EL MACRISMO HIZO CITAR A CRISTINA Y EL TIRO LE SALIÓ POR LA CULATA

El 13 de abril fue concebido por el gobierno de Mauricio Macri y un segmento importante del Poder Judicial como un día de escarnio para Cristina Fernández.

Resultó un día lluvioso pero políticamente esclarecedor, en el que la expresidenta tuvo un baño de multitud, en tanto a sus detractores el tiro les salió por la culata. El cronista iba en el 26 rumbo a Retiro, SUBE mediante con tarifas elevadas por Mauricio Macri. Al llegar al Obelisco, monta un inspector y dice en voz alta: «señores pasajeros, lamento informarles que el colectivo no puede seguir, el tránsito está colapsado».

Para Retiro quedaban 20 cuadras. Cuando eso ocurre las protestas se hacen sentir, pero ocurrió lo contrario. Un tercio de los pasajeros dijeron «no importa, vamos a pie, vamos a volver, vamos Cristina» y se bajaron para caminar hasta Avenida Comodoro Py 2002, bajo la lluvia. En esta recesión los pocos que vendían a dos manos eran los vendedores de paraguas.

Después de la caminata costó mucho acercarse no digamos al palco donde luego hablaría Cristina, sino a varias cuadras de allí. Es que estaba casi todo ocupado por una concurrencia variada. Había columnas de peronistas o kirchneristas, como La Cámpora, Peronismo Militante, Descamisados; sectores gremiales de ATE, Agrupación de Farmacia Jorge Di Pascuale, pero sobre todo gente suelta, de corazón peronista y había llegado por la propia, incluso faltando al trabajo.

Cristina todavía no había comenzado a hablar pues aún estaba en el cuarto piso de Tribunales, en el juzgado de Claudio Bonadío, con su abogado Beraldi y también acompañada de Raúl Zaffaroni, exjuez de la Corte Suprema. Después se supo que la expresidenta objetó el rol del juez al que alguna vez aludió como «pistolero» y dejó un escrito con su defensa política y jurídica respecto a los cargos que se le hicieron por «venta de dólar a futuro».

En la calle la gente se seguía mojando. Sus banderas tenían tanta agua que ya no flameaban livianas como siempre sino que permanecían «colgadas», casi en paralelo a las cañas.

Los peronistas eran mayoría. Muchos de ellos se prendían a cantar con sentimiento la «Marcha peronista». También sonaban las consignas más conocidas, de «Che gorila no te lo decimos más, si la tocan a Cristina, qué kilombo se va a armar». Y otra más reciente, evocando las revelaciones del Panamá Papers: «Hay que saltar, el que no salta tiene cuenta en Panamá».

El destinatario obvio del cantito era Mauricio Macri, con sus empresas offshore en Bahamas y Panamá, un tema importante que luego fue parte del discurso de CFK, una vez que salió del despacho del «pistolero» (hace años mató a dos ladrones con su pistola Glock). Ella dijo, citando a medios internacionales, que si ella hubiera sido la presidenta y le encontraban las cuentas de Macri, le habrían pedido la renuncia.

DATOS DE COLOR

Había mucha gente. Para el cronista, a ojo de buen cubero, unas 100 mil personas, un número que se debe valorar más teniendo en cuenta el mal tiempo.

Como Clarín sangró por la herida, en su portal subió una nota donde decía que la cantidad de asistentes había sido «regular». Una vez más, «Clarín miente».

El grueso del público llegó por sus propios medios, en colectivo o tren, aunque también hubo algunos colectivos fletados por gremios o intendentes. Por caso, Ferraresi, de Avellaneda: uno de los micros parecía de colección, de viejo pero bien conservado, con todos los toques de la liturgia peronista.

Ironizando sobre las críticas que los caceroleros VIP hacen a estas manifestaciones populares, una manifestante dijo: «dicen que vinimos en colectivo, y sí, volando no podemos». Risas compartidas.

Otra calumnia que se refutaba fue que el kirchnerismo convocaba mucho por «el chori y la coca». Había numerosos puestos de choripán y venta de gaseosas y cervezas, pero el primero salía 45 pesos y la botella de agua chica 30. Nadie regalaba nada. Se pagaba, a precios de Macri, para la gente de Cristina.

La mayoría de los asistentes era K. El cronista divisó algunas banderas rojas de izquierda, del Partido de la Liberación y el Partido Socialista para la Victoria. Incluso más atrás vio carteles de Quebracho, un sector demonizado por la derecha y que varias veces debió ir a Comodoro Py a acompañar a Esteche y Lescano, procesados y detenidos.

En ese sentido vino bien el discurso de la expresidenta cuando llamó a sus seguidores a formar un «frente ciudadano» con mucha gente que no es ni será kirchnerista. En cierto modo es lo que latía ayer en los alrededores de Tribunales: una unidad diversa de quienes -con diferencias políticas e ideológicas- se habían movilizado en defensa de Cristina y en rechazo a la campaña de persecución.

ACTITUD Y DISCURSO CON MUCHAS VERDADES

Desde el lugar donde estaba el cronista no se escuchaba bien el discurso de la expresidenta. Se afinaba el oído para captar la voz que sonaba lejos y al mismo tiempo cada grupito se apiñaba alrededor de radios y celulares (como los que sintonizaban HD llegaban un minuto más tarde, se complicaba escuchar).

Entre lo que se escuchó allí y lo que luego se pudo leer en los portales, queda claro que al macrismo, al sector afín judicial, comenzando por Bonadío y al monopolio Clarín, el tiro le salió por la culata.

Primero, porque la candidata a ir presa reunió a una multitud entusiasta, con mucho ánimo de enfrentar las injusticias y al gobierno neoliberal.

Segundo, porque la aludida se presentó en Tribunales con sus abogados, desairó a Bonadío y le dejó un escrito muy consistente con sus descargos. También con una recusación por su pésima actuación y haber cometido prevaricato o violación y mala aplicación de la ley.

Tercero, porque en la hora que habló a la multitud dijo muchas verdades; no se limitó a defenderse sino que pasó a la contraofensiva sobre la justicia y el gobierno de Macri.

Ella historió la complicidad de la justicia con los golpes de Estado, comenzando con el que derrocó a Yrigoyen y siguiendo por el que depuso a Perón. Decían encarnar movimientos moralizadores y anticorrupción pero tenían el objetivo de anular las conquistas populares de esos gobiernos.

Y que lo mismo, pero a escala mucho mayor, hizo la última dictadura militar-cívica; la oradora citó la vergonzosa participación de la justicia en la apropiación de Papel Prensa, cuando se desapoderó a la familia Graiver en beneficio de Clarín y La Nación. Ese expediente aún duerme en Tribunales.

Para los medios dominantes, cuando CFK citó esos ejemplos históricos habría querido ponerse a la altura de los fundadores del radicalismo y peronismo. Falso. Quiso demostrar que el afán persecutorio no es nada original contra los gobiernos que toman medidas favorables al pueblo.

Uno de los puntos más aplaudidos fue su estiletazo de que «querían buscar la ruta del dinero K y terminaron encontrando la ruta del dinero M». Allí la gente volvió con el hit de «hay que saltar, el que no salta tiene cuenta en Panamá».

El aplausómetro volvió al tope cuando Cristina recordó que el PRO-Cambiemos había dicho que no iba a devaluar, que no iba a despedir. Hizo referencias concretas a lo que cuesta llenar el carrito del súper, pagar las facturas de luz y gas, y todo ello por la devaluación. «Macri basura, vos sos la dictadura», clamaba el público, lo que puede haber incomodado a «Chino» Navarro, del Evita, quien semanas atrás rechazó que se coreara eso por considerarlo demasiado duro.

En el terreno político pueden haber quedado un tanto sorprendidos los popes del peronismo y el PJ, ante el llamado cristinista a formar un frente ciudadano con sectores kirchneristas y no kirchneristas, porque ambos sufren las dramáticas consecuencias del ajuste.

¿Querrá decir que ella apuesta a algo diferente del tradicional PJ, que se apresta a elegir el Consejo Nacional el 8 de mayo? ¿O la idea de la oradora es simplemente formar un acompañamiento social plural que refuerce esa herramienta electoral pejotista para la que hoy se candidatean Gioja, Scioli y Caló?

Hablando de Antonio Caló, también hubo algunos palos para los dirigentes gremiales que antes le hacían paros por salarios e impuestos a las ganancias, y ahora no dicen nada cuando están despidiendo gente a mansalva.

Por supuesto no podía faltar la crítica a los medios hegemónicos, que durante su gobierno aseguraban que iban a desaparecer voces opositoras. Al final, los que desaparecieron o fueron despedidos fueron las voces pluralistas. Cynthia García, locutora en el palco, aplaudió fuerte por ella y tantos colegas dejados sin empleo por Macri, Lombardi y también medios que fueron K.

Esa impugnación a los medios concentrados quedó patentizada de modo magistral. Cristina pidió que durante 24 horas no se escuche radio y TV y que cada familia en intimidad reflexione sobre cómo estaba en los 12 años de kirchnerismo, y si ahora está mejor o peor. Respuesta cantada, al menos en Comodoro Py y buena parte del país.

El cronista se fue pensando en el problema de que difícilmente la gente dejará 24 horas de prender la radio o ver TV. En eso se encontró con mujeres llegadas de Córdoba que lo saludaron y le preguntaron: «¿viste que cuando Cristina terminó de hablar levantó las manos y dejó de llover?».

Eso tiene la política. Están las realidades, las correlaciones de fuerza, los votos, pero también están las bases y sus creencias de que dirigentes como Cristina pueden hacer salir el sol. En tiempos de lluvia macrista, es una ilusión positiva.

Por Emilio Marín*Periodista y analista político argentino que colabora con Prensa Latina.

Buenos Aires, 15 de abril 2016
Crónica Digital / PL

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