Cuando el galardonado poeta llegó a la Sech, se convirtió en el más joven integrante del Directorio. Desde allí impulsó una profunda reforma al Estatuto, que permitirá democratizar la Casa del Escritor y abrir de par en par sus puertas a las nuevas generaciones y a las voces de regiones. Tras ese paso, ahora apuesta a que el referente de los literatos sea el eje dinamizador del debate y la creación en Chile.
Convencido de que el oficio de la palabra cumple, a través de la cultura, una función social estratégica, el poeta y dos veces ganador de los Juegos Florales, David Hevia, ha ido dejando sólidas huellas en materia de formación y creación en el país. Fundador de la universidad gratuita Academia Libre, director de la gaceta de estética Léucade y conductor del programa literario Barco de Papel, el autor de “La Belleza como Demostración” y “Anoche el Día” se ha ganado el respeto de sus colegas no sólo por su obra, sino también por el serio trabajo que ha desarrollado para dar a la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) un sitial clave en el ámbito de las artes. Convertido en el más joven director de esa organización, su nombre lidera el reciente proceso de renovación generacional que se observa en la emblemática sede de Almirante Simpson 7.
¿En qué consiste la propuesta de reforma estatutaria que usted presentó al directorio de la Sech?
Lo que ahí hice fue un planteamiento global, con varias aristas. Primero, crear un sistema proporcional de elecciones, donde las minorías queden también representadas y donde, en lugar de promover el individualismo, cada sector que pretenda liderar la Sociedad de Escritores se comprometa públicamente con un programa de trabajo. Segundo, poner fin a las cortapisas económicas que frenan particularmente en ingreso de jóvenes talentos, pues históricamente se privilegió, para ser socio, el criterio de obra publicada sobre el de obra de calidad. Tercero, brindar un reconocimiento institucional al papel de los creadores de regiones en la Sech.
¿Y cuál ha sido la recepción a esas propuestas?
Felizmente, fueron respaldadas por el directorio hace algunos meses, de modo que lo que corresponde ahora es que esa moción sea votada por la Asamblea de socios. Y he ahí un punto fundamental: profundizar la facultad soberana de los socios, organizados en la Asamblea, pues es la genuina expresión ciudadana de la Sech.
Considerando que se trata de la reforma más profunda impulsada alguna vez en la Sociedad de Escritores, ¿es posible incorporar otras iniciativas en este período?
No sólo es posible; constituye una necesidad de primer orden.
¿En qué sentido?
Todos los escritores, de manera mancomunada, debemos trabajar por constituirnos en interlocutores esenciales del debate sobre políticas públicas en materia de literatura, arte y cultura. Eso significa, por ejemplo, luchar para poner fin al IVA al libro y restituir la anualidad del Premio Nacional, con la Sech integrando de nuevo el jurado. En la misma dirección, hay que desarrollar un sinnúmero de iniciativas para el auténtico fomento de la creación literaria y de la lectura. Por ejemplo, suscribir acuerdos con la DIBAM y otras entidades, tanto para divulgar las grandes obras de las letras nacionales como para restablecer la maravillosa experiencia de contar con una editorial estatal, que realice tirajes masivos y de bajísimo costo, pensando en títulos de alta calidad que promuevan el desarrollo intelectual de los chilenos, pues ese acervo enriquece al ciudadano, incentiva su espíritu crítico y su activo papel en la construcción de una sociedad justa y democrática.
Usted ha hablado de “revitalizar” la Casa del Escritor. ¿A qué se refiere?
Fundamentalmente, a fortalecer y multiplicar el trabajo de talleres literarios que tiene lugar al alero de la Sociedad de Escritores de Chile, pues en esa dinámica se juega el corazón de las letras nacionales. Cada día, desde adolescentes hasta personas de la tercera edad llegan en busca de cursos de formación en narrativa, poesía, ensayo, etcétera. Esa natural demanda vocacional merece una respuesta sólida de parte de quienes cultivamos el oficio, ejerciendo la docencia, diversificando los temas y contribuyendo a pulir el estilo de las nuevas generaciones con una formación estética de alto nivel. Por otra parte, hay que fortalecer las comunicaciones de la Sech, dando relieve a sus revistas históricas, Alerce y Simpson 7, al tiempo que refundando el Premio Alerce, donde los escritores reconocen a sus pares.
Y en el plano concreto, ¿cómo aporta usted en esa dirección?
En primer lugar, refundé la revista Alerce, que ya cumple 20 ediciones nuevas, y gracias a la cual la obra de autores nacionales recorre el país y el mundo en versión impresa y electrónica. En segundo término, dirijo el curso de Literatura que se imparte cada sábado gratuitamente en la Casa del Escritor y, por último, organizo desde hace tres años, a través del proyecto Academia Libre, un Ciclo de Cine Arte que va de marzo a diciembre en la Sech y que es de entrada liberada. Sería un gran aporte que muchos otros colegas se sumen organizando iniciativas semejantes. Desde luego, hay escritores que desde ya contribuyen en esa dirección, efectuando un trabajo serio y constante, constituyendo también un gran aporte a las tareas de liderazgo entre los escritores y con los cuales constituimos un equipo para empujar con decisión el proceso de renovación que cabe a la Sociedad de Escritores en los próximos dos años. Me refiero a Carmen Berenguer, Isabel Gómez, Omar López, Tatiana Olavarría, Guillermo Martínez y César Millahueique.
¿Hay otras propuestas específicas que, a su juicio, deben cursar en este período?
Por supuesto. En el plano interno, consolidar los convenios de salud para los socios, extenderlos a farmacias populares y crear una fórmula que permita arribar a pensiones de gracia para escritores que no cuentan con jubilación. En el frente externo, desarrollar una política de posicionamiento de la Sech a nivel internacional, estrechando redes y lazos con las organizaciones homólogas y afines de otras latitudes. Rearticular la relación con el Estado en el plano de las políticas públicas de cultura. Crear un nexo permanente con el área de extensión de las universidades, con miras a promover acuerdos de cooperación y potenciar el rol de la Sociedad de Escritores en la escena cultural del país, rechazando enérgicamente todo intento de censura y promoviendo el más amplio clima de libertad de expresión, que es una condición elemental para el más nutrido despliegue del proceso de creación literaria al que aspiramos los amantes del arte.
Por Bárbara Cid
Santiago de Chile, 11 de abril 2016
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