Tendría ayer 111 años, edad improbable para un hombre de vida intensa como Pablo Neruda, pero Chile siempre lo recuerda con igual devoción por la trascendencia de su poesía y su vida.
Aunque todavía anda por ahí un cuestionable sondeo para saber si los chilenos quieren bautizar el aeropuerto internacional de Santiago con su nombre -de poeta y no como figura íntegra-, Ricardo Eliécer Neftalí Reyes es una personalidad insoslayable.
En Temuco, capital de la región de la Araucanía, en pleno corazón mapuche, Neruda dejó una de sus residencias en Chile, que ahora el ministro de Bienes Nacionales, Víctor Osorio, anuncia la compra por parte del Gobierno.
Entusiasmado con la iniciativa, Osorio adelantó que la decisión de adquirir la vivienda de Temuco del vate, implica que pasará a sr Patrimonio de Chile, una gran noticia en medio de los festejos por el natalicio del Premio Nobel de Literatura.
El secretario de Estado de la administración de Michelle Bachelet encabezó la fiesta ciudadana para recibir la fecha, que no escatimó en alegría y apoyo, pese a la inclemencia del tiempo por el sistema frontal que afecta a Chile.
Transitando por la calle Lautaro de Temuco, alrededor de 350 personas caminaron junto a la imagen, deslizada con la técnica del «beamversiting», autor de Veinte poemas de amor y una Canción Desesperada.
«Neruda vuelve a caminar por La Araucanía» comenzó precisamente en la calle Lautaro, porque allí se ubica la que fuera su casa de infancia y adolescencia.
Empero, el también creador de Canto General acompaña dos vagones de las líneas 2 y 5 del Metro de Santiago durante todo el año 2015.
Cubiertos de un decorado en azul celeste y letras negras, los subterráneos sorprenden al viajero al tropezarse con los Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada, escritor y dibujados en los coches.
La idea, nacida de la Fundación que lleva su nombre, la administración del Metro y el Ministerio de Cultura, abarca no sólo los textos, sino para cada uno de los versos, una pintura obra de artistas plásticos chilenos.
Indefectiblemente, la curiosidad puede más que la indiferencia. Los viajeros no pueden evitar mirar hacia los techos de los vagones para leer, por ejemplo:
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 13 de julio 2015
Crónica Digital / PL