Un país como Chile, que sufrió 17 años de una de las más sangrienta dictaduras de América Latina (1973-1990), sigue con heridas abiertas, pese al deseo evidente de ciertos sectores de pasar la página y olvidar.
Incluso no pocos políticos de derecha justifican y hasta aplauden de manera pública al extinto general Augusto Pinochet, mientras su viuda, Lucía Hiriart, amasa una gran fortuna de dineros adquiridos a través del estado de forma vitalicia.
De alguna forma, ante esta tendencia sale al paso la escritora chilena Yael Zaliasnik con su libro Memoria inquieta, abarcador en sus conceptos y comprometido «en la tozudez de no mirar al futuro festinadamente».
En el lanzamiento del volumen en esta capital se añadió una idea original. Se hizo en pleno Paseo Bulnes, en el centro de Santiago, con dos performances paralelas y en medio de transeúntes y vehículos.
El propósito, desperezar a la sociedad, sacudirla y tratar de cierta forma chocar con la indiferencia, «para que el porvenir no padezca del turismo de la memoria en la búsqueda de una empatía no sólo con las víctimas, sino con la historia».
Yael Zaliasnik, con la ayuda del Fondo de Cultura Económica, y de Luisa Jaimovich, jefa de comunicación de la casa editorial, consiguió también los elogiosos comentarios del escritor Jorge Montealegre y de la doctora en letras Ana Pizarro.
Una intervención de la bailarina Alicia Ceballos y la performance del artista Samuel Ibarra adornaban el coloquio en medio del Paseo Bulnes, intentando despertar la curiosidad con alegorías a la memoria y a las víctimas de la violencia.
La doctora en estudios americanos, periodista e investigadora, admitió a Prensa Latina que su mirada es cultural a partir de que son hechos de larga data y resulta difícil rescatar una identificación total pese a su vigencia.
De hecho, la escritora tenía cuatro años de edad cuando el golpe de estado de Augusto Pinochet y su lectura profunda de lo acontecido en Chile fue la motivación fundamental que la ha llevado a hilvanar un trabajo relacionado con la memoria.
Toma como puntos de partida la ceremonia fúnebre en diciembre de 2009 por el asesinato de Víctor Jara y la Marcha de los Silencios que se realiza todos los años en Montevideo; además de las marchas colectivas y sus valores.
«Lo que ocurrió y todavía sucede, en relación con Víctor Jara tiene lugar mucho después de su crimen y sirve, como decía su viuda, para que el tema no quede en una generación, sino que perdure en las mentes, ojalá de todos», comentó.
La autora reveló que su obstinación, como la de muchas otras personas, es por iluminar la violencia del pasado para que no vuelva a repetirse, «se trata de un grito contra los desmemoriados intencionales».
Zaliasnik, valiéndose del proceso de la memoria comunicativa a lo largo de varias décadas, pretende remarcar el paso de la historia de la dictadura a las generaciones actuales que continúan manifestándose y sobre los olvidados de la dictadura en Chile.
En el país austral, cifras oficiales señalan que durante la junta militar pinochetista, tres mil 200 personas fueron asesinadas, alrededor de mil 300 se cuentan como detenidos desaparecidos y unas 33 mil sufrieron torturas.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 8 de abril 2016
Crónica Digital / PL