magíster en Políticas Públicas de la Universidad de Chile Consultor en temas de políticas públicas con énfasis en educación superior e Investigador del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (CENDA) y docente en la Universidad de Chile.

** Académica del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile (ICEI) e investigadora del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (CENDA), exdirectora de MECESUP (2006-2010).

 

* y ** Ambos son coautores del Informe de Financiamiento realizado por CENDA para la CONFECH (2011) y del Estudio de Duración de carreras (2012) realizado para el CRUCH en respuesta al ministro Beyer.

Santiago de Chile, 6 de agosto 2012
Crónica Digital

 

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Los diferentes estudios de opinión pública coinciden en que las preocupaciones de la ciudadanía apuntan a resolver problemas como la criminalidad y la seguridad pública, y el acceso a educación pública y de calidad. De hecho, en la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), ambos aspectos encabezaron el listado de problemas a los que el Gobierno debiera dedicar su mayor esfuerzo: la educación obtuvo un 46 por ciento, mientras que la delincuencia llegó a un cercano 45 por ciento. Sin duda, la irrupción el 2011 del movimiento social y ciudadano por educación pública contribuyó a posicionar el tema. Y el problema de la seguridad pública ha estado presente por largos años en el centro de las preocupaciones de la población, puesto que, más allá de la manipulación del asunto por la derecha durante los Gobiernos dela Concertación, no hay duda que constituye un problema real. No es extraño, entonces, que sean esas las materias que ordenan en forma dominante las controversias de la agenda pública, más allá que aquellas no necesariamente sean desarrolladas con el rigor que ameritan asuntos de tanta importancia ciudadana, pues en las visiones dominantes no se observa un enfoque de integralidad del desarrollo de la sociedad. Puesto que, aunque no parezca evidente, ambos problemas se encuentran relacionados estrechamente, y remiten a un problema más de fondo: la articulación de  crecimiento de la economía con progreso social. Desde la segunda mitad del siglo XX, las proposiciones teóricas sobre el crecimiento económico tendieron a coincidir en que el ritmo de crecimiento de la economía no pasa sólo por variables como la población y la tecnología, sino también por el capital humano, expresado en la producción y adquisición de conocimiento. La influencia de la educación sobre la productividad y el crecimiento económico cobró notoriedad a partir de los trabajos sobre capital humano de Jacob Mincer, uno de los economistas más importantes de Estados Unidos y la escena internacional, los cuales fueron enriquecidos por Theodore William Schultz y Gary Stanley Becker, quienes en 1979 y 1992 recibieron el Premio Nobel de Economía. La hipótesis fundamental es que la educación constituye una inversión que incrementa la productividad de los sujetos, los ingresos y el crecimiento económico–social. A partir de los años 80, se experimentó un reimpulso de las proposiciones teóricas en relación a la existencia de una correlación entre educación y crecimiento económico. Así, los modelos de crecimiento endógeno desarrollados desde los trabajos de Paul Romer, uno de los economistas más importantes de la actualidad, y Robert Lucas, el Premio Nobel de Economía en 1995, consideraron el conocimiento y el capital humano como variables determinantes del crecimiento en el largo plazo. Su premisa básica es que el aumento de la productividad y el crecimiento económico constituye un proceso autogenerador endógeno, que proviene de un efecto del desarrollo del aprendizaje y del conocimiento. En coherencia con lo anterior, estudios internacionales inscritos enla Teoríadel Capital Humano demostraron que los incrementos en la alfabetización y en la educación no sólo generan mayores […]

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