Cronología elemental de 124 años de cine en Chile

Por Rafael Calcines *

Un largo camino de logros y retrocesos, avatares políticos y económicos, y una permanente búsqueda, caracterizan la historia del cine chileno desde que en 1896 se realizó en Santiago la primera exhibición pública del cinematógrafo.

 

Ese día, tal como ocurrió en otras capitales del planeta, los santiaguinos, sorprendidos e incluso asustados como quienes ven una aparición de otro mundo, pudieron contemplar las mismas películas que los hermanos Lumière exhibieran ocho meses antes en París.

Sin embargo, afirman historiadores, no fue hasta el año siguiente cuando apareció quien es considerado el primer realizador del cine chileno, el fotógrafo Luis Oddó, quien comenzó a filmar sus propios cortos en la norteña ciudad de Iquique.

Sus primeras imágenes eran el reflejo de hechos cotidianos como la llegada de un tren de pasajeros a la estación de la ciudad, un baile de cueca, o la celebración de los vencedores en un partido de fútbol, pero suficientes para maravillar a los primeros espectadores.

Comenzaba el largo camino del cine chileno, que en 1925 alcanzó su primer premio al obtener medalla de Oro en la Exposición Internacional de La Paz, Bolivia, con la cinta ‘Un grito en el mar’, filmada un año antes por Pedro Sienna, que para esa fecha era ya considerado el realizador más importante del país.

A juzgar por los anales de la época, el cine marchaba viento en popa pues ese año se estrenaron 16 cintas, un récord que no fue sobrepasado hasta 2008, y entre las cuales figuraba ‘El húsar de la muerte’, también de Sienna, que no solo es la cinta más exitosa y artísticamente lograda de esa etapa, sino una de las pocas del cine mudo que se conserva íntegramente hasta hoy.

El húsar de la muerte, de Pedro Sienna (1925), el filme chileno más logrado hasta entonces

Se afirma que la película, que narra aspectos de la vida del héroe popular nacional Manuel Rodríguez, se mantuvo en los cines durante toda la década y solo fue sacada de cartelera ante la competencia implacable del cine sonoro.

Precisamente, ese avance tecnológico tiene su primer impacto en Chile con el estreno en 1930 de la cinta norteamericana ‘La melodía de Broadway’, y el sonido rápidamente atrae la atención de los espectadores y golpea la producción nacional, carente de abundantes recursos, que se hunde además, arrastrada por la crisis económica mundial.

Aparece en el horizonte otro gran competidor, el cine mexicano, inundando las pantallas con sus historias campestres y de charros, que algunos realizadores locales tratan de imitar y adaptar a las costumbres del país.

El 1942 marca otro hito, pues se estrena ‘15.000 dibujos’, el primer largometraje animado nacional, dirigido por Jaime Escudero y Carlos Trupp, quienes comenzaron la difícil tarea en 1938 e incluso se afirma que contaron con algunos consejos técnicos del mismísimo Walt Disney, quien en 1941 había visitado Chile.

Aún así la película fue un fracaso porque a los ojos de los espectadores no podía compararse ni remotamente con la calidad de las cintas del productor estadounidense, aunque queda al menos como la precursora.

Pero lo más importante en ese año fue sin dudas el comienzo en octubre de la construcción de los estudios Chile Films, un proyecto financiado por la estatal Corporación de Fomento, que generó enormes expectativas porque pretendía desarrollar con todas las de la ley una verdadera industria nacional.

Aunque a la larga no pasaría de las buenas intenciones, quizá por la aspiración demasiado pretenciosa de convertir a Chile en el Hollywood de Sudamérica bajo la batuta de burócratas y de personajes con poco conocimiento del arte del cine y que, contrario a los objetivos iniciales, se dedicaron a llevar en masa al país a técnicos y realizadores argentinos.

Con ese lastre, en 1944 se estrena la primera película de Chile Films, el melodrama ‘Romance de medio siglo’, del argentino Luis María Barth, que fue un rotundo fracaso de público y crítica, fenómeno repetido hasta 1947, cuando en la ruina económica, la productora lanza su cinta postrera, ‘El último guapo’, la cual para variar contó también con un realizador argentino, Mario Lugones, y tampoco se salvó del fracaso.

Chile Films cerró en 1948 y a partir de entonces solo se dedicaría a arrendar sus estudios y equipos, aunque a principios de los 60 y luego con la Unidad Popular se trató de revivir lo que a juicio de Pablo Neruda era ‘un elefante echado, que nadie podía levantar’.

La década de 1950 transcurrió para el cine del país con algunos estrenos con los avances tecnológicos de la industria, y así, en 1951 el documentalista Roberto Saa filma ‘Chile en colores’, uno de los primeros materiales nacionales con la técnica de Technicolor.

En 1958, la cinta ‘La caleta olvidada’ marca otro hito al ser seleccionada para la competencia oficial del prestigioso festival de Cannes. La película fue realizada por el italiano Bruno Gebel, quien había llegado al país con la fama de haber trabajado junto a su compatriota Roberto Rossellini y, en consecuencia, transparentaba el estilo neorrealista que había llevado al cine del país europeo a los primeros planos.

La década de 1960 avanzaría signada por una serie de figuras que llevarían al cine chileno mucho después a planos estelares en el panorama latinoamericano y mundial.

Así, entre 1965 y 1967 aparecen el cortometraje ‘Por la tierra ajena’, debut de Miguel Littin, al igual que Helvio Soto con ‘El Analfabeto’ ; Patricio Kaule rueda Largo Viaje, considerada una de las películas más importantes de la década.

El regreso al silencio, de Naum Kramarenco

Alvaro Covacevich lanza Morir un Poco, y Naum Kramarenco estrena El regreso al silencio, con Nelson Villagra, devenido con los años en uno de los actores más importantes del cine chileno, y todas con una marcada inclinación por reflejar los grandes problemas y desigualdades existentes en el país.

Asimismo en 1968 Raúl Ruiz debuta con el largometraje Tres tristes tigres, basado libremente en la novela homónima de Guillermo Cabrera Infante, que se convierte en una de las películas más alabadas de la historia a pesar de la pobre recepción de público y crítica, lo cual no fue obstáculo para que ganara el Primer Premio del Festival de Locarno, unos de los galardones más importantes alcanzados por el cine nacional hasta entonces.

Según los historiadores, en 1969 ‘nace’ oficialmente lo que muchos denominaron ‘Nuevo Cine Chileno’, con la proyección en la edición de ese año del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, de Tres tristes tigres, Valparaíso mi amor, de Aldo Francia, que abrió el evento, y la excepcional El Chacal de Nahueltoro, la segunda cinta de Littin, todas con una amplia andadura por eventos internacionales y con gran acogida de la crítica y el público.

En 1970 triunfa la Unidad Popular, que lleva al socialista Salvador Allende a la presidencia, y con ella la cultura, incluido el cine, vive un impulso sin precedentes, al que se suman con entusiasmo la mayoría de los directores y trabajadores del celuloide.

Otro nombre que marcaría el cine nacional aparece en escena, Patricio Guzmán, quien formado en España había regresado al país para participar del gobierno de la Unidad Popular y de inmediato comienza a registrar el proceso que vive Chile, lo cual plasma en 1972 en el documental El primer año.

Continúa filmando frenéticamente todos los sucesos que ocurren en el país hasta la caída del gobierno de Allende, y que sería la materia prima de la monumental La Batalla de Chile, aparecida en tres partes entre 1975 y 1979.

La Batalla de Chile, de Patricio Guzmán (1975-1979)

Los sucesos del 11 de septiembre de 1973 provocan una debacle en el cine nacional con el exilio -si no la muerte o desaparición- de la mayoría de los realizadores más importantes, técnicos y artistas, en un éxodo nunca visto en otros países el área.

De tal forma que el cine chileno comienza a hacerse prácticamente en el extranjero, según datos aportados por los entendidos, y entre esa fecha y 1983 se realizan 178 filmes, la mayor cantidad para una década en toda la historia del cine nacional.

En cambio, dentro del país la producción cae en picada y solo a partir de 1986, cuando la dictadura trata de asumir ciertos tintes democráticos y se afloja un tanto la censura, comienzan a retornar al país algunos realizadores.

La salida de Augusto Pinochet del poder en 1990 y el comienzo de la llamada Transición permiten al fin iniciar una recuperación y el afianzamiento a lo largo de la década de nombres como Silvio Caiozzi, Ricardo Larraín, Andrés Wood, uno de los creadores mejor evaluados en la actualidad, y otros.

Sebastián Lelio y Gabriel Osorio

A ellos se suman más adelante Jorge Olguín, David Bravo, Alex Bowen, Bettina Perut, Iván Osnovikoff, Orlando Lübbert, Sebastián Lelio, Pablo Larraín, Sebastián Silva y muchos más.

Esos realizadores, desde los triunfadores en la década del 70 hasta los más recientes, llevaron al cine chileno una lluvia de premios en los más prestigiosos festivales del mundo, e incluso apareciendo una y otra vez en las selecciones para los mejores filmes extranjeros en los Oscar y los Goya, hasta considerar la producción local entre las más importantes de América Latina.

Una producción marcada también por la cantidad, con más de 30 cintas en promedio en los últimos años, aunque con un talón de Aquiles no despreciable, pues en contraste con la atención que reciben en el extranjero, las cintas chilenas, salvo excepciones, no logran cuajar en la taquilla nacional.

Esto un problema que según entendidos presenta muchas aristas, pero quizá demande también, en las nuevas generaciones de cineastas, nuevas búsquedas y propuestas.

*Corresponsal de Prensa Latina en Chile

Santiago de Chile, 23 de diciembre 2020
Crónica Digital/PL

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