Se habla del alud político y social. En rigor un desmoronamiento es un hecho eventual, provocado por factores naturales o humanos, se trataría de una especie de calamidad o paréntesis ético del sentido republicano.
Las palabras del Contralor Ramiro Mendoza se suman a este simulacro de desconcierto «No podemos cerrar los ojos, la corrupción ha llegado» (La Tercera 6-04-2015). En ambos casos se asume como verdad forzosa o como acto de fe, la virtud republicana de la transición y la aceptación tácita de ciertos vicios privados. Ante ese ejercicio dramatúrgico, mi relato es otro.
La sociedad chilena ha tenido el privilegio de presenciar, como el sistema de desagüe del mundo político y empresarial, ha provocado tal nivel de turbiedad y estancamiento que sencillamente colapsó. La fetidez de veinticinco años de transición corrompida, nos muestra su rostro, la lozanía de ese NO fecundo, de esa ciudadanía que luchó y luego fue a votar, fue envilecida. Ahora conocemos en su real longitud, las razones del secuestro permanente de nuestra democracia.
Ahora se expresa en toda su extensión, el peso de las palabras de los defensores de nuestra apadrinada arquitectura política, en este momento se entiende el apuro de Ricardo Lagos Escobar, por cambiar la firma y el timbre de la constitución pinochetista de 1980.
La maquinaria de los acuerdos, basada en el incesto de lo público-privado, en la actitud proxeneta tanto de empresarios como de personeros políticos, es la marca indeleble de este periodo. No se puede entender el hoy, sin encarar el contubernio.
De ahí entonces que las instituciones del Estado; han cenado, dormido y desayunado con la corrupción, desde el momento en que ninguna de ellas nos puede entregar un informe detallado y veraz, sobre el traspaso de empresas del Estado a quienes hoy, son parte del chantaje permanente.
Dicho lo anterior. La pregunta es sobre el sentido de la política en tiempos donde el simulacro está instalado. ¿Cuál es el papel de las izquierdas en esta comedia de equivocaciones? Los sectores vinculados a La Nueva Mayoría, nos dicen que la clave es cumplir lo pactado y se aferran al programa, como único espacio seguro en el teatro del absurdo. Otros se niegan a cualquier tipo de pacto, inspirado en el borrón y cuenta nueva, como abiertamente lo planteara Jovino Novoa, ex presidente de la UDI. Cuyo papel en el caso PENTA todavía se está investigando.
¿Bastará con eso? ¿Será suficiente juntar empeño por la asamblea constituyente? Los más suspicaces dicen que ya no es la hora de las redes sociales y en parte tienen razón, la palabra hoy la tienen las instituciones encargadas de investigar, sancionar o eximir de responsabilidades. Del problema político esos organismos no pueden hacerse cargo, la opinión pública ha emitido juicios demoledores, sobre el accionar de los sectores políticos involucrados. La sanción final sin embargo, sigue rondando en el aire.
La izquierda todavía no es capaz de elaborar una propuesta amplia que abarque aspectos como limitar el tráfico de influencias, las dobles y triples funciones de sus militantes, ya sea como dirigentes sociales, sindicales, como funcionarios del aparato público, incluyendo sus propios partidos, donde los papeles y las intenciones se entrecruzan, generando pequeños feudos dentro de estos organismos, para la obtención de beneficios particulares. La izquierda no se ha pronunciado sobre las condiciones administrativas, de control y sanción que permitan generar un piso común de promoción de la llamada “virtud republicana”.
La respuesta política ha sido mezquina. Falta un balance del estado de ánimo de la ciudadanía, existe ausencia de una actitud pedagógica destinada a explicar las contradicciones políticas existentes, donde la propia izquierda no resulta ilesa. Intentar exponer los hechos, usando el argumento de campaña orquestada contra la presidenta y las reformas impulsadas por la Nueva Mayoría, sencillamente no convence. En un primer momento esa explicación era convincente, especialmente en el tema de la reforma tributaria y educacional, pero hoy la izquierda necesita de modo urgente, enfrentar el tema de la corrupción; no como un acontecimiento, sino como elemento esencial de las sociedades donde el nivel de coerción del Estado, se encuentra conscientemente incapacitado de actuar.
La pugna por el poder político, se libra hoy en el carácter, el tipo de Estado. El gran esfuerzo político de las izquierdas, a mi juicio, es ayudar a liberarlo de sus ataduras y dotarlo de las facultades necesarias, para que pueda perseguir con las herramientas de la ley, a todos los que lo han envilecido.
Omar Cid Crónica Digital
Santiago 7 de abril de 2015
