Ucrania, Rusia y Estados Unidos ante el derecho internacional

El actual conflicto entre Ucrania y Rusia, en el cual interfiere Estados Unidos con o sin OTAN, no se puede comprender cabalmente por la influencia de medios de comunicación dominantes controlados desde Washington.

Por Julio Yao, colaborador de Prensa latina, es catedrático y analista internacional, y fungió como asesor personal de Política Exterior del general Omar Torrijos.

En ese sentido, prevalece mucha ignorancia sobre la geopolítica y el derecho aplicable.

La volatilidad de esta crisis requiere ser vista a través de, o mediante apelación a los instrumentos de análisis, especialmente los disponibles por el Derecho Internacional, aún en ausencia de las Naciones Unidas debido a sus fallas estructurales.

La ONU no puede cumplir su papel ideal porque está cooptada materialmente por una de las partes, Estados Unidos, que carga de manera significativa con el presupuesto y opera bajo sus leyes, por ser su sede, lo que explica que los puestos claves estén ocupados o fiscalizados por la nación imperial.

Es importante explicar que Ucrania no ha formalizado su personalidad estatal al no definir cuáles son sus fronteras (lo advirtió el exsecretario general de la ONU Ban Ki-moon en 2014), y lo sabe el actual titular del organismo multilateral, António Guterres.

La ONU no puede siquiera mediar entre Rusia y Estados Unidos, que no logran adoptar acuerdos de seguridad regional ni definir cuáles son las líneas rojas que no deben ser violadas y que siempre Moscú urgió a Washington.

Tampoco puede la ONU hacerle frente al genocidio, crímenes de guerra o de lesa humanidad cometidos por las fuerzas armadas de Ucrania contra las poblaciones de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.

MÁS ALLÁ DE LA MANIPULACIÓN Y PROPAGANDA MEDIÁTICA

Para deslindar los hechos geopolíticos a la luz de los principios del Derecho Internacional, es indispensable aislar el conflicto de la manipulación y propaganda de los grandes medios de comunicación que buscan legitimar los fines geopolíticos de Estados Unidos.

Las Repúblicas Populares de Donetsk y de Lugansk son o han sido reconocidas por organismos internacionales y algunos Estados, aunque no lo suficientemente.

Las dos cuentan con todos los elementos de un Estado (población, gobierno, fronteras, bandera, escudo, himno) y ahora solicitaron la ayuda de Rusia para evitar que las fuerzas armadas de Ucrania asesinen a su población, cometiendo genocidio, etnocidio, crímenes de guerra o de lesa humanidad contra ellas.

Por consiguiente Rusia, con su apoyo a esas repúblicas populares, da cumplimiento al mandato de los Tribunales de Nuremberg, que nos legaron un código de ética universal contra las prácticas nazistas o fascistas.

El no reconocimiento de dichas repúblicas por parte de Ucrania se explica porque este es un país agresor que, en lugar de proteger a su población, elimina a una parte de ella para cumplir consignas de gobiernos norteamericanos que la manipulan como marioneta.

Estos elementos de juicio desdicen de la condición de Ucrania como Estado.

La acción militar de Rusia en Ucrania tiene parcialmente objetivos legítimos de mantenimiento de la paz y está lejos de la finalidad de destruir o anexar a Ucrania, y así lo declararon, tal como puede comprobarse con sus operaciones quirúrgicas cuyo fin es destruir exclusivamente los emplazamientos militares agresivos de Kiev y no perjudicar a la población.

Al respecto queda claro que se rechace por inapropiados los comentarios de la ONU sobre qué es y qué no es “mantenimiento de la paz”. Es justamente la población del Donbass (de Donetsk y Lugansk) la que se esconde y huye de las matanzas, tradición heredada del pasado nazi que ahora resucitan en Ucrania.

La acción de Rusia, que hasta antes de la actual crisis había mantenido las tropas en su territorio (y así lo reconoció el presidente ucraniano Volodimir Zelenski), es un ataque defensivo legítimo.

La Federación rusa ha reiterado durante muchos años que no toleraría que países vecinos, como Ucrania, instalaran en sus fronteras armamento (incluso nuclear y misiles) a pocos minutos al alcance de Moscú.

Es decir, que la OTAN no avance a sus fronteras, tal como lo prometieron voceros de Occidente al presidente Mijaíl Gorbachov en 1991 e hicieron lo contrario: expandirse hacia el Este, hacia la actual Rusia.

Sin embargo, pese a los múltiples e incesantes llamados del propio jefe de Estado, Vladimir Putin, Estados Unidos y sus acólitos hicieron todo lo contrario, sin responder a negociaciones (el presidente demócrata Joe Biden canceló la más reciente cita con el canciller ruso, Serguéi Lavrov).

Todo lo contrario: diversos países europeos enviaron y siguen mandando cuantiosos armamentos a Ucrania y a países vecinos de Rusia, echándole más leña al fuego de una gran confrontación militar que el mundo no necesita ni le conviene.

Afortunadamente, muchos militares de Ucrania, en desaprobación de su gobierno, desertaron y se entregaron a las tropas del país euroasiático.

BASES JURÍDICAS

El derecho de Rusia a que no se militaricen sus fronteras no es distinto al que invocó Estados Unidos cuando descubrió durante la Crisis de los Misiles en octubre de 1962, que la Unión Soviética emplazaba armamento ofensivo en Cuba. ¿Por qué entonces era válido y ahora no?

Ahora se sabe que Washington tuvo que desmantelar sus armas nucleares en Turquía a cambio de que Moscú desinstalara sus armas en Cuba, lo cual se mantuvo como secreto de Estado y jamás se publicó. El presidente de la Unión Soviética era Nikita Kruschev, ¡un ucraniano!

Considero que el actual conflicto debe resolverse mediante negociaciones internacionales en que se prohíba la expansión de la OTAN.

Primero se debe negociar un alto al fuego entre Rusia y Ucrania. En segundo lugar, convocar a una Conferencia internacional para prohibir la expansión e intervencionismo de la OTAN en la región.

En tercer lugar, que Ucrania acepte la condición de neutral.

En ese sentido, sigue intacto el derecho de Rusia a su autodefensa, como bien señaló Iñaki Gil de San Vicente, porque son Estados Unidos y sus acólitos quienes están cometiendo agresión contra Rusia y no al revés, como nos intenta hacer ver el aparato mediático.

Rusia apoya su accionar en dos ejes del Derecho Internacional: su derecho y deber de mantener la integridad territorial e independencia política (su soberanía), ahora amenazada; asistir legal y militarmente a Donetsk y Lugansk, bajo agresión y amenaza de genocidio por parte de Ucrania.

También se debe invocar y defender el Código de ética, inspirado en los Tribunales de Nuremberg, que condena las prácticas fascistas. Éstos son los pilares en los que se asientan las bases jurídicas del derecho de Rusia a su legítima autodefensa.

Panamá, 28 de febrero 2022
Crónica Digital/PL

 

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