Sáb Oct 15 , 2022
Hace apenas unos días, el pasado 12 de octubre, se cumplieron 55 años de la fundación del Conjunto de Proyección Folklórica Quilahuachi, conformado por un grupo de niños y niñas de la hoy extinta Escuela 4 de Monseñor Larraín, una agrupación que dejó huellas y que es recordada hasta hoy por la comunidad. La historia del hasta hoy recordado Conjunto de Proyección Folclórica Quilahuachi se remonta a la segunda mitad de la década del 60, cuando a la recién fundada Escuela Co–educacional N° 4 de Monseñor Larraín, en Las Barrancas, llegó un joven maestro, recién titulado de la Escuela Normal Superior José Abelardo Núñez. Ese profesor era Armando Aravena. “Días antes de mi llegada, el entonces Director Local del Séptimo Sector Escolar de Santiago –la estructura del Ministerio de Educación a cargo de administrar los establecimientos de educacionales de las Barrancas y Quinta Normal– me entregó la orden correspondiente para presentarme ante el Director de la Escuela 4 de la Población Monseñor Larraín, ubicada en el centro de ese conjunto habitacional”, recuerda Aravena. Con las instrucciones y la documentación de su nuevo destino laboral en mano, tomó la micro Tropezón hasta su terminal en calle La Estrella, y caminó algunas cuadras hacia el poniente, y luego hacia el sur, en busca de la recién entregada escuela. Pronto, un cartel que señalaba que “Aquí construiremos viviendas de calidad” le indicó que había llegado a la flamante Población Monseñor Manuel Larraín, creada casi en simultáneo con la escuela. Luego de presentarse ante el recién designado primer director del establecimiento, responsabilidad que recayó en Sergio Olivares, el joven profesor se integró prontamente a sus nuevas tareas. La premura por entregar rápidamente la escuela a la expectante comunidad hizo que al principio no estuvieran todos los implementos necesarios para la labor docente. Así, “durante varios meses, las salas no tuvieron bancos, ni mesas, ni pizarrones, pero las clases se debían iniciar, los niños tenían que aprender, y por eso, al comienzo, cada alumno debió llevar desde su casa alguna silla o piso en que sentarse, y algo en que apoyar sus cuadernos y libros”, recuerda hoy Aravena. La precariedad inicial de la infraestructura se fue revirtiendo en base a gestiones ante el Ministerio y la Municipalidad, pero con frecuencia las autoridades respectivas se tardaban demasiado en resolver, obligando a la creatividad y la participación entusiasta de la propia comunidad escolar, incluyendo a los docentes y a los padres y apoderados. A manera de ejemplo, Aravena recuerda que, en una ocasión, y ante la urgencia de contar con los materiales necesarios para pintar el cierre exterior de la escuela, decidió apelar a la amistad que mantenía con un ex compañero de estudios de la Abelardo Núñez, que por esos años había iniciado una incipiente carrera como locutor de la Radio Corporación, una emisora en la que se desempeñaba como lector de noticias y conductor del programa vespertino “Corporito Show”. Ese ex compañero de estudios y flamante hombre de radio era Sergio Campos, el mismo que […]