El 1 de mayo de 1952, Clotario Blest se dirigió a los trabajadores reunidos en la Plaza de los Artesanos. En un momento de su intervención, gritó: “¡Sólo la unidad hará posible que triunfemos en nuestras demandas! Por eso les pregunto: ¿quieren o no la unidad?”. Un clamor respondió afirmativamente desde la muchedumbre. Clotario insistió: “¡Entonces, díganselo a todos estos dirigentes! ¡Díganles ustedes mismos que quieren la unidad!”. Por largos minutos se escuchó: “¡Unidad, unidad, unidad!”. Comenzaba a nacer la Central Única de Trabajadores (CUT) de Chile.
Hace más de tres décadas, el 31 de mayo de 1990, partió de este mundo Clotario Blest Riffo, fundador de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF) y la CUT, pero además un persistente promotor de la unidad social y política para emprender cambios profundos en Chile.
Durante este período de tiempo, se han producido no pocos intentos de adulteración de su pensamiento, aunque tienen una variable común: la profunda convicción cristiana de Blest. Desde la derecha, se le ha pretendido presentar como una especie de hombre beatifico y bondadoso, una especie de organizador gremial de la caridad, amado por los trabajadores pero también por los patrones. Por otro lado, desde una vereda supuestamente opuesta, se le quiere recuperar como expresión de una especie de “confesionalismo de izquierda” para una izquierda con apellido en clave mística y religiosa.
Por cierto, todo ello es falso. Clotario Blest era cristiano, por cierto, y con justa razón se le puede considerar como uno de los precursores de la Teología de la Liberación. Consideraba que el cristianismo era una inspiración para un compromiso histórico y concreto con la emancipación de la humanidad, lo que implicaba una convicción anticapitalista, asumiendo la necesidad de tomar partido en el conflicto inherente a toda sociedad caracterizada por la distribución desigual de los bienes y el poder.
Por otro lado, Clotario asumía que para ello era clave la unidad social de los trabajadores y el pueblo en su conjunto, sin “centrales sindicales ideológicas”, y la unidad política de los partidarios de cambios profundos, sin colocar el cristianismo como un factor de identidad y diferenciación: los cristianos, pensaba, deberían concurrir a una convergencia amplia de carácter transformador.
Clotario Blest fue consecuente y coherente a lo largo de su vida con esa perspectiva. Su primera actividad social fue en los años 20 en un círculo de estudios denominado llamado “El Surco”, que era dirigido por el sacerdote Guillermo Viviani. Participó en el Partido Social Sindical, cuyo presidente fue Carlos Vergara Bravo. Formó parte de la Unión de Centros de la Juventud Católica, el que en 1927 llegó a presidir. Y al año siguiente, fundó el grupo “Germen”, cuyo símbolo consistía en una cruz acompañada de una hoz y un martillo. Uno de sus maestros fue Fernando Vives Solar, uno de los impulsores del pensamiento social cristiano: en 1931 fundó la Liga Social de Chile, en la que también participó Clotario.
De esta primera etapa de su vida personal y social, Clotario estableció las orientaciones que serían claves: el rechazo a la idea de las entidades políticas confesionales, afirmando en cambio una concepción revolucionaria con inspiración cristiana y, por ello mismo, con una vocación de unidad social y política del pueblo. Esas fueron, por ejemplo, las razones de su separación de caminos con Alberto Hurtado.
En un contundente trabajo de Manuel Acuña, uno de los colaboradores de Blest, se indica: “Las ideas de Blest diferían profundamente de las que tenía el Padre Hurtado para quien los católicos deberían unirse en torno a una central sindical católica que llamó Asociación Sindical Chilena (ASICH). Convencido que la unidad de todos los trabajadores, sin excepción, era crucial para provocar el encuentro de toda una nación consigo misma y realizar la toma definitiva del poder por parte de la población, era lógico que el sindicalista acusara a Alberto Hurtado de ‘divisionista’, pues la proposición del segundo santo chileno atropellaba los principios de unidad defendidos” por el líder sindical (“Principios teóricos en las luchas sociales de Clotario Blest”).
Sin duda, fueron orientaciones fundamentales en el período en que presidió la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF), período que se extendió durante 15 años, en que trabajó por crear la Junta Nacional de Empleados de Chile (JUNECH), que desde diciembre de 1948 agrupó a todas las organizaciones de los trabajadores fiscales y semifiscales como la ANEF, la CEPCH, la ANES y la Federación Industrial Ferroviaria.
“¡Cómo no van a ser capaces de unirse ustedes, que son los explotados!”, exclamó Clotario en el discurso de fundación de la JUNECH.
Desde la conducción de la ANEF, Clotario Blest se la jugó a fondo por lograr la unidad de todos los trabajadores del país. Uno de sus primeros esfuerzos apuntó hacia la reunificación de la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH), dividida en los 40 por las diferencias políticas de sus miembros. En 1952, en una concentración de unos 50 mil trabajadores, Blest anunció la creación de un “comité de unidad”.
Al año siguiente, entre el 12 y 15 de febrero de 1953, se llevó a cabo un congreso sindical con más de 2.000 delegados que tuvo como resultado el nacimiento de la Central Única de Trabajadores (CUT). En aquella ocasión Clotario Blest fue elegido presidente, asumiendo esa responsabilidad por ocho años.
Tiempo después, en marzo de 1957, Clotario escribió: “Los trabajadores chilenos, reunidos en una asamblea democrática, acordaron por unanimidad crear un organismo central que fuera instrumento eficaz de sus luchas por mantener y mejorar su nivel de vida”. Agregaba que, con el tiempo, “han ocurrido muchos fenómenos económicos, sociales y políticos en el país y en el mundo entero, con sus necesarias repercusiones en Chile. Casi todos estos hechos han complotado en contra de la unidad de la clase trabajadora en el país, pero esta ha podido mantenerse en toda su integridad, salvo deserciones de tipo personal que no interesan ni influyen en la vida sindical de la masa trabajadora que, con criterio realista saber perfectamente distinguir quienes son aquellos que buscan honrada y lealmente su triunfo y quienes, con criterio ‘personalista’ o por ambiciones bastardas, buscan la satisfacción de mezquinas pasiones”. Reflexionando sobre la necesaria unidad, sostenía: “El egoísmo (…) separadamente sólo podrán significarnos derrotas o triunfos efímeros que a la postre nos acarrearan la derrota definitiva como ya nos ha dignificado muchas derrotas parciales”.
Desde una relegación a que fue condenado en la localidad de Molina, en julio de ese año escribía: “Nada debe parecernos insalvable o insoluble ante la majestad de la UNIDAD de la clase trabajadora”. Agregó que los adversarios a enfrentar “son poderosos, prepotentes y soberbios, y para derrotarlos es necesario UNIRNOS, por sobre toda consideración, sea ésta de orden político, religioso o filosófico. Primero es vivir y después filosofar. LA UNIDAD HACE INVENSIBLE A LA CLASE TRABAJADORA”.
“Me tendréis junto a vosotros espiritualmente en todo instante y a cada momento para que juntos podamos celebrar el gran triunfo de nuestra UNIDAD fortalecida y generosa. No desmayéis un solo instante, y con la mirada fija en nuestra gran causa inmortal, derrotad todo pesimismo, toda incomprensión y toda tentativa anti–unitaria”, sentenciaba.
Clotario vive en la hora presente el clamor por la unidad que hizo este hombre valiente, de una larga barba blanca y overol de obrero.
Imagen: Memoria Chilena.
Por Víctor Osorio. El autor es periodista, académico y ex Ministro de Estado.
Santiago, 31 de mayo 2023.
Crónica Digital.