Respecto a los episodios de violencia en el marco de movilizaciones y su tratamiento en los medios de comunicación, el decano de la Facultad de Derecho, Davor Harasic, señaló en esta columna, publicada en El Mercurio, que no se debe «olvidar que estos hechos ocurren en un contexto de crisis nacional y deslegitimación general de nuestras instituciones» y que «si desconciertan las formas que a veces adopta la expresión del descontento, la Universidad de Chile está llamada a pensar en nuevos mecanismos de incidencia social».
Un Cristo destrozado en una marcha; los robos en la UDP; el ultraje a las dependencias del INBA luego de una ocupación estudiantil; las tomas de establecimientos, y otros hechos similares forman parte de la paradoja que parece haber alimentado un discurso marcado por una profunda perplejidad. Este discurso -nada nuevo por cierto- pareciera empezar y terminar en la constatación de una realidad carente de sentido, en la que las demandas por una nueva y más justa educación se canalizan a través de actos irracionales, que terminan dañando las peticiones, muchas de ellas legítimas.
No cabe duda de que atravesamos una crisis relevante. El país se encuentra inmerso en importantes procesos de cambio que incluyen las reformas que afectan a instituciones determinantes para la construcción de una comunidad más justa, así como en la discusión acerca de un gran acuerdo político que, plasmado en una nueva Constitución, regule la vida en común; la percepción de la crisis, aquello que se ha llamado durante los últimos años «el malestar de Chile», no es muy alentadora. Las encuestas de opinión -que siempre deben ser tomadas con cautela- también dan cuenta de esto. Algunos de estos estudios indican que, de entre sus encuestados, un 58 por ciento considera que la situación política general de Chile es muy mala (CEP 2015); un 67 por ciento cree que la situación política del país no cambiará en los próximos 12 meses (CEP 2015); un 74 por ciento considera que el país va por mal camino (Cadem 2016). Asimismo, según estas mediciones, las principales instituciones políticas siguen manteniendo muy deficientes niveles de aprobación (CEP 2015, Cadem 2016, Adimark 2015).
La movilización social ha sido, reiteradas veces en la historia, el verdadero motor de cambio y transición hacia una sociedad más justa. Sin embargo, hay ciertos vetustos mecanismos de manifestación que últimamente han adquirido formas concretas que más que aglutinar fuerzas han generado divisiones y deslegitimación de los mismos movimientos que las emplean. Los más claros ejemplos recientes son los citados al inicio. Pero la pregunta relevante es si estos desconcertantes y reprochables hechos tienen o no alguna explicación. Y cuesta creer que baste atribuirlos a las peculiaridades de esta generación. No se puede reducir así el problema ni olvidar que estos hechos ocurren en un contexto de crisis nacional y deslegitimación general de nuestras instituciones en un país en donde es la injusticia la última creadora del descontento, la rabia e incluso los actos irracionales.
Ante la pregunta por el rol que le cabe a la Universidad de Chile frente a la crisis, tenemos la convicción de que es deber de nuestra Casa de Estudios hacerse partícipe de la coyuntura. La Universidad de Chile fue concebida como aquel centro de pensamiento que estaría al servicio de una naciente república. Del mismo modo, durante toda la historia republicana ha estado siguiendo al país en sus momentos difíciles, enfrentándolos. Hoy, si desconciertan las formas que a veces adopta la expresión del descontento, la Universidad de Chile está llamada a pensar en nuevos mecanismos de incidencia social para superar las encrucijadas que estamos viviendo, surgiendo dicha reflexión del trabajo conjunto de nuestros tres estamentos: académicos, funcionarios y estudiantes. Nuestra Casa de Estudios no puede dejar de ser sede de la discusión racional y abierta, desde las distintas verdades, para enfrentar nuestro devenir como sociedad. Este desafío no puede ser más difícil de remontar que aquel que motivó su creación: la de superar el legado colonial y pensar, desde cero, en nuestro futuro republicano.
Decano de la Facultad de Derecho U. de ChileSantiago de Chile, 21 de junio 2016
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