Lun May 1 , 2023
Uno de los ocho condenados por el oscuro atentado de Haymarket de Chicago en 1886, que dio origen a la conmemoración del Primero de Mayo como Día Internacional de los Trabajadores, era un Pastor de la Iglesia Metodista. Se llamaba Samuel Fielden y las palabras que pronunció frente a sus verdugos conservan actualidad: “Llegará un tiempo en que, sobre las ruinas de la corrupción, se levantará la venturosa mañana del mundo emancipado, libre de todas las maldades, de todos los monstruosos anacronismos de nuestra época y de nuestras caducas instituciones”. El 1° de mayo de 1886 miles de trabajadores de Estados Unidos declararon la huelga para obtener la conquista de la jornada laboral de ocho horas. La demanda era “ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso”. En los días siguientes se sumaron más de 340 mil trabajadores y se sucedieron episodios de protesta y violenta represión. El epicentro de la movilización estaba en Chicago. En medio de una concentración, una bomba detonó entre los hombres de la policía matando a uno de ellos e hiriendo a otros, en un hecho que se estimaría fue una provocación para justificar la embestida contra la huelga. La policía abrió fuego y mató un número indeterminado de obreros. Se declaró estado de excepción, toque de queda y hubo decenas de detenciones y denuncias de tortura. Ocho de los arrestados, Fielden entre ellos, fueron sometidos a un juicio que en que se violaron los principios del debido proceso. Había nacido en Lancashire, Inglaterra. Su madre Alice falleció cuando Samuel tenía 10 años. Su padre Abraham era un capataz que trabajaba en paupérrimas condiciones en una fábrica de algodón, que participó activamente en el movimiento por la jornada laboral de 10 horas en Inglaterra, hizo campaña contra el trabajo infantil y también integró el “cartismo”, un movimiento de la clase trabajadora por la reforma política en el Reino Unido que estalló a mediados del siglo XIX y tomó su nombre de la “Carta del Pueblo” de 1838. A raíz de la pobreza de la familia, el mismo Samuel debió llegar a laborar a los ocho años en fábricas de algodón. Fue impactado por las malas condiciones de trabajo y esa experiencia de explotación, junto a la influencia paterna, marcaría la evolución posterior de su vida. En su país comenzó a participar, además, en la Iglesia Metodista y llegó a ser Superintendente de la Escuela Bíblica dominical. Cuando llegó a la mayoría de edad, a los 21 años, emigró a los Estados Unidos. Trabajó en Brooklyn, en una fábrica de sombreros, luego se fue a North Providence y trabajó en una fábrica de lana, para luego continuar en Ohio, donde laboró en una granja. En agosto de 1869 llegó. Desde esa fecha, se instaló en Chicago y se convirtió en camionero por cuenta propia. También estudió Teología y se convirtió en Predicador laico de la Iglesia Metodista Episcopal y sirvió como Pastor en congregaciones de trabajadores en el centro de Chicago. […]