Por Marcel Garcés Muñoz
El 50 aniversario del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, perpetrado por la derecha política y económica local, las Fuerzas Armadas del país y el gobierno de Estados Unidos y sus agencias de Inteligencia, confirma y constata una nueva y creciente amenaza contra la institucionalidad democrática en Chile, los derechos del pueblo, la verdad histórica del drama vivido por la sociedad chilena, bajo la dictadura del general Augusto Pinochet, la oligarquía y los poderes fácticos y conservadores.
Las contradicciones emergen en el escenario presente, tanto por las injusticias sociales y políticas, económicas, que se mantienen, como por la pretensión de las oligarquías políticas, los clanes económicos, y las fuerzas retardatarias en las estructuras del Estado y los poderes fácticos, de frustrar los anhelos de cambio, desarrollo y progreso del país y la sociedad.
Y la conspiración sediciosa y antidemocrática, con muchos de los protagonistas políticos, mediáticos, institucionales, “académicos” de 1973- se manifiesta diariamente, sobre todo en las páginas de “El Mercurio”, que reivindica no solo su rol en la conspiración de los 70, y su subordinación a los objetivos de la Casa Blanca, la CIA, el Pentágono y los inversionistas norteamericanos de instalar en Chile un modelo represivo y criminal fundamentado en la Doctrina de la Seguridad Nacional, ejecutada con los medios infames de la Guerra Fría y la Guerra Interna.
No es casual que el diario de los Edwards- cuyo rol en la conspiración sediciosa, y el asesinato alevoso de dos Comandantes en Jefe del Ejército, los generales René Schneider y Carlos Prats González y decenas de otros jefes militares patriotas que defendían el rol profesional, constitucional, no deliberante, respetuoso de la democracia, patriotas y leales con la institucionalidad, y la voluntad ciudadana, de un camino de progreso para la mayoría, reviva los pasos que pusieron en práctica entonces, para desatar hoy su práctica conspirativa, y volver a las andadas.
Solo un botón de muestra para confirmar la conspiración en marcha, y que cualquier semejanza con el periodo previo al 11 de setiembre del 1973, no es mera coincidencia.
Se reedita hoy la costumbre de la amenaza permanente, la promoción del terrorismo criminal y violentista, la retórica virulenta, como el método provocador, propio de la lógica de la guerra sicológica, del asesinato de imagen, del matonaje callejero o definitivamente del terrorismo y la violencia.
Bajo un titular que quiere ser anodino del cuerpo D-Reportajes, de El Mercurio del domingo 27 de agosto recién pasado (“Los documentos que las FF. AA y la Iglesia escribieron sobre la situación política, hace 50 años”), se revelan sus orientaciones sediciosas de ayer y sus designios conspirativos de hoy.
Acompaña a la nota una reproducción del diario sedicioso de la época, “La Tribuna”, donde se titula “Generales y Almirantes ® emplazan al Sr. Allende”.
La publicación en sus páginas de una carta actual del Cuerpo de Generales y Almirantes en Retiro de la Defensa Nacional al presidente Gabriel Boric no deja lugar a dudas del objetivo político subversivo, de quienes pretenden orientar el curso de la estrategia antidemocrática de hoy.
Dicen los Generales y Almirantes, asumiendo un rol claramente político, “partidista”, en el confrontacional escenario presente y quizás no hablando solo a nombre propio, sino siguiendo un guión de los conspiradores de la Derecha económica y política: “No podemos quedarnos en un silencio culposo ante tanta agresividad y denostación a las fuerzas militares y policiales- que efectivamente tuvieron `participación- aunque no buscada ni deseada- en el quiebre institucional de 1973”.
Y sigue el documento, publicitado con entusiasmo por El Mercurio: “Al observar estos actos y declaraciones pareciera que el señalado quiebre institucional lo hubiesen llevado adelante unilateralmente las FF.AA. olvidándose que sus causas jamás se generaron en los cuarteles”.
La nota agrega, por cuenta de El Mercurio, interesado más bien en los efectos comunicacionales, politiqueros, provocadores del texto- y sobre todo organizativos- de su contenido, que “la Carta generó recuerdos en los políticos y militares más antiguos. Casi un dejà vu”
Es decir, algo “algo ya visto”.