Son muchos los que apuestan hoy por hallar una solución pacífica, dialogada, al conflicto que caldea a Siria desde hace 21 meses, en contraposición a las visiones guerreristas que aún subsisten y defienden algunos.
El sentido común parece haber constatado que los más de 35 mil sirios muertos por el enfrentamiento entre grupos insurgentes armados y el Ejército del país, urgen un alto el fuego y detener al baño de sangre en que se ahoga la nación.
La reciente Conferencia de Diálogo Nacional Sirio, en Teherán, Irán, demostró que no solo es necesario, sino posible un diálogo político entre las partes en pugna.
No a la violencia, sí a la democracia, se nombró la cita que durante el 18 y 19 de noviembre aglutinó a cerca de 200 representantes del gobierno y de grupos opositores sirios, así como a actores políticos regionales enfocados en trazar una posible hoja de ruta hacia la resolución del conflicto que amenaza con balcanizar a la nación del Medio Oriente.
Los participantes rechazaron cualquier forma de injerencia externa en los asuntos internos de Siria, así como el contrabando de armas y entrada de mercenarios que apoyados y financiados por potencias occidentales buscan atizar los enfrentamientos.
La declaración final de la conferencia apuntó que la situación ha llegado a un estado de severa crisis, abierta a las posibilidades más peligrosas y catastróficas, ante lo cual se requiere asumir soluciones especiales, sobre todo la urgencia de un diálogo nacional incluyente.
Se decidió crear una comisión de seguimiento a dicho diálogo, la cual podría ampliarse y aumentar el número de nuevos actores y fuerzas, que deberán centrarse en la preparación de un próximo encuentro con fines similares, en Damasco.
A juicio de analistas políticos, la cita en la nación persa resulta la otra cara de la moneda lanzada en Doha, Catar, el 11 de noviembre, cuando fracciones de la oposición siria intentaron acicalar su imagen hacia el exterior, mediante la formación de la llamada Coalición Nacional de las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria (CNFROS).
Llama la atención, sin embargo, que la Coalición, autodenominada «única representante legítima del pueblo sirio», rechazó desde el primer momento «negociar o conversar» con Damasco, mientras reclamó que el presidente sirio Bashar Al Asad dimita o sea depuesto por medio de la lucha armada.
«No sólo necesitamos dinero y pan, también necesitamos armas para defendernos», pidió a la comunidad internacional el jefe de la organización, el clérigo Ahmed Muaz Al Jatib, tras ser elegido.
De tal suerte, el cese de las hostilidades dependerá del pulso entre los halcones que promueven la guerra infinita, o de quienes mantienen posiciones para que se libere la paloma de la paz.
Aquellos que aúpan la violencia, potencias occidentales como Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, así como naciones del Medio Oriente entre las cuales sobresalen Turquía, Catar y Arabia Saudita, prometen continuar con envíos de dinero y modernas armas a los insurgentes y miles de mercenarios que penetran por las porosas fronteras sirias.
Quienes optan por la vía pacífica para dirimir el diferendo confían en que la mesa de diálogo resulta la forma idónea y sensata para presentar demandas al gobierno de Al Assad, las cuales puedan conducir a los cambios políticos buscados.
Resulta imposible negociar con los puños cerrados, recuerda un viejo refrán.
Establecer un clima de confianza mutua, de respeto entre las partes, resulta un primer paso hacia el diálogo que apremia a la nación, a fin de encontrar, de una vez y por todas, los necesarios y urgentes caminos hacia la paz.
Por Luis René Brizuela Brínguez
Damasco, 24 de noviembre 2012
Prensa Latina