Bennu tiene 500 metros de ancho y viaja a más de 100 mil kilómetros por hora (km/h). Su órbita casi circular lo trae a unos 300 mil km de nuestro planeta cada seis años, lo que lo hace más accesible.
Los científicos pretenden investigar la trayectoria más aproximada de Bennu, considerado potencialmente peligroso, pues la probabilidad de impacto contra la Tierra en el futuro es de una entre tres mil, algo que los expertos consideran importante.
Osiris-Rex llegará al asteroide en agosto de 2018, ingresará en su órbita durante meses y se acercará a la superficie a velocidad lenta. En julio de 2020, sin posarse en Bennu, extenderá un brazo robótico para tocar la superficie, técnica llamada ‘touch and go’, informó la NASA.
Este brazo, que lleva el recolector de muestras, liberará un gas a presión para que se levante el material de la superficie.
Una vez hecho esto, se sellará la cápsula con el material y así no retornará en marzo de 2021. El viaje de regreso durará dos años y medio para llegar a Tierra en septiembre de 2023.
Según la agencia espacial, la nave no aterrizará, sino que se activarán unos paracaídas y la caja será lanzada cerca de la ciudad de Salt Lake en Utah; mientras, la sonda se quedará en órbita alrededor del Sol.
La misión tiene otra faceta, pues algunas compañías planean la explotación minera de los asteroides, en busca de materiales raros o incluso combustible para futuras misiones espaciales. Si Osiris-Rex tiene éxito, puede servir como ejemplo para este tipo de proyectos comerciales.
Washington, 8 septiembre 2016
Crónica Digital / PL
