Dom Dic 17 , 2023
Escribimos estas líneas en la víspera del segundo plebiscito constitucional. Cualquiera sea su resultado, el Pueblo de Chile sin duda expresará una vez más su justa indignación contra el sistema político en su conjunto. Misma que manifestó en su épica irrupción en el espacio político el 18 de octubre de 2019, el 18-O. Misma que ha venido reiterando de modo creciente en las 18 elecciones nacionales celebradas desde entonces. La irrupción popular se ha sostenido a través de una pandemia sin precedentes que contagió a más de un cuarto de la población y costó la vida a más de sesenta mil compatriotas. Fue superada principalmente por la misma capacidad de organización, determinación y disciplina, emocionantes, que el Pueblo ha manifestado en cada una de sus masivas irrupciones recientes en política. Cualquiera sea el resultado de este domingo, seguirá vigente más o menos agudizado el gran desafío que enfrenta Chile: superar la crisis política nacional en que se debate desde el 18-O. Es decir, relegitimar ante el Pueblo la autoridad del régimen democrático. ¿Qué hacer para lograrlo? Desde luego no seguir porfiando en buscar consensos con los poderosos intereses que vienen abusando del Pueblo desde el 11 de septiembre de 1973. Ese camino pudo ser aceptable, incluso acertado, durante los años de calma chicha en la actividad política popular masiva. Como siempre ocurre naturalmente, esta se tomó un largo respiro tras batallar heroicamente en todos los terrenos durante una década hasta acabar con la dictadura. Pero ese camino resulta profundamente equivocado y estéril en la situación actual de nueva crisis política nacional y extendida indignación popular. Esta se ha generado precisamente por la incapacidad del sistema democrático de intentar siquiera acabar con los grandes abusos. La incapacidad de una autoridad deslegitimada la inhabilita asimismo, inevitablemente, para lidiar con otros abusos cotidianos como la delincuencia común. Y casi con cualquier cosa. Incluido nada menos que reactivar la economía y proteger el empleo, hoy amenazados seriamente por políticas exageradamente contractivas implementadas por autoridades burocráticas que se mandan solas. Porfiar en más de lo mismo sin considerar el ciclo en el estado de ánimo del Pueblo, es lo que la ciencia política clásica define como cretinismo político. Sólo agudiza la crisis política y la indignación del Pueblo. Así lo demuestra de modo palmario el proceso que hoy culmina, surgido de un acuerdo parlamentario a sus espaldas. Confiamos en que ganará el voto En Contra, ojalá por un margen muy amplio. Ello ciertamente facilitará las cosas para abordar el desafío que sigue. Sin embargo, parece probable que el extendido descontento popular se manifieste nuevamente en una fuerte desafección por este proceso. Expresada en una nueva baja en la participación a pesar del voto obligatorio y un elevado número de votos nulos y blancos. Así sucedió en la elección del Consejo Constitucional, donde estos empataron en segundo lugar, al tiempo que ganó lejos el único partido que rechazó el proceso en su conjunto. Para resolver la crisis política nacional parece imperioso que las fuerzas políticas democráticas […]