Pocos temas han generado más polémica en la discusión política actual que el proceso constituyente convocado por el Gobierno para alcanzar una nueva Carta Fundamental. La izquierda no ha estado ajena a este debate arribando a diversas hipótesis, algunas extremadas y otras intermedias, inclusive muchas de ellas contrapuestas entre sí. En definitiva, se trata de un debate de actualidad enmarcado en un momento constituyente originado por variados factores, pero que también se relaciona de forma problemática con nuestras últimas cuatro décadas de historia política.
En términos muy generales podemos resumir la discusión de esta materia en dos enfoques muy difundidos en la izquierda. Por un lado, la tesis del fraude, vale decir aquella mirada que intenta explicar el proyecto constituyente como un simple engaño de la Nueva Mayoría, del que algún día despertaremos para descubrir la verdad que algunos ya conocen por no haber sido “coaptados”. Se trata de una mirada iluminista, moralizante y subestimadora del pueblo, que puede ser útil en ciertos ámbitos intelectuales, pero que es absolutamente impotente para la construcción política.
Por otro lado, aparece la tesis de la fatalidad, la cual asume este proceso simplemente como lo que pudo ser (“en la medida de lo posible”, a decir de Aylwin). Esta mirada reduce la política a la acción “desde arriba”, por lo que considera este proceso constituyente como una concesión graciosa de Bachelet, sin tener en cuenta los movimientos sociales que lo hicieron posible. Se trata también de una forma de subestimación del pueblo, pero no ya en su capacidad de comprensión como hace la primera visión, sino en su potencialidad como sujeto de transformación.
No descubrimos nada si señalamos que en el desarrollo de todo este proceso existen elementos que tomados aisladamente permiten sostener cualquiera de estas dos actitudes que han impregnado a buena parte de la izquierda. Sin embargo, debemos escapar a toda lectura tanto negadora como embellecedora del proceso constituyente y plantear una interpretación que asuma que éste implica tanto avances y oportunidades como retrocesos y contradicciones para una izquierda que debe levantar como línea política del período la conquista de una asamblea constituyente.
Nico Jara
Comité Central Juventud Socialista de Chile
Twitter @nicojara
Santiago de Chile, 16 de mayo 2016
Crónica Digital
Hay un aspecto de la idea de la Asamblea Constituyente que hasta ahora no se ha explicado, ni siquiera esbozado y menos discutido: Definir que es o debe ser una asamblea constituyente en este caso específico para Chile.
Han habido lindos discursos sobre el tema y, lamentablemente, exigencias -algunas antidemocráticas y extremistas- de que todos los chilenos acepten dogmáticamente la idea de la asamblea constituyente sin que sus adherentes expresen claramente en qué consiste en la práctica tal idea.
Ahora, también hay que demostrar un mínimo de honradez política en reconocer que el Proceso Constituyente del gobierno actual es bueno y ,en términos generales, serio y posible.
Lo mas destacable del Proceso es que remite la construcción de una nueva constitución a los únicos dueños del país: la ciudadanía. A toda su gente mayor de 14 años de edad.
Lo otro, es que primero deberíamos leer, entender y comprender la información que abunda para este histórico proceso.
El fraude esta en la pagina que no deja que uno exponga lo que Chile necesita