Nataniel Cox en el recuerdo 


Por Luis Cifuentes Seves

El título de este artículo se refiere a una calle de Santiago y no al personaje que le dio nombre, así es que cuando decidí escribir estos recuerdos, quise de inmediato establecer quién fue Cox. Para mi gran sorpresa me enteré de que no fue cura ni milico ni político, que acaparan la gran mayoría de los nombres de calles en Chile, sino un médico de origen británico, de importante presencia en el desarrollo de la medicina universitaria chilena en el siglo XIX.

Las Tejas y la Literatura

En calle Nataniel Cox, a pocas cuadras de La Moneda, existió por muchos años (he escuchado que desde 1942) el restaurante Las Tejas y entiendo que una reencarnación sobrevive en calle San Diego. La especialidad era chicha y chancho. Su característica más pintoresca consistía en que en la parte trasera del amplio comedor había un espacio que contenía un imponente tonel de chicha.

De allí se sacaban los jarros que iban a satisfacer la sed de los comensales, pero también había un consumo alternativo: era posible tomar chicha “por chupada”. Para ello, el cliente cogía una manguera de goma de diámetro reducido (tal vez un centímetro) que estaba conectada al tonel y, con una profunda succión, trataba de beber tanto como le fuera posible. Por cierto, había un funcionario que cumplía el rol de lo que en inglés se llamaría un adjudicator, que determinaba cuándo se estaba iniciando una segunda succión y cortaba el flujo de chicha por medio de un dispositivo metálico.

Había reclamos, pero la sentencia del adjudicator era inapelable. Entre chupada y chupada, el extremo de la manguera se mantenía sumergido en un jarro de chicha en el suelo, de modo que el alcohol daba cuenta de los variados bichos provenientes de una multitud de bocas masculinas y femeninas; algunas damas le hacían asco al procedimiento.

La carta no era muy extensa: pernil y arrollado (al plato o en sándwich), costillar, papas cocidas y una simple ensalada chilena son todo lo que recuerdo, aunque había una mayor variedad de bebestibles. Hoy se lo llamaría un restobar.

En cierta ocasión, después del lanzamiento de un libro de Poli Délano en la Sociedad de Escritores (Simpson 7), un grupo de literatos de variadas edades y algunos aprendices imberbes e intrusos, entre los que me encontraba yo, decidió rematar la velada en Las Tejas.

Llegando, hicimos la cola de la chupada, porque había que pasar por la experiencia al menos una vez en la vida y luego tomamos asiento. Acostumbrado a ser el centro de la atención, a la hora de ordenar, Poli pidió “un sándwich de arroz”. Como lo leen. Por supuesto, no estaba en la carta y, me temo, nunca estuvo en ninguna carta, al menos en Chile.

El garzón le dijo que no lo tenían y Poli, fingiendo indignación, exigió hablar con el dueño. Se acercó un caballero muy serio que, se notaba, imponía respeto en su personal. Escuchó al autor con atención y luego le dijo. “Por supuesto, señor. No lo tenemos en la carta, pero se lo vamos a preparar”.

Al rato de mucha conversación, llegó la orden y, en efecto, entre perniles y arrollados, venía una marraqueta doble llena de arroz graneado. Poli se la sirvió confesando que era primera vez que probaba esta creación gastronómica. Se había salido con la suya y todos lo celebramos.

Después de mucha chicha, anécdotas y risas, llegó el momento de pagar. Poli pidió la cuenta y todos acudimos a nuestras billeteras. De pronto, el rostro del escritor se contrajo en una mueca de disgusto y llamó al garzón. “¿Cómo es esto?”, le dijo. “¡Casi todos los platos valen alrededor de 5 mil pesos y el sándwich de arroz vale 15 mil! ¡No puede ser!”.

El dueño se acercó y explicó: “Señor, este plato no está en el menú, así que es un extra. Los extras valen 15 mil pesos; lo dice la carta”. A Poli no le quedó otra que pagar entre las risas y tallas de sus acompañantes y la sonrisa burlona de su interlocutor. El cazador había sido cazado. Años después, en una conversación de exiliados en casa de un escritor chileno en México D. F., le recordé a Poli la anécdota del sándwich de arroz y con una gran sonrisa me cambió el tema.

Las Tejas y la Electroquímica

Pero mis memorias de Las Tejas no terminan ahí. En 1973 yo era académico en la Universidad Técnica del Estado (UTE) y había hecho un posgrado en Electroquímica en Dresden, RDA, igual que mi colega Rubén, con quien compartíamos oficina y laboratorio.

Un día se nos ocurrió armar un Grupo de Electroquímica con académicos afines de las universidades de Chile y Católica. Tuvimos éxito e hicimos una primera reunión en la UTE. Establecimos que el propósito del grupo sería intercambiar información acerca de nuestros proyectos de investigación y datearnos respecto de libros, publicaciones, cursos y congresos de interés común.

Dado que las reuniones serían bastante informales y Rubén y yo conocíamos Las Tejas, propusimos hacer allí los encuentros, cosa que fue aceptada. Estoy seguro de que este fue el primer grupo triuniversitario de Electroquímica en Chile, así es que quiero dejar constancia de su existencia y del folclórico lugar donde sesionábamos.

La única anécdota que recuerdo, y lo hago con cierto espanto, es que una vez, después de una reunión del grupo, nos dirigíamos desde Las Tejas a la UTE en la citrola de Rubén, quien había consumido una ración más que conveniente de chicha, cuando estuvimos a punto de caernos, citrola y todo, al hoyo del metro, que en ese tiempo estaba en construcción a lo largo de la Alameda. Habría sido una caída profunda, así es que no diré más.

El Estadio Nataniel, Neruda y Evtuchenko


No muy lejos de Las Tejas, en Nataniel Cox 167, había en esos años un bonito reducto deportivo conocido como “Estadio Nataniel”, a pesar de que su auténtico nombre era “Gimnasio Sabino Aguad”. Era de tamaño reducido, apropiado para básquetbol y con graderías para unos 3 mil espectadores. En él se celebró, en 1962, un campeonato mundial masculino de hockey sobre patines, donde Portugal fue campeón y los asistentes tuvimos el privilegio de ver jugar a Fernando Adriao, el Pelé del hockey.

A fines de 1967 se realizó allí lo que se convirtió en un legendario recital de poesía a dos voces: Pablo Neruda (que cuatro años después recibiría el Nobel), y Evgeni Evtuchenko, crítico tolerado del Estado soviético. En un cuento reciente,

https://www.cronicadigital.cl/2021/08/31/don-nica-y-dos-damas/

mencioné de pasada este evento magno y dado que he encontrado muy poco acerca de él en la Web, he creído conveniente ahondar en mis recuerdos.

El recital fue de entrada gratuita, así es que no hubo que hacer cola en boletería. Con un grupo de compañeras y compañeros de la UTE llegamos temprano y conseguimos muy buenos asientos. Los poetas actuaron desde un escenario instalado en las graderías y el estadio se llenó por completo, incluidos los corredores y la amplia cancha. Debe haber habido al menos cinco mil personas y quedó gente afuera.

La actuación se realizó de manera alternada, un poema a la vez. Lo más espectacular fue el contraste: Neruda, casi inmóvil, leyó con su voz parsimoniosa, mientras Evtuchenko recitó de memoria, cantando y danzando sus creaciones. Entre muchos otros poemas, el chileno declamó su “Oda a la alcachofa”, que comienza:

La alcachofa / de tierno corazón / se vistió de guerrero

El ruso, por su parte, presentó “Viaje entre la Ciudad Sí y la Ciudad No”, que mostraba las dos caras del Estado soviético, aquella que permitía desarrollar buenas iniciativas artísticas y de otro tipo, y la opuesta, que las prohibía u obstaculizaba.

Uno de los versos decía:

Sí, Sí, Siií, Sí, Sí, Siií, Sí, Sí, Siií

Quedaron grabados en mi memoria el canto y danza del poeta:

Da, Da, Daaa, Da, Da, Daaa, Da, Da, Daaa

El público parecía hipnotizado. Fue un vendaval de poesía, una velada inolvidable y notoriamente carente del tono panfletario que aquejaba a algunas actividades artísticas de ese tiempo.

Para demostrar que acerca de cualquier tema hay opiniones diversas y hasta contrapuestas, dejo aquí el siguiente recuento, aparecido a comienzos de 1968:

http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/colecciones/BND/00/RC/RC0226036.pdf

Hay un artículo histórico muy detallado del Gimnasio Sabino Aguad en:

https://urbatorium.blogspot.com/2012/05/una-memoria-postuma-por-el-gimnasio-de.html

Santiago de Chile, 13 de octubre 2021
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