El general retirado del Ejército chileno Sergio Arellano Stark, condenado por asesinar a cerca de un centenar de personas pero libre en la impunidad, falleció a los 94 años de edad.
Sentenciado por sus crímenes como jefe de la Caravana de la Muerte ordenada por el dictador Augusto Pinochet, el ex militar nunca fue a la cárcel ante los alegatos de la defensa de que padecía de demencia senil y alzheimer.
Según numerosos testigos, Arellano Stark fungió como jefe de una patrulla de soldados que ordenó ejecutar sin juicio a decenas de militantes de izquierda tras el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.
Murió en una casa de reposo gracias a que la Corte Suprema de Justicia de Chile sobreseyó la causa en razón de su expediente médico.
Fue encargado de la misión militar que recorrió el país austral, la denominada Caravana de la Muerte, que dejó por lo menos a 75 muertos cuyos cuerpos fueron desaparecidos luego de ser fusilados.
Según la viuda del periodista Carlos Berger, la abogada de derechos humanos Carmen Hertz, consideró hoy que Arellano fue «un criminal en serie, que murió en la más absoluta impunidad».
Berger no se sumó a la cadena nacional exigida por los golpistas de Pinochet al momento del golpe de estado y, por
tal motivo, fue condenado a 100 días de prisión en la norteña ciudad de Calama. Luego, fue asesinado.
Precisamente, el periodista fue víctima de las falsas condenas a muerte que redactaban Arellano Stark y sus subalternos por consejos de guerra inexistentes, en busca de cierta legalidad a sus atrocidades.
El exgeneral achacó siempre a militares de regimientos la culpabilidad de los crímenes, cuando se sabía que sus poderes, investidos por Pinochet, eran absolutos en la época.
El dictador tampoco llegó a ser juzgado por la Caravana de la Muerte, aunque era una de las causas en proceso a su muerte en 2006.
Santiago de Chile, 10 de marzo 2016
Crónica Digital 7 PL